★ Arthur Helga estaba inquieta, caminando de un lado para otro en la sala del consejo. Sus movimientos eran rápidos y tensos, reflejando la urgencia de la situación. Sus ojos estaban llenos de preocupación, se movían de un anciano a otro, buscando respuestas. —Aún no averiguamos quién es la humana que se vinculó con el alfa. Necesitamos destruirla. Así nos libraremos de una gran amenaza y debilitaremos a la manada Volkov. Un alfa débil pierde su poder —dijo con firmeza, mientras los demás en el consejo murmuraban entre ellos, discutiendo nuevas estrategias para acabar con la amenaza. A mí, simplemente, no me interesaba. Nunca me habían interesado las cuestiones humanas; las encontraba mediocres e insignificantes. Para mí, los humanos eran meros insectos, destinados a ser aplastados bajo el peso de la superioridad. —Arthur, ¿no piensas decir nada? —preguntó Helga, mirándome fijamente. Todo el consejo volteó a verme, esperando una respuesta. Me recosté en mi asiento, dejando que una
Mi sonrisa se ensanchó. No había mayor placer que ver a un hombre roto, suplicando por la muerte como una liberación. —Eso es lo que esperaba escuchar —dije, soltando su cabello y levantándome. Hice un gesto a mis cazadores, quienes trajeron un frasco de ácido. Sabía que el ácido corroía la carne lentamente, era un castigo doloroso y prolongado. Verterían el líquido en las heridas abiertas, haciendo que el dolor se multiplicara. El primer contacto del ácido con la piel del traidor fue un espectáculo fascinante. Su cuerpo se convulsionó violentamente, y sus gritos alcanzaron un nuevo nivel de agonía. El ácido burbujeaba y chisporroteaba, la carne se disolvía lentamente, y el olor a carne quemada llenaba el aire. A mi alrededor, los miembros del consejo observaban en silencio, algunos con satisfacción, otros con una mezcla de horror y fascinación. Para mí, era un recordatorio de mi poder, una demostración de lo que les esperaba a aquellos que se atrevían a traicionarme. El espectácu
★ Aria Walker. “¿Que no era claustrofóbica?”, me preguntaba mientras volteaba a mirar el ascensor. Caminaba de la mano de Damien, tratando de ignorar la tensión. No sé por qué estaba tan molesto, pero no me dediqué a preguntar, solo comencé a caminar hacia su auto. Sentía su mano apretando la mía, como si intentara contener algo. —¿A dónde vamos? —pregunté, intentando romper el silencio incómodo. —¿Quieres tener una cita? —mencionó, su voz sonaba distante, como si estuviera perdido en sus pensamientos. —¿Qué, una cita? —realmente estaba confundida. Hace unos minutos estaba enojado porque conozco a Arthur, hace un momento me daba como cajón que no cierra en el ascensor y ahora me lleva a una cita. No entendía nada. —¿No quieres? —preguntó mientras ponía el auto en marcha, su expresión era difícil de leer. —Claro que quiero, pero necesito un baño, huelo a… y tú tienes mi olor en tus dedos —respondí, recordando el momento íntimo que habíamos compartido en el ascensor. Él sonrió
★ Damien Volkov. —¿Con una loba? ¿En serio? —pregunté, mirando a Arthur con desdén. Este maldito infeliz es el culpable de varias bajas en mi manada, y ahora tenía el descaro de aparecer aquí. —¿Tú y Aria? Así que la humana con la que te vinculaste es ella. ¿No crees que es peligroso que un cazador como yo lo sepa? —preguntó con indiferencia, estaban sus ojos llenos de frialdad y arrogancia. Su tono despreciativo me irritó aún más. —Algo me dice que no le harías daño —mencioné, y él sonrió de lado. En un momento, ambos pensamos lo mismo; cada uno tomó un cuchillo y casi lo clavamos en la mano del otro. Nuestros reflejos eran igual de rápidos, pero la tensión era evidente. Podía ver la misma rabia y desprecio reflejados en sus ojos. —Sabes, ya sé cómo morirás, Damien. Llevo años imaginando tu muerte —dijo Arthur con una voz llena de odio, con su mirada fija en la mía. —Si muero, Aria sufrirá, y como no me gusta hacer sufrir a mi hembra, no moriré —respondí con firmeza—. No pienso
Ella rió, como si mis negaciones fueran una broma. Su actitud despreciativa me sacaba de quicio. —Claro que sí, Arthur. Sé que me amas. Es por eso que estás tan atormentado. —Esto no tiene nada que ver con amor. Se trata de mantener mi poder y mi estabilidad. Si mueres, yo me debilitaré, y no estoy dispuesto a perder mi dominio por culpa de una simple loba. —Tengo todo bajo control —dijo Emily con una confianza que me parecía casi ofensiva. —No parece que lo tengas bajo control. Si otras manadas están buscando tu ruina, estás en un peligro que supera tu capacidad para manejarlo. Ella se encogió de hombros, su actitud despectiva solo avivaba mi furia. —He lidiado con situaciones mucho peores. No necesito que me cuides como si fuera una carga para ti. —¡No puedes evitar el hecho de que tu muerte debilitaría nuestro vínculo! —exclamé, sintiendo que mi control se desmoronaba—. No puedo permitir que algo tan trivial como tus problemas me debilite. Emily se detuvo y me miró con una i
La pelea era feroz. Cada hechizo y golpe resonaban con tal intensidad que hacían temblar las paredes de la habitación. Las ondas de choque provocaban grietas en la estructura, y los objetos estallaban en mil pedazos alrededor de nosotros. El suelo se sacudía bajo el peso de nuestro conflicto, y los ecos de nuestros poderes se entrelazaban en una sinfonía caótica y descontrolada. En medio de ese caos, logré superar a Emily. Con un movimiento rápido, conjuré un hechizo potente que la lanzó contra el suelo con una fuerza que hizo vibrar el aire. Me adelanté rápidamente y me encontré encima de ella, atrapándola bajo mi peso. La visión de su piel desnuda, brillando con el sudor y el desorden de la batalla, era hipnótica y primitiva. Transformada de nuevo en su forma humana, estaba tendida bajo mí, su respiración estaba agitada y sus ojos ardían con desafío y vulnerabilidad. La habitación estaba en ruinas, pero en ese momento, la única realidad que existía era la conexión cruda e inque
★ Aria Walker Podía sentir el cuerpo firme de Damien contra el mío. Su pecho se presionaba contra mi espalda, y la tensión en sus músculos era evidente, sin duda una constante que siempre percibo cuando está conmigo. No quería despertar de esa burbuja de satisfacción, de amanecer envuelta en los brazos del hombre que amo, ni tampoco deseaba interrumpir ese momento perfecto. La seguridad y la ternura de su toque me hicieron sonreír, apreciando cada segundo de ese contacto tan íntimo. —Buenos días, gatita —murmuró en un tono suave y cálido, sus labios rozaban mi cuello con un beso ligero y lleno de cariño. —Buenos días, amor —respondí, mi voz aún estaba llena de sueño, mientras él sonreía contra mi piel. Su sonrisa se sentía como una caricia adicional. —Hueles exquisito esta mañana —comentó, su aliento era tibio y sus labios trazaban un recorrido delicado por mi cuello, dejando pequeñas mordidas juguetonas que me hicieron estremecer. Giré lentamente para estar cara a cara con él. S
—Te ves cansada —comentó Damien mientras me acariciaba la cabeza, con sus dedos deslizándose suavemente entre mis cabellos enredados. Sus ojos azules me observaban con preocupación, reflejando el cansancio que debía ser evidente en mi rostro. —Siempre logras cansarme, no te puedo seguir el ritmo —mencioné con una ligera sonrisa, disfrutando de la calidez de su tacto. Sus caricias siempre tenían el poder de calmarme, aunque mi cuerpo aún temblaba ligeramente por la intensidad de nuestra reciente intimidad. —Deberías quedarte a descansar. Yo iré a la oficina a encargarme de unas cosas y en la noche tendremos nuestra cita. No olvidaré que ayer íbamos a salir, pero me pusiste a comer con el enemigo —mencionó, y yo comencé a reír, recordando lo incómodo que había sido. Sus labios formaron una mueca divertida, pero sus ojos seguían reflejando un poco de molestia. —Lo siento, sí que se sintieron muy tensas las cosas entre ustedes dos. No volveré a hacerlo, ¿me perdonas? —dije mientras