Cuando Ana despertó, aún no había amanecido. Por la ventana de la habitación penas y comenzaba a otearse al alba muy lejos en las montañas.Una mano cálida se deslizó por su vientre y todo volvió a ella como un golpe que le hizo dar un salto.Cuando se volvió hacia atrás, Maxwell estaba abrazado a ella, ambos desnudos metidos en las sábanas y sintió que el calor le subió a la cara.El hombre la abrazaba y tenía los pies enredados con los suyos y a Ana le costó salir de la cama sin despertarlo. Buscó su ropa en silencio y se vistió procurando no hace ningún ruido.¿Qué le había pasado? ¿Cómo se había dejado llevar de esa forma? Imaginó que no sería capaz de volver a mirar al hombre a la cara en lo que le quedaba de vida.Antes de salir lo miró por última vez, dormido tenía un gesto tan tierno que la conmovió, y de verdad que tuvo que hacer acopio de su fuerza de voluntad para no acariciarle el cabello despeinado.Salió al corredor cerrando la puerta despacio y cuando bajó las escaleras
Ana se contuvo frente a la puerta sin saber muy bien qué debía hacer, pero no tenía otra opción, Maxwell no le daría la oportunidad de hablar con él, así que ella tenía que buscar esa oportunidad.Metió la llave en la cerradura y cuando la giró y abrió la puerta, lo primero que se encontró fue directamente con los ojos del hombre que miraron con curiosidad a quien entraba al laboratorio, pero cuando vio que era Ana volteó de nuevo hacia donde estaba escribiendo y la ignoró.Ella cerró la puerta, lo último que quería era que Emanuel los escuchara discutir.— ¿Podemos hablar? — le preguntó ella y él no la miró.— ¿Ámeli ya llegó? — le preguntó él.— No.— Cuando llegue que vengan aquí, estoy muy ocupado.— Está bien, pero…— ¿Emanuel ya está durmiendo? — parecía que el hombre estaba decidido a no dejarla hablar.— Si, ya lo acosté, podemos habl…— Entonces ya te puedes retirar, tengo…— ¡Dejame hablar! — le dijo ella levantando la voz y él la miró.Ana dejó escapar el aire y tomó una si
Ana se quedó en la puerta un momento mientras escuchaba a Maxwell discutir con su amiga al otro lado. — Por favor, dile a tus novios que nos vemos luego — le pidió el científico y Ámeli se rio. — No te veía desnudo desde los veinte — bromeó ella — te pusiste muy bueno, lástima que no me gusten los hombres, aunque no creo que me entrara todo eso de todas formas. — ¡Ámeli! — le gritó él y Ana se preguntó cómo es que esos dos podían ser amigos, eran tan distintos, mientras Ámeli era de mente muy muy abierta y morbosa, Maxwell era serio y cayado, aunque Ana no pudo negar que tambien le gustaba un poco el morbo, se le notaba. — Ya, está bien, ¿Qué pasó? — le preguntó ella — cúbrete con mi bufanda. — Estábamos discutiendo y… es una larga historia, pero nos salpicó un líquido corrosivo del laboratorio. — ¿Están bien? — preguntó Ámeli con genuina preocupación y Maxwell bajó tanto la voz que Ana se tuvo que recostar bien en la puerta para escucharlo. — Sí, nos metimos en la ducha, ya sab
22Una amenaza.Ana estaba contemplando su cuerpo en el espejo de cuerpo completo de la habitación de Maxwell, tenía una camisa del hombre que le quedaba por debajo de los muslos y no pudo evitar soltar una risita tonta.Después de jugar con el juguete del hombre, Maxwell le metió la lengua hasta en lugares que Ana no imaginó sentiría placer, y en efecto, terminó en medio de un grito mientras le agarraba el cabello al hombre con fuerza.Se sentó en el borde de la cama mirando un punto fijo en el suelo, Albán nunca había sido un buen amante, es más, antes de que ella huyera llevaba varios meses sin tocarla, y aunque aún le parecía que era poco tiempo pada darse una nueva oportunidad en el amor, Maxwell era un hombre e increíble, un poco cascarrabias, pero siempre le preguntaba cómo estaba, parecía de verdad interesado en ella y mientras tenían sexo, nunca dejaba de demostrarle que su placer parecía ser más importante que el de él y eso la emocionó.Maxwell salió del baño, se había qued
Ana no pudo evitar sentirse incómoda durante la cena, Ámeli era una muchacha muy alegre y carismática y aunque no entendió del todo cómo funcionaba su relación de tres extraña, tampoco preguntó, no era de su incumbencia y los tres se veían bastante felices.Pero no fue la relación abierta de la pelirroja lo que la incomodó durante la cena a Ana, era la interminable guerra de miradas que le dedicaba el hermano de Maxwell cada que el científico le acariciaba el hombro y cada vez que le sonreía.Entendía que Ernesto quería proteger a su hermano, pero, ella no le haría daño, o esa era por lo menos la intención que tenía la maestra, no hacerle daño. Pero dentro de ella sabía que existía esa posibilidad, ¿Si no funcionaba y ella se iba? ¿le haría daño? Claro que sí, ¿estaba siento una egoísta? Tambien, pero ¿y sí las cosas sí funcionaban? Si de verdad el hombre resultaba ser todo lo que parecía, ¿lo dejaría? No sabía si estaba preparada para una nueva oportunidad en el amor, no solo del in
Ana se giró dándole la espalda a Maxwell y bajó los pies de la cama sentándose en el borde. El hombre hizo lo mismo y se sentó a su lado contemplado la argolla de matrimonio que ella le había entregado.— No pensaba decírtelo — le comentó ella — se supone que yo me iría.— ¿Ya no lo harás? — le preguntó él con un tono esperanzado y Ana lo miró a los ojos.— Cuando me escuches, sabrás por qué quiero irme — él miró de nuevo el anillo.— Estás casada — murmuró Maxwell muy bajito, como si así no fuera real y Ana pasó saliva.— Separada — afirmó — los papeles de divorcio ya están con él, pero no los va a firmar, no lo hará por que está obsesionado con tenerme como su propiedad — Maxwell la miró esta vez con genuina curiosidad y Ana se puso de pie y caminó por la habitación — su nombre es Albán, es policía, uno que tiene muchas influencias y poder, no me preguntes como consiguió tanto poder, pero…»— Lo conocí el pueblo donde nací, mamá me insistió mucho en que era un buen hombre y yo lo qu
Ana respiró profundo mientras miraba por la ventana. Dentro del auto se respiraba una atmosfera pesada y Ernesto no pronunció ni una sola palabra hasta que se detuvieron en el parqueadero de una cafetería, Ana sabía cuál era, ahí conoció a Maxwell el día de la entrevista y el recuerdo le arrancó una sonrisa, ¿Cómo podía juzgar a Maxwell por rechazarla si parecía una vagabunda?Ana intentó bajar cuando el auto se detuvo, pero aún tenía los seguros, así que se volvió hacia el muchacho.— ¿Me trajiste hasta aquí para hablar en el auto? — Le preguntó Ana y Ernesto apagó el motor, luego respiró profundo un par de veces.— Yo tenía como once o así cuando pasó — comenzó a contarle — Maxwell conoció a Lisa iniciando la universidad, fue un amor de joven adulto intenso, y papá y mamá le dieron tanta libertad que… bueno, él era un muchacho muy inteligente, pero tambien inmaduro, siempre se ha dejado llevar más por las emociones que por la razón, y es extraño para un científico.— ¿A dónde quiere
Maxwell salió temprano del trabajo ese día, estaba más cerca que nunca de encontrar lo que llevaba años buscado, si todo salía bien, podría salvar la vida de millones de personas de enfermedades autoinmunes y eso lo tenía emocionado al igual que a todo su equipo, pero había logrado entender poco a poco que no todo en la vida era trabajo.Desde que Ana se había sincerado con él la noche anterior no había dejado de pensar en ella en todo el día, claro que se sintió incomodo y un poco enojado de que ella no le hubiera contado la verdad desde el principio, pero ¿Cómo podía juzgarla? Él era un desconocido y en el momento en que decidieron darse una oportunidad ella se había sincerado con él, en el momento perfecto y Maxwell se sintió agradecido.Durante el día no pudo evitar recordar el rostro de Ana cuando le contaba, se veía realmente asustada y él se preguntó qué clase de monstruo tenía que ser ese hombre pare despertar en ella ese terror.Cuando llegó a casa dejó el auto en la cochera