La cara de Emanuel estaba roja, el niño parecía estresado y furioso y aunque Maxwell respiró para que el malgenio se le escapara, no lo logró.— No seas grosero, Emanuel — le dijo él y el niño le quitó la mirada — ella será tu nueva maestra, está especializada y…— No me agrada — le cortó el niño y Maxwell se pasó los dedos por el cabello.— Ni siquiera le has dado la oportunidad — lo regañó. La mujer dio un paso al frente y le estiró la mano.— Sé que nos la llevaremos muy bien, me llamo Lina — el niño le estrechó la mano por pura cortesía, pero luego miró a su padre.— Yo quiero a Ana — le repitió y Maxwell dejó escapar el aire. Ana, ¿La profesora sucia que parecía una vagabunda?— Ya escogí a Lina, y no habrá más discusión al respecto — el niño lo miró con rencor y salió corriendo por las escaleras — ¡Emanuel ven aquí! — le gritó Maxwell, pero el niño se detuvo en la mitad de las escaleras y tambien le gritó.— ¡Yo debí estar en esas entrevistas por que la profesora era para mi¡ si
Ana se despertó temprano esa mañana, no sabía qué la había despertado primero, si el dolor del cuello, el frio de la madrugada o la llovizna que comenzó a caer después de las cinco, así que a esa hora se tuvo que levantar para meterse debajo del techo de un paradero de autobuses.Rebuscó en todos los bolsillos de su pantalón, del bolso y la cartera y no encontró nada, ni siquiera una mísera moneda. Lo último que había tenido se lo gastó en un par de chicles para pasar el hambre.Se lavó los dientes con el agua de una fuente y trató de peinarse lo mejor que pudo en una vitrina de una frutería y en un baño público se cambió de ropa, pero era la segunda vez que usaba ese conjunto y se le notaba un poco arrugado y con un par de manchas de polvo.Solo tenía que conseguir el dinero suficiente para salir de la cuidad, si lograba llegar a la ciudad vecina sabía que los contactos de la directora del colegio donde había trabajado la ayudarían a conseguir un empleo medio decente, pero no podía d
Ana se sintió extraña e incómoda con la sensación en el estómago. Maxwell se bajó del auto y ella lo siguió, la otra mujer estaba en la entrada de la casa con una maleta muy grande a sus pies.— Llegué esta mañana — comenzó a contarle la mujer al él — y me encuentro con que ya no me va a contratar y no se tomó la mínima molestia en avisarme.— Lina, lo siento, lo olvidé.— ¿En serio me cambiaste por esta vagabunda — dijo la mujer señalando a Ana — ¿por qué? ¿solo porque es más joven? ¿yo puedo demostrarte que seré más mujer que esta mocosa?— ¿De qué diablos habla? — le preguntó Maxwell, el hombre parecía estar perdiendo la cabeza — Yo contraté a una maestra no alguien a quien relvarme a la cama, ¿Qué le pasa? — casi que le gritó él a la mujer que abrió los ojos.— ¿De qué diablos me hablas tú? — le gritó ella de vuelta — si solo quisieras una maestra entonces por qué dejaste ese ridículo anuncio desesperado en el periódico.Maxwell se pasó los dedos por el cabello y Ana vio como los
Ana estableció una alarma bien temprano en la mañana, y cuando su celular sonó a su lado casi le dieron ganas de llorar. Tenía el cuerpo calentito y el estómago lleno, era la mañana más cómoda que había tenido prácticamente en toda su vida y no quería desprenderse de las sábanas, pero se levantó a la fuerza y se dio una ducha con agua fría, pero a la mitad la cambió a agua caliente, ya había sufrido lo necesario. Cuando salió de la habitación comprobó todo, la sala estaba un poco desordenada con los juguetes de Emanuel y la cocina llena de los platos de la noche anterior, así que se puso a trabajar en ello. Ya el desayuno terminado y la planta baja organizada miró la hora, eran las siete y media y parecía que nadie se había levantado, así que subió las escaleras con pasos lentos y asomó la cabeza al corredor. Era amplio y parecía nuevo, como si hubieran construido el segundo piso mucho tiempo después del primero. Había varias puertas a cada lado del corredor y solo la del final pa
La habitación de Emanuel era desordenada y contrastaba con el resto de la casa, pero lo que más le sorprendió a Ana fue la cantidad de libros que había en la habitación: En las estanterías, en el suelo y sobre la cama.La mayoría era de fantasía, pero tambien había muchos sobre cosas del espacio.Se sentó en el borde de la cama y le acarició el cabello rubio al niño que dormía profundamente.— Emanuel — le dijo y cuando él abrió los ojitos verdosos le sonrió.— Ana. ¿Qué haces?— Vengo a despertarte, hoy toca matemáticas y literatura, y hay que revisar el correo electrónico de tu papá a ver que te enviaron de la escuela — Emanuel se cubrió la cara con las sábanas.— No quiero estudiar, quiero dormir — Ana soltó una carcajada y le quitó las sábanas.— Vamos, estudiamos y luego ordenaremos tu cuarto si quieres, o si no quieres podemos ver una película — Emanuel la miró con los ojos entrecerrados.— ¿Una película? — ella asintió — ¿de tinkerbell?— Si te la ganas, sí.— ¿Qué debo hacer?
Ana dejó a Emanuel viendo la película y siguió a Maxwell por las escaleras.El hombre cojeaba menos del pie, pero aun así subió un poco lento y ella lo siguió en silencio.La puerta al lado del gimnasio estaba abierta y cuando Ana entró detrás de él se quedó maravillada por lo que veía.Era, literalmente, un laboratorio pequeño con luces por todas partes, frascos de vidrio y sobre una mesa un una decena de cuadernos.— ¿Estudia? — le preguntó y él asintió.— Tengo una licenciatura en biotecnología y química, pero ahora estoy estudiando unos cursos de biología, quiero demostrar que se puede extraer de los genes de los animales, como los tiburones, la llave para muchas enfermedades… — sacudió la cabeza al ver la cara de asombro de Ana — lo siento, siempre se me va la mano cuando hablo de estos temas.— No, está bien, es muy interesante — Maxwell le indicó que se sentara en la silla junto a él.— Quiero hablarte de lo que pasó — le dijo él y Ana pasó saliva — no sé lo que has vito, pero
Ana no pudo evitar sentirse como una estúpida durante el resto del día. En el almuerzo ni siquiera fue capaz de mirar a Maxwell a la cara, aparte de que le había mentido descaradamente, el tema del juguete la tenía apunto del colapso nervioso de la vergüenza que sentía.Siempre había sido un poco impulsiva, su bica iba por delante de su cabeza y aunque había logrado controlarlo, el hombre la ponía altamente nerviosa y eso la hacía sentir incómoda.Pasó la tarde libre lavando la ropa que tenía, que por cierto no era mucha, y después un rato con Emanuel terminando de ver la película, por suerte el niño había terminado los deberes en la mañana y con la tarde libre Ana observó un poco de su rutina.Le gustaba leer bastante, dibujar y perseguir al gato para buscarle pulgas, pero sobre todo le gustaba llamar la atención de su padre.Constantemente entraba al laboratorio con alguna excusa tota y Maxwell lo despachaba con una respuesta más tonta aún, y aunque Ana no necesitaba más evidencias,
La cena fue incómoda, Ana no pudo contener el aluvión de preguntas que Ámeli le soltó. Cuantos años tenía, donde había estudiado entre otras, y por más que Maxwell intentó regañarla, la pelirroja fue bastante intensa.— Bien, me quedo tranquila — le dijo Ámeli cuando, ya entrada la noche, Ana cargó en brazos a Emanuel para llevarlo a la cama ya que se había quedado dormido sobre la mesa.— Yo lo llevo — le insistió Maxwell, pero Ana quería librarse de esa situación, así que negó con la cabeza.— Está bien, atienda su visita, yo lo llevo a la cama — se alejó con el niño en brazos por las escaleras y cuando cerró la puerta tras ella se sintió más tranquila.Cuando dejó al niño en la cama se sentó a su lado y se quedó ahí un rato mirando las cosas que tenía desperdigadas por todas partes, pero irremediablemente tenía que volver a bajo, así que se paró a regañadientes y salió.Mientras bajaba por las escaleras escuchó como la pareja charlaba animadamente y cuando los vio, tenían las manos