Natasha

— Debes estar de broma — me quejo, pero él luce ligeramente culpable.

— Oye, sabes que no puedo resistirme a ti cuando estás desnuda...y la forma en que lo pediste— levanta las cejas y le doy un ligero puño en el brazo.

No puede ser, ¡no puedo estar embarazada! ¡quintillizos! Mil veces peor.

— Dime que es broma — pido, pero él hace una mueca, y yo tengo ganas de llorar — Maldita sea, ¿no podía cerrar las piernas para ti?

— No, yo me quejaría — dice bromeando — aunque si lo piensas bien...luego de cuatro años, eso fue lo último en lo que pensamos.

— Anya aún requiere mucha atención — me quejo, él me sonríe.

— Esta vez yo estoy aquí — me asegura, besándome con cuidado, y la sensación de alivio que siento no tiene precio, era

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