Ana dejó a Emanuel viendo la película y siguió a Maxwell por las escaleras.El hombre cojeaba menos del pie, pero aun así subió un poco lento y ella lo siguió en silencio.La puerta al lado del gimnasio estaba abierta y cuando Ana entró detrás de él se quedó maravillada por lo que veía.Era, literalmente, un laboratorio pequeño con luces por todas partes, frascos de vidrio y sobre una mesa un una decena de cuadernos.— ¿Estudia? — le preguntó y él asintió.— Tengo una licenciatura en biotecnología y química, pero ahora estoy estudiando unos cursos de biología, quiero demostrar que se puede extraer de los genes de los animales, como los tiburones, la llave para muchas enfermedades… — sacudió la cabeza al ver la cara de asombro de Ana — lo siento, siempre se me va la mano cuando hablo de estos temas.— No, está bien, es muy interesante — Maxwell le indicó que se sentara en la silla junto a él.— Quiero hablarte de lo que pasó — le dijo él y Ana pasó saliva — no sé lo que has vito, pero
Ana no pudo evitar sentirse como una estúpida durante el resto del día. En el almuerzo ni siquiera fue capaz de mirar a Maxwell a la cara, aparte de que le había mentido descaradamente, el tema del juguete la tenía apunto del colapso nervioso de la vergüenza que sentía.Siempre había sido un poco impulsiva, su bica iba por delante de su cabeza y aunque había logrado controlarlo, el hombre la ponía altamente nerviosa y eso la hacía sentir incómoda.Pasó la tarde libre lavando la ropa que tenía, que por cierto no era mucha, y después un rato con Emanuel terminando de ver la película, por suerte el niño había terminado los deberes en la mañana y con la tarde libre Ana observó un poco de su rutina.Le gustaba leer bastante, dibujar y perseguir al gato para buscarle pulgas, pero sobre todo le gustaba llamar la atención de su padre.Constantemente entraba al laboratorio con alguna excusa tota y Maxwell lo despachaba con una respuesta más tonta aún, y aunque Ana no necesitaba más evidencias,
La cena fue incómoda, Ana no pudo contener el aluvión de preguntas que Ámeli le soltó. Cuantos años tenía, donde había estudiado entre otras, y por más que Maxwell intentó regañarla, la pelirroja fue bastante intensa.— Bien, me quedo tranquila — le dijo Ámeli cuando, ya entrada la noche, Ana cargó en brazos a Emanuel para llevarlo a la cama ya que se había quedado dormido sobre la mesa.— Yo lo llevo — le insistió Maxwell, pero Ana quería librarse de esa situación, así que negó con la cabeza.— Está bien, atienda su visita, yo lo llevo a la cama — se alejó con el niño en brazos por las escaleras y cuando cerró la puerta tras ella se sintió más tranquila.Cuando dejó al niño en la cama se sentó a su lado y se quedó ahí un rato mirando las cosas que tenía desperdigadas por todas partes, pero irremediablemente tenía que volver a bajo, así que se paró a regañadientes y salió.Mientras bajaba por las escaleras escuchó como la pareja charlaba animadamente y cuando los vio, tenían las manos
Ana se metió en la cama y se cubrió con las sábanas hasta el cuello, Maxwell se sentó en el mueble frente a ella con las piernas estiradas, en el rostro se le veía un cansancio acumulado de varios días, pero le sonrió y ella le sonrió de vuelta.— Siento lo que pasó — le dijo él Ana se encogió de hombros.— No importa…— Sí, sí importa, Ámeli es muy impertinente, no debió haberte hecho sentir incómoda — Ana ladeó la cabeza.— Yo la entiendo — le dijo la muchacha — ella solo quiere saber qué clase de mujer contrató su novio, debe estar pendiente — Maxwell la miró con los ojos abiertos, luego soltó una carcajada que dejó a Ana estupefacta sobre la cama.— Bueno, supongo que es fácil caer en ese error — Ana bajó los pies de la cama, pero no se quitó las sábanas de encima — Ámeli no es mi novia — ahora fue Ana la que se rio, pero en cuanto vio la cara seria del hombre se borró su sonrisa.— ¿Qué? — Maxwell asintió.— Es mi amiga, nos conocemos desde que ambos teníamos como diez años, apar
A Ana le costó un poco acostumbrarse a la rutina, Maxwell se marchaba tan temprano al laboratorio que cuando ella se levantaba el hombre ya no estaba, pasaba todo el día con Emanuel enseñándole, pero el niño era tan aplicado e inteligente que no tardaban ni la mitad del tiempo que la escuela destinaba para cada actividad.El resto del día la pasaban viendo películas o leyendo los libros del niño, y todo se sentía tan bien y tan cómodo que en menos de lo que Ana imaginó pasó una semana, luego dos, y en todo ese tiempo vio a Maxwell apenas un par de veces.El hombre de verdad parecía más interesado en su trabajo que en pasar un mínimo momento en su casa con su hijo, incluso el fin de semana no llegó a dormir, y Ana se imaginó que debió pasar la noche o trabajando o con una mujer, pero al siguiente día llegó muy temprano con un compañero del laboratorio y le dejó a Ana el desayuno servido sobre la mesa, después de eso despareció por otros dos días.— ¿Siempre hace eso? — le preguntó Ana
Ana corrió con el corazón en la mano, le ardía el cuerpo y comenzaba a sentir que la mejilla se le inflamaba, pero no le importó, la policía y los bomberos estaban afuera y parecían relajados, cosa que la relajó un poco, pero cuando entró, por la puerta abierta un fuerte olor a algo quemado le llenó las fosas nasales e hizo que se cubriera, pero una olead de dolor la invadió, así que prefirió oler.Cuando llegó a la sala se encontró con un caos total, la cocina estaba llena de una sustancia blanca y y un extintor estaba tirado más allá.Emanuel estaba sentado en la mesa y tenía los ojitos enrojecidos de llorar, y en cuanto la vio abrió la boca para decirle algo, pero luego puso una mueca de terror.— Maxwell — dijo ella al hombre que estaba recostado en la encimera dándole la espalda.Maxwell levantó la cabeza, pero no la miró, su respiración era acelerada.— ¿Dónde estabas? — le preguntó él, se notaba que estaba conteniendo la rabia y a Ana le tembló la voz.— Salí a comprar…— ¡Dos
Cuando Ana despertó en la mañana le dolía tanto el cuerpo que apenas si pudo levantase y darse una ducha, y ni siqueara el agua fría le ayudó a mermar el malestar.Gracias a la medicina y las compresas de hielo que le trajo un rato después Maxwell, había amanecido con el rostro deshinchado, pero aun así amoratado, con la herida en la mejilla de un color verdoso y la nariz morada, pero Ana ya estaba acostumbra a ese tipo de heridas y cuando se sentó frente al espejo con el maquillaje ya sabía perfectamente qué debía hacer, pero antes de abrir la paleta de colores alguien tocó a la puerta.— Soy Max — dijo él y Ana le pidió que entrara. El hombre entró con una bandeja en las manos y la miró sorprendido.— ¿No te dije anoche que te traje el hielo que hoy no trabajabas? — Ana se encogió de hombros.— No importa, estoy acostumbrada — Maxwell la miro raro.— ¿ A trabajar golpeada? — Ana abrió los ojos y titubeó.— A… No, ¿Cómo crees? A trabajar con dolor, ya sabes, por la regla y eso — él l
El fin de semana llegó rápido, y Ana no pudo evitar notar que Maxwell sí había intentado pasar más tiempo con Emanuel, los días siguientes a su conversación el hombre llegaba a casa antes de que se anocheciera, y se sentaba en la sala una hora más a hacer apuntes en su cuaderno, luego los acompañaba a ver la serie del niño ciervo que Emanuel le pidió a Ana ver con él y eso le agradó a la maestra, se notaba que de verdad la conversación con ella y el seguro regaño de su hermano habían logrado cambiar la forma de pensar del científico, pero la cara con la que amaneció el sábado le indicó a Ana lo contrario.Aunque se portó de forma amable y tranquila, Ana notaba la amargura que le producía no ir a trabajar ese día, pero lo importante era la carita de felicidad que tenía el niño.— No todo en la vida es trabajo, debes descansar de vez en cuando — le dijo ella mientras llegaban al parque y él se ajustó la camisa.— Descansaré cuando cure el cáncer — ante esto, ¿Qué podía argumentar Ana? A