Natasha

El vuelo a casa se siente como una eternidad, las paredes del avión se sentían asfixiantes, y la incertidumbre era un doloroso recordatorio de que mis bebés estaban heridos, la sensación de impotencia era abrumadora, no poder siquiera estar allí para consolarlos.

Y el maldito vuelo tarda once horas, habrían sido menos en el jet, pero mi piloto tardaría más en ir a recogerme a causa de la nieve. Así que fueron once horas de angustia y llanto, con ligeros sueños llenos de pesadillas hasta que veo las luces de Nueva York por la ventana, había salido de Siberia a Moscú y de Moscú a Nueva York, eran cerca de las siete de la noche y me encontraba al borde del colapso, sin mencionar

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