Damien soltó una carcajada, siendo una risa profunda y cálida que resonó en la habitación, llenándome de una sensación de alegría. —Nada es como se ve en las películas, Aria. Los cazadores no son exactamente como los pintan en la pantalla. —¿Entonces cómo es realmente? —pregunté, intrigada, mientras él tomaba un sorbo de agua y se preparaba para contarme más. —Bueno, los cazadores, en realidad, son personas muy distintas de los héroes de las películas. No tienen poderes sobrenaturales ni habilidades especiales, pero son increíblemente ágiles y entrenados. Su habilidad principal radica en su destreza, entrenamiento y capacidad para adaptarse a cualquier situación. Me acurruqué más cerca de él, deseando escuchar cada palabra. —Los cazadores antiguos, por ejemplo, eran expertos en el uso de armas tradicionales y técnicas de combate. Desarrollaron habilidades excepcionales para rastrear y enfrentar a las criaturas que amenazaban a las personas. Su entrenamiento era riguroso y exigente
★ Aria Walker.Aceptar ser la novia de Damien ha sido una experiencia alucinante. Cada día me sorprende más con su cuidado extremo y su protección constante.Lo que más me fascina de él es su inagotable posicividad y ese dominio que ejerce sobre mí. Me doy cuenta de que a veces soy demasiado sumisa con él, especialmente en la intimidad. En la cama, permito que haga y deshaga a su antojo, y la verdad es que me fascina.Recuerdo la forma en que sus manos recorren mi piel con una mezcla de ferocidad y deseo que apenas puede controlar. Me azota con nalgadas firmes en el trasero y tira de mi cabello con una fuerza que me hace estremecer mientras su miembro se entierra profundamente en mí. Las noches locas que pasamos juntos han sido una revelación, con un sinfín de posiciones que he llegado a conocer con él. Posiciones que al principio me parecían extrañas y que nunca imaginé que podrían existir. Cada encuentro es una explosión de sensaciones, y la esencia de esos momentos se pierden, dejá
—Creo que por eso te terminó Emily; sales demasiado de viaje —le comenté, y él sonrió de manera enigmática.—Sí, creo que mi trabajo no me permitirá tener una novia estable. ¿Y tú, ya sales con ese idiota que quería invitarte a salir en la librería? —preguntó con un tono burlón.—No, por ahora no salgo con nadie —mentí, sintiendo cómo su mirada penetrante me analizaba.—Mentirosa —dijo, con una sonrisa perspicaz.¿Por qué todos dicen que soy una mentirosa? ¿A caso se nota?—No miento —dije con firmeza.—Entonces estás enamorada. Lo puedo ver en tus ojos, tienes una especie de brillo en ellos, Aria —mencionó, y yo sonreí, sintiéndome expuesta ante su percepción aguda.—Me gusta alguien en el trabajo —admití.—Solo espero que no sea tu jefe —murmuró en voz baja, con un matiz de preocupación.—¿Mi jefe? Damien no es una persona mala, es muy bueno él… —me di cuenta de que estaba hablando de más.—¿Él corresponde a tus sentimientos? —su expresión se volvió fría y calculadora.—Arthur, siem
—Romina, mira —le dije mientras ella estaba pensativa, señalando un hermoso vestido color esmeralda que colgaba en el escaparate de una boutique. Sabía que le encantaría, pero ella no me prestó atención, perdida en sus pensamientos. —¿Pasa algo? —le pregunté, inclinándome ligeramente para buscar sus ojos. Ella me miró fijamente. —No estoy en mis cinco sentidos ahora, Aria. ¿Crees que Nikolai quiera algo serio conmigo? —preguntó con una voz temblorosa, como si temiera la respuesta. —La verdad es que me sorprendí cuando me enteré de que salías con él, porque cuando lo conocí me parecía un engreído —dije, recordando mi primera impresión de Nikolai. —Mira quién habla. Tú sales con el jefe. Me impresiona que Luna esté tan calmada —comentó con una sonrisa sarcástica—. Seguro no sabe que estás saliendo con él. —¿Luna, la mujer que llegó con ellos el otro día? ¿La hermana de Nikolai? —pregunté, recordando a la mujer alta y elegante que había visto brevemente. —Sí. Por cómo mira al
Arthur abrió la puerta para mí y me acomodé en el asiento, sintiendo el olor a cuero desgastado y un toque de colonia masculina. —¿Tobi tiene cachorros? —preguntó Arthur con interés mientras encendía el motor. —Sí, tenía una relación con una perra salvaje y tuvo cachorritos. Soy abuelita de cinco cachorritos. Como es una perra salvaje y aún no se acostumbra a los humanos, decidí dejarla en ese lugar. La visito algunos días para que vea que puede confiar de nuevo, y no solo en Tobi. Así que bueno, soy una abuela responsable —expliqué, sintiendo un orgullo cálido por mis «nietos». Arthur sonrió mientras manejaba, sus ojos verdes brillaban bajo la luz de las farolas que pasaban rápidamente. Nos dirigimos hacia el lugar donde estaba la cueva de la perra. En cuanto llegamos, la perra enseñó sus colmillos. —No está acostumbrada a la gente, comprende —le expliqué, tratando de calmar a la perra. —Lomi —llamé a la perra, y ella volteó a verme, acercándose y restregando su cabeza en mi pec
★ Aria. —¡Demonios, demonios, se me hizo tarde! —exclamé, levantándome de la cama con una rapidez frenética al ver que ya eran las nueve de la mañana. No puede ser, entro a las ocho, ¡ya debería de estar en la oficina! Corrí al baño, dándome una ducha a la velocidad de la luz. El agua fría despertó mis sentidos, y me vestí lo más rápido posible, luchando por coordinarme. En mi apresurada carrera hacia la puerta, me puse los primeros tenis que encontré. Por suerte, el par azul oscuro combinaba bastante bien con mi camiseta de elefante, esa camiseta ridículamente cómoda que, aunque me había propuesto dejar de usar, seguía adorando. Mientras descendía por las escaleras de dos en dos, intentaba peinarme con una mano. El cabello se desordenaba en la prisa, y el cepillo apenas tocaba las hebras rebeldes. La urgencia de salir de casa y llegar a la oficina era lo único que me importaba en ese momento. —¡Lo siento! —grité, esquivando a algunos vecinos que se cruzaron en mi camino mientra
Aria temblaba contra mí, sus ojos reflejaban deseo. Mis dedos se movían dentro de ella, explorando y reclamando lo que era mío por derecho. Cada jadeo y suspiro que salía de sus labios alimentaba a la bestia dentro de mí, a mi lobo, que rugía por tomar el control y hacerla suya de una vez por todas. —Damien... —susurró, su voz apenas era un hilo de aliento. Sentía cómo sus piernas temblaban, y el ascensor parecía encogerse a nuestro alrededor, cada pared cerrándose, y cada espacio llenándose de nuestra tensión. —Calla, gatita —le ordené, con mi bos baja y ronca. Mordí su labio inferior, saboreando su esencia. Ella gemía suavemente, y podía sentir su resistencia cediendo poco a poco, sus defensas comenzaban a derrumbándose bajo mi toque. Mis instintos primitivos estaban en alerta máxima. Todo en mí gritaba que la tomara aquí y ahora, que le mostrara quién era el alfa y que ella me pertenecía, sin importar sus lazos con Arthur, ella era mi hembra. La fuerza de mi deseo era casi abr
★ Arthur Helga estaba inquieta, caminando de un lado para otro en la sala del consejo. Sus movimientos eran rápidos y tensos, reflejando la urgencia de la situación. Sus ojos estaban llenos de preocupación, se movían de un anciano a otro, buscando respuestas. —Aún no averiguamos quién es la humana que se vinculó con el alfa. Necesitamos destruirla. Así nos libraremos de una gran amenaza y debilitaremos a la manada Volkov. Un alfa débil pierde su poder —dijo con firmeza, mientras los demás en el consejo murmuraban entre ellos, discutiendo nuevas estrategias para acabar con la amenaza. A mí, simplemente, no me interesaba. Nunca me habían interesado las cuestiones humanas; las encontraba mediocres e insignificantes. Para mí, los humanos eran meros insectos, destinados a ser aplastados bajo el peso de la superioridad. —Arthur, ¿no piensas decir nada? —preguntó Helga, mirándome fijamente. Todo el consejo volteó a verme, esperando una respuesta. Me recosté en mi asiento, dejando que una