capítulo 2

Capítulo 2.

Esa noche fue un ínfierno, lloró hasta quedarse dormida y se sintió más sola que nunca. Al día siguiente se quedó dormida y la ama de llaves se encargó de despertarla. Asustada se levantó con prisa y escogió un vestido de acorde a la ocasión.

Eligió el favorito de su madre, uno con hermosas flores estampadas y un fondo color ópalo. Se cepilló el cabello con prisa y en el proceso jaloneo un par de veces sus rizos dorados. Amanda, la ama de llaves se encargó de ayudarla con las heridas de su espalda. Procuró desinfectar la zona, aplicar un hungüento de matico y vendas limpias.

Cuando estuvo lo suficientemente presentable se encaminó al comedor. Durante el trayecto sus piernas temblaban, estaba tan asustada. No sabía con que clase de persona se iba a encontrar.

Desde las escaleras se escuchaban diversas voces y risas, de pronto sintió nauseas ante ese panorama y deseó huir lo más lejos posible. Con cada escalón que bajaba sentía que perdía el equilibrio, al llegar a la sala se detiene de golpe. No quiere entrar, un potente nudo se a alojado en la boca de su estómago y sus piernas parecen no responder.

—Niña Efsun, entre por favor, la están esperando para desayunar— abre la puerta del comedor para que la niña entre.

—Gracias— masculla bajito y se adentra en el comedor cabizbaja.

De pronto, siente todas las miradas sobre ella y una intensa incomodidad la invade. Siempre ha pasado desapercibida, por lo que de pronto ser el centro de atención la incomoda más de la cuenta. Con pasos torpes se encaminó a la mesa y se acomodó en su sitio. El puesto a su lado siempre ha estado vacío, sin embargo, ahora estaba ocupado por otro niño al que de ahora en más debía llamar hermano.

—Hola Efsun, soy Simoné—, la castaña sonríe para luego limpiar delicadamente sus labios con una servilleta—. Tú padre me ha hablado mucho de ti y me alegra poder cuidar de ti de ahora en más—. Con su índice señala a uno de sus hijos—, él es Emrah, mi hijo mayor y aunque no es tu hermano biológico me encantaría que se traten como tal—. Del mismo modo señala al otro— él es Erdogan, mi hijo menor y tú medio hermano.

—Hola—, saluda tímidamente mientras juguetea con sus dedos—. Mi nombre es Efsun y espero que podamos llevarnos bien—, su voz es bajita, apenas audible.

— ¿Cómo dijiste que te llamas? Hablas demasiado bajo y no logré escucharte—. Emrah estaba sentado frente a la niña y mantenía una expresión burlesca.

—Me llamo Efsun—, alzó la mirada fijándola en los ojos negros de Emrah.

— ¿Por qué te has retrasado? Llevamos minutos esperando que te dignes a venir— la voz severa de su padre provoca que se encoja en su sitio.

—Me quedé dormida y me dolía espalda—. Inmediatamente bajó la mirada mientras que pellizcaba sus manos a causa de la ansiedad que la situación le provocaba.

—Mi nombre es Erdogan, un gusto conocerte hermana—. Interrumpe de pronto para aligerar el ambiente. Puede percibir el pánico en su hermana.

—Cariño, no seas severo con la niña, a cualquiera le pueda pasar—. La pelirroja le dedicó una sonrisa encantadora al hombre.

Efsun le dedicó una tímida sonrisa a su hermanastro, agradecía su intervención y valentía. Erdogan inmediatamente correspondió a la sonrisa, quería tener una buena relación con la niña, más ahora que percibía que algo anda mal con ella.

Aparentemente, Simoné era agradable y de todo corazón esperaba que así continuará, por que de ese modo no se sentiría tan sola. De ahora en adelante tendría una madrastra y dos hermanos con quienes compartir sus experiencias de vida. Cabizbaja esbozó una gran sonrisa, después de todo no era tan malo como esperaba.

●●●●●●●●●●●●

Ya ha transcurrido un año desde que su madre abandonó la casa, un año en que no sabe absolutamente nada de ella, ni siquiera se ha dignado en enviarle una carta diciendo al menos que todo marcha bien. En casa está prohibido mencionar si quiera el nombre de la mujer y su padre hace de cuenta que jamás existió. Al parecer, la única que siente y recuerda es ella misma, por que sus padres simplemente echaron todo al olvido.

Simoné, su madrastra, no era una mala mujer, a veces era amable y buscaba brindarle apoyo. De algún modo valoraba sus torpes intentos por ser cercanas, aunque era mas que evidente que su padre la obligaba. El problema con Simoné es que su carácter era bastante cambiante y prefería mil veces asistir a eventos sociales que estar en casa con sus hijos, por que si, tenía dos hijos. Emrah era el mayor, tenía dieciséis años y era un imbécil que se creía la gran cosa por que su padre a pesar de no ser su hijo biológico le dió su apellido.

Emrah era muy parecido a Simoné, su cabello ondulado castaño y sus ojos oscuros le daban un toque salvaje. No podía negar que era atractivo y aparentaba más edad de la que tenía, a causa de su buen porte y contextura fornida. A simple vista era un chico agradable, su buen sentido del humor le hacía quedar bien frente a las chicas de su edad, sin embargo, cuando lo conocías a fondo, descubrías que era un estúpido sin cerebro.

Erdogan era el hijo menor de Simoné, a diferencia de Emrah, este sí era hijo biológico de su padre. Le resultaba bastante irónico que ambos tuvieran la misma edad, su padre se había encargado de embarazar tanto a su madre como a esta otra mujer al mismo tiempo y luego se escandalizaba cuando le pagaban con la misma moneda.

Lo único bueno de todo esto, era que pudo conocer a su medio hermano, con quien de inmediato conecto y rápidamente se volvieron inseparables. Pese a que no tenían muchas cosas en común, ambos respetaban los gustos e intereses del otro y se aceptaban tal cual eran.

Efsun se sentó a la mesa evadiendo la severa mirada de su padre, quien se mostraba disgustado por su retraso. Ella le temía, temía cuando el hombre perdía los estribos y se desquitaba con ellos. Erdogan, que estaba sentado a su lado le tomó la mano por debajo de la mesa y la estrechó con ternura. Pese a sus nervios, la chica no pudo contener las ganas de sonreír, esbozando una tímida sonrisa mientras miraba fijamente su plato de sopa.

—Conoces las reglas, Efsun— el hombre rompió el silencio—. Dichas reglas se inventaron para que sean respetadas, por lo tanto, la próxima vez que llegues tarde a la mesa serás castigada. ¿Lo has entendido?

—Si papá—. Su voz temblaba a causa de los nervios y no sé atrevía a alzar la mirada.

— ¡Mírame a la cara cuando te hablo!—Edmundo azotó la palma de su mano contra la mesa haciendo temblar los platos. Ganando la mirada de todos los presentes.

—Cálmate Edmundo, Efsun está nerviosa y no volverá a repetir tal falta—. Simoné salió Inútilmente en su defensa.

—No te metas en asuntos que no te corresponden. Es mejor que te quedes callada Simoné— el hombre tomó la cuchara comenzando a comer.

—Lo siento—, masculló débilmente.

Emrah no le quitaba los ojos de encima a Efsun, le encantaba verla tan cohibida e indefensa, como luchaba por contener las lágrimas. Efsun era hermosa, no podía negarlo. Le encantaba como sus rizos color caramelo caían con elegancia por sus hombros, o la forma de sus ojos, el largo de sus tupidas pestañas que adornaban sus ojos grises. Pero lo que más le gustaba eran sus abultados labios, tan rosados, tan deseables.

La cena transcurrió en silencio, cada quién estaba sumido en sus propios pensamiento, lo único agradable era sentir la tibia mano de Erdogan sosteniendo la suya como señal de apoyo. Al finalizar la cena, Edmundo los mando a sus respectivas habitaciones, deseaba pasar un tiempo a solas con Simoné, sin esos niños que solo sabían ponerle los pelos de punta.

Efsun corrió a su recamara y una vez dentro cerró la puerta con seguro. Esperó pacientemente un par de minutos y al ver que ningún adulto venía se asomó a la ventana. Erdogan estaba abajo, cuando ella le dió la señal subió por una escalera que escondía durante el día entre los arbustos. Una vez adentro, él la abrazó con fuerza, abrazo que ella de inmediato correspondió con auténtica desesperación.

—Prácticamente no tocaste tu cena—, se separa unos centímetros para mirarla a los ojos—. No debes saltarte las comidas, no es bueno para tu desarrollo—. Frunce ambas cejas para luego pellizcar las pálidas mejillas de la joven—, si no comes te vas a quedar enana.

— ¡No me llames enana, maldito palote!— Intenta parecer enojada, pero no logra contener la risa.

— ¡E-N-A-N-A!— Deletrea suavemente mientras sus pulgares van delineando el contorno del rostro ajeno.

—Yo no soy enana, mejor dicho tu eres demasiado alto—. Se sonroja violentamente ante las suaves caricias que el contrario le proporciona a su rostro, sintiendo su corazón latir con prisa y un revoloteo intenso en su vientre.

Su corazón comenzó a latir con fuerza y por instinto cerró los ojos, tratando de contener las mariposas que revolotean furiosas en su vientre. Erdogan, continuó con las caricias en el rostro de su hermanastra, disfrutando de la tibieza de su tersa piel. Un tembloroso suspiro escapó de las labios de la niña para luego apartarse con brusquedad. No sabía cómo lidiar con la avalancha de emociones que en ese momento la embargaban.

No tenía con quién conversar respecto a sus sentimientos, no podía contarle a Simoné lo que pasaba en su interior cada vez que Erdogan estaba cerca o cada vez que la tocaba. Necesitaba tanto a su madre en momentos como estos.

— ¿Estás enfadada?— El rechazo de Efsun dolió de una manera intensa—. Si hice algo que pudiera molestarte, permíteme disculparme—. Desvía la mirada dolido.

—No has hecho nada malo Erdogan—, posa una de sus delicadas manos sobre la de su hermano—. No me siento muy bien, ya sabés, extraño a mi madre, de igual modo me siento un poco sola.

—Lo de tu madre lo entiendo, pero lo de sentirte sola... —hace una leve pausa— sabés que me tienes a mí.

—Lo sé, no me refiero en ese aspecto—, se sentó en la cama sin despegar la mirada de su hermano.

— ¿Entonces?— se acercó a ella y se colocó en cuclillas.

—Las vecinas de la esquina se burlan de mí... dicen que soy fea por que ningún chico me a besado—. Abultó levemente sus labios al momento que desvía la mirada.

—No eres fea... Eres la chica mas hermosa que jamás haya visto— la toma de ambas mejillas obligándole a mirarlo—. No les hagas caso.

Erdogan volvió a acariciar con ternura las mejillas de su hermana sin apartar la mirada de sus ojos. Se dejó envolver por la magia del momento y la avalancha de emociones que lo embargaba.

Lentamente acercó su rostro al de Efsun, ella al percatarse de lo que él haría se entregó completamente, cerrando sus ojos tratando de disfrazar sus nervios. Erdogan rozó los labios ajenos con los propios disfrutando de la calidez de la boca contraria.

Fue un roce suave, cargado de ternura y nada invasivo. Ambos eran aún unos críos y la inexperiencia era palpable en el ambiente, sin embargo, lo disfrutaron al máximo.

—Lo siento— masculló con voz ronca Erdogan al separarse.

Antes de que Efsun pudiera decir algo en su defensa, él salió con prisa de la habitación. Ella se quedó ahí, completamente inerte mientras acariciaba sus labios con la yema de los dedos, anhelando la tibieza de su hermano.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo