Ana corrió con el corazón en la mano, le ardía el cuerpo y comenzaba a sentir que la mejilla se le inflamaba, pero no le importó, la policía y los bomberos estaban afuera y parecían relajados, cosa que la relajó un poco, pero cuando entró, por la puerta abierta un fuerte olor a algo quemado le llenó las fosas nasales e hizo que se cubriera, pero una olead de dolor la invadió, así que prefirió oler.Cuando llegó a la sala se encontró con un caos total, la cocina estaba llena de una sustancia blanca y y un extintor estaba tirado más allá.Emanuel estaba sentado en la mesa y tenía los ojitos enrojecidos de llorar, y en cuanto la vio abrió la boca para decirle algo, pero luego puso una mueca de terror.— Maxwell — dijo ella al hombre que estaba recostado en la encimera dándole la espalda.Maxwell levantó la cabeza, pero no la miró, su respiración era acelerada.— ¿Dónde estabas? — le preguntó él, se notaba que estaba conteniendo la rabia y a Ana le tembló la voz.— Salí a comprar…— ¡Dos
Cuando Ana despertó en la mañana le dolía tanto el cuerpo que apenas si pudo levantase y darse una ducha, y ni siqueara el agua fría le ayudó a mermar el malestar.Gracias a la medicina y las compresas de hielo que le trajo un rato después Maxwell, había amanecido con el rostro deshinchado, pero aun así amoratado, con la herida en la mejilla de un color verdoso y la nariz morada, pero Ana ya estaba acostumbra a ese tipo de heridas y cuando se sentó frente al espejo con el maquillaje ya sabía perfectamente qué debía hacer, pero antes de abrir la paleta de colores alguien tocó a la puerta.— Soy Max — dijo él y Ana le pidió que entrara. El hombre entró con una bandeja en las manos y la miró sorprendido.— ¿No te dije anoche que te traje el hielo que hoy no trabajabas? — Ana se encogió de hombros.— No importa, estoy acostumbrada — Maxwell la miro raro.— ¿ A trabajar golpeada? — Ana abrió los ojos y titubeó.— A… No, ¿Cómo crees? A trabajar con dolor, ya sabes, por la regla y eso — él l
El fin de semana llegó rápido, y Ana no pudo evitar notar que Maxwell sí había intentado pasar más tiempo con Emanuel, los días siguientes a su conversación el hombre llegaba a casa antes de que se anocheciera, y se sentaba en la sala una hora más a hacer apuntes en su cuaderno, luego los acompañaba a ver la serie del niño ciervo que Emanuel le pidió a Ana ver con él y eso le agradó a la maestra, se notaba que de verdad la conversación con ella y el seguro regaño de su hermano habían logrado cambiar la forma de pensar del científico, pero la cara con la que amaneció el sábado le indicó a Ana lo contrario.Aunque se portó de forma amable y tranquila, Ana notaba la amargura que le producía no ir a trabajar ese día, pero lo importante era la carita de felicidad que tenía el niño.— No todo en la vida es trabajo, debes descansar de vez en cuando — le dijo ella mientras llegaban al parque y él se ajustó la camisa.— Descansaré cuando cure el cáncer — ante esto, ¿Qué podía argumentar Ana? A
Ana se acercó a Maxwell despacio e hizo mucha fuerza de voluntad para mirarlo a los ojos y no a los firmes pectorales que tenía tan cerca que solo era cuestión de levantar la mano para poder tocarlos, pero se contuvo.— Comelo que se derrite — le dijo y Maxwell le dio un mordisco a la paleta.— ¿No te cambiarás? — ella negó.— Claro que no, no tengo traje de baño y el agua me quitaría el maquillaje — Maxwell estiro la mano y la agarró del mentón.— El traje no es problema, ¿y aun te preocupas por esos golpes? — ella le apartó la mirada — ya te lo dije, eres hermosa incluso con esos golpes, no deber avergonzarte por eso si no es tu culpa. A demás Emanuel se sentirá mal si no nos acompañas, Ana blanqueó los ojos.— Está bien — Maxwell sonrió y luego le indicó que esperara a Emanuel que se estaba cambiando, luego se fue hacia la tienda que quedaba al lado de la piscina.Cuando el niño salió la miró con una sonrisa, tenía una camisa con las mangas hasta las muñecas y la cara llena de bloq
Ana se dejó llevar por la mano grande y cálida de Maxwell que la llevaba hacia la habitación, y cuando la puerta se cerró la recostó sobre la madera y presionó todo su cuerpo contra el de ella.El calor en el vientre se le extendió por todo el cuerpo y cuando el hombre pasó las manos por su espalda bajo la blusa una corriente deliciosa le hizo arquear la espalda.Enredó los dedos en el cabello de Maxwell y lo apretó mientras él le devoraba la boca y cuando le mordió levemente la lengua supo que ya había perdido la batalla.Con un hábil movimiento le quitó la camisa al hombre y le dio un beso grande en uno de los pectorales y se deleitó con la sensación áspera de los pelitos que cubrían la pálida piel.Maxwell la tomó de la cadera y la llevó hasta a la cama y la recostó con suavidad, cada movimiento del hombre era firme pero delicado y eso la excitó, y cuando se subió sobre ella después de abrirle las piernas Ana movió las caderas para maximizar la fricción entre ella y el endurecido m
Cuando Ana despertó, aún no había amanecido. Por la ventana de la habitación penas y comenzaba a otearse al alba muy lejos en las montañas.Una mano cálida se deslizó por su vientre y todo volvió a ella como un golpe que le hizo dar un salto.Cuando se volvió hacia atrás, Maxwell estaba abrazado a ella, ambos desnudos metidos en las sábanas y sintió que el calor le subió a la cara.El hombre la abrazaba y tenía los pies enredados con los suyos y a Ana le costó salir de la cama sin despertarlo. Buscó su ropa en silencio y se vistió procurando no hace ningún ruido.¿Qué le había pasado? ¿Cómo se había dejado llevar de esa forma? Imaginó que no sería capaz de volver a mirar al hombre a la cara en lo que le quedaba de vida.Antes de salir lo miró por última vez, dormido tenía un gesto tan tierno que la conmovió, y de verdad que tuvo que hacer acopio de su fuerza de voluntad para no acariciarle el cabello despeinado.Salió al corredor cerrando la puerta despacio y cuando bajó las escaleras
Ana se contuvo frente a la puerta sin saber muy bien qué debía hacer, pero no tenía otra opción, Maxwell no le daría la oportunidad de hablar con él, así que ella tenía que buscar esa oportunidad.Metió la llave en la cerradura y cuando la giró y abrió la puerta, lo primero que se encontró fue directamente con los ojos del hombre que miraron con curiosidad a quien entraba al laboratorio, pero cuando vio que era Ana volteó de nuevo hacia donde estaba escribiendo y la ignoró.Ella cerró la puerta, lo último que quería era que Emanuel los escuchara discutir.— ¿Podemos hablar? — le preguntó ella y él no la miró.— ¿Ámeli ya llegó? — le preguntó él.— No.— Cuando llegue que vengan aquí, estoy muy ocupado.— Está bien, pero…— ¿Emanuel ya está durmiendo? — parecía que el hombre estaba decidido a no dejarla hablar.— Si, ya lo acosté, podemos habl…— Entonces ya te puedes retirar, tengo…— ¡Dejame hablar! — le dijo ella levantando la voz y él la miró.Ana dejó escapar el aire y tomó una si
Ana se quedó en la puerta un momento mientras escuchaba a Maxwell discutir con su amiga al otro lado. — Por favor, dile a tus novios que nos vemos luego — le pidió el científico y Ámeli se rio. — No te veía desnudo desde los veinte — bromeó ella — te pusiste muy bueno, lástima que no me gusten los hombres, aunque no creo que me entrara todo eso de todas formas. — ¡Ámeli! — le gritó él y Ana se preguntó cómo es que esos dos podían ser amigos, eran tan distintos, mientras Ámeli era de mente muy muy abierta y morbosa, Maxwell era serio y cayado, aunque Ana no pudo negar que tambien le gustaba un poco el morbo, se le notaba. — Ya, está bien, ¿Qué pasó? — le preguntó ella — cúbrete con mi bufanda. — Estábamos discutiendo y… es una larga historia, pero nos salpicó un líquido corrosivo del laboratorio. — ¿Están bien? — preguntó Ámeli con genuina preocupación y Maxwell bajó tanto la voz que Ana se tuvo que recostar bien en la puerta para escucharlo. — Sí, nos metimos en la ducha, ya sab