Capítulo 36: La debilidad de Arthur

Mi sonrisa se ensanchó. No había mayor placer que ver a un hombre roto, suplicando por la muerte como una liberación.

—Eso es lo que esperaba escuchar —dije, soltando su cabello y levantándome.

Hice un gesto a mis cazadores, quienes trajeron un frasco de ácido. Sabía que el ácido corroía la carne lentamente, un castigo doloroso y prolongado. Verterían el líquido en las heridas abiertas, haciendo que el dolor se multiplicara.

El primer contacto del ácido con la piel del traidor fue un espectáculo fascinante. Su cuerpo se convulsionó violentamente, y sus gritos alcanzaron un nuevo nivel de agonía. El ácido burbujeaba y chisporroteaba, la carne se disolvía lentamente, y el olor a carne quemada llenaba el aire.

A mi alrededor, los miembros del consejo observaban en silencio, algunos con satisfacción, otros con una mezcla de horror y fascinación. Para mí, era un recordatorio de mi poder, una demostración de lo que les esperaba a aquellos que se atrevían a traicionarme.

El espectáculo conti
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