Ana no pudo evitar sentirse incómoda durante la cena, Ámeli era una muchacha muy alegre y carismática y aunque no entendió del todo cómo funcionaba su relación de tres extraña, tampoco preguntó, no era de su incumbencia y los tres se veían bastante felices.Pero no fue la relación abierta de la pelirroja lo que la incomodó durante la cena a Ana, era la interminable guerra de miradas que le dedicaba el hermano de Maxwell cada que el científico le acariciaba el hombro y cada vez que le sonreía.Entendía que Ernesto quería proteger a su hermano, pero, ella no le haría daño, o esa era por lo menos la intención que tenía la maestra, no hacerle daño. Pero dentro de ella sabía que existía esa posibilidad, ¿Si no funcionaba y ella se iba? ¿le haría daño? Claro que sí, ¿estaba siento una egoísta? Tambien, pero ¿y sí las cosas sí funcionaban? Si de verdad el hombre resultaba ser todo lo que parecía, ¿lo dejaría? No sabía si estaba preparada para una nueva oportunidad en el amor, no solo del in
Ana se giró dándole la espalda a Maxwell y bajó los pies de la cama sentándose en el borde. El hombre hizo lo mismo y se sentó a su lado contemplado la argolla de matrimonio que ella le había entregado.— No pensaba decírtelo — le comentó ella — se supone que yo me iría.— ¿Ya no lo harás? — le preguntó él con un tono esperanzado y Ana lo miró a los ojos.— Cuando me escuches, sabrás por qué quiero irme — él miró de nuevo el anillo.— Estás casada — murmuró Maxwell muy bajito, como si así no fuera real y Ana pasó saliva.— Separada — afirmó — los papeles de divorcio ya están con él, pero no los va a firmar, no lo hará por que está obsesionado con tenerme como su propiedad — Maxwell la miró esta vez con genuina curiosidad y Ana se puso de pie y caminó por la habitación — su nombre es Albán, es policía, uno que tiene muchas influencias y poder, no me preguntes como consiguió tanto poder, pero…»— Lo conocí el pueblo donde nací, mamá me insistió mucho en que era un buen hombre y yo lo qu
Ana respiró profundo mientras miraba por la ventana. Dentro del auto se respiraba una atmosfera pesada y Ernesto no pronunció ni una sola palabra hasta que se detuvieron en el parqueadero de una cafetería, Ana sabía cuál era, ahí conoció a Maxwell el día de la entrevista y el recuerdo le arrancó una sonrisa, ¿Cómo podía juzgar a Maxwell por rechazarla si parecía una vagabunda?Ana intentó bajar cuando el auto se detuvo, pero aún tenía los seguros, así que se volvió hacia el muchacho.— ¿Me trajiste hasta aquí para hablar en el auto? — Le preguntó Ana y Ernesto apagó el motor, luego respiró profundo un par de veces.— Yo tenía como once o así cuando pasó — comenzó a contarle — Maxwell conoció a Lisa iniciando la universidad, fue un amor de joven adulto intenso, y papá y mamá le dieron tanta libertad que… bueno, él era un muchacho muy inteligente, pero tambien inmaduro, siempre se ha dejado llevar más por las emociones que por la razón, y es extraño para un científico.— ¿A dónde quiere
Maxwell salió temprano del trabajo ese día, estaba más cerca que nunca de encontrar lo que llevaba años buscado, si todo salía bien, podría salvar la vida de millones de personas de enfermedades autoinmunes y eso lo tenía emocionado al igual que a todo su equipo, pero había logrado entender poco a poco que no todo en la vida era trabajo.Desde que Ana se había sincerado con él la noche anterior no había dejado de pensar en ella en todo el día, claro que se sintió incomodo y un poco enojado de que ella no le hubiera contado la verdad desde el principio, pero ¿Cómo podía juzgarla? Él era un desconocido y en el momento en que decidieron darse una oportunidad ella se había sincerado con él, en el momento perfecto y Maxwell se sintió agradecido.Durante el día no pudo evitar recordar el rostro de Ana cuando le contaba, se veía realmente asustada y él se preguntó qué clase de monstruo tenía que ser ese hombre pare despertar en ella ese terror.Cuando llegó a casa dejó el auto en la cochera
Albán no la había golpeado, pero no por eso Ana no estaba aterrada. Después de que Ernesto la había dejado con el policía la había agarrado de la mano con tanta fuerza que los dedos le quedaron marcados sobre la piel, la subió al su patrulla y arrancó a toda velocidad en un silencio sepulcral. Ana no quería hablar, no quería que el hombre se enojara con ella, pero tenía en la frente esa arruga constante que le aterraba tanto. — Yo no quiero estar contigo — le dijo ella después de un rato armándose de valor — no sé por qué haces esto, tú no me quieres — el hombre estiró la mano, la agarró del cuello con fuerza y la estrelló contra el cristal y Ana sintió como el pómulo recibió el impacto. — Cállate — le dijo, no gritó, pero el tono calmado la aterrorizó más — era para toda la vida, nuestro matrimonio lo era y tú lo irrespetaste. — Tú fuiste el que me fue infiel con lo primero que se te atravesó — Albán le golpeó el costado con fuerza. — ¡Y tú te metiste con el malnacido ese! — le g
Ana se tensó tan fuerte que temió se le rompieran un par de costillas.— ¡Tú! — dijo Albán al ver a Maxwell y volteó la mano para agarrar su arma que estaba en la parte de atrás de su pantalón, pero el científico levantó el pie y le dio una patada tan fuerte en el pecho que lo lanzó de espaldas y el policía cayó como un costal de papas frente a Ana que tuvo que levantar los pies para que el hombre no los aplastara.— Si, yo, pedazo de m1era — le dijo Maxwell. Albán sacó el arma del pantalón y cuando le apuntó al hombre Ana le pateó la mano y el arma se disparó rompiendo el cristal de una ventana y rodó por el suelo. Ana vio que las llaves le colgaban de la correa del pantalón y las pisó con fuerza, y cuando Albán se puso de pie, el seguro se rompió.El policía se abalanzó hacia Maxwell, y logró acertarle un puño fuerte en el pómulo que lo desestabilizó, pero para sorpresa de Ana, el hombre le devolvió el puño al policía con tanta fuerza en la nariz que comenzó a sangrar de inmediato.
Ana se aferró a la mano de Maxwell mientras corrían por la calle y nunca se había sentido tan libre como en ese momento. Ni el dolor en el cuerpo ni el miedo de las represalias del Albán podían arrancarla de ese momento, con la mano del hombre entre la suya y el corazón martilleando en el pecho.Maxwell había dejado su auto en la esquina y solo después de entrar y arrancar el hombre dejó escapar el aliento.— No puede ser que hiciéramos esto — dijo y Ana estiró la mano para agarrarlo por el hombro.— Gracias — le dijo — de verdad gracias, parecías un superhéroe — Maxwell aceleró y las mejillas se le pusieron un poco rojas.— Papá Emilio prácticamente me obligó a entrenar, él tuvo que pelear a puño limpio varias veces para defender a mamá y bueno, creyó que era mejor que estuviéramos preparados, creo que sí sirvió de algo — los ojos de Ana se llenaron de lágrimas.— Claro que sirvió, me salvaste la vida — Maxwell la miró.— ¿Ese hombre te hubiera matado? — Ana se encogió de hombros.—
Cuando Ana se bajó del auto de Maxwell una oleada de dolor la acometió, no solo por el par de golpes que le había dado Albán, si no por todo el esfuerzo físico que había tenido que hacer. Lo único que quería era darse una ducha larga y dormir.Cuando estaba ya en la puerta, Maxwell evitó que entraran y sacó su celular.— No podemos permitir que Emanuel nos vea así — Ana miró al hombre, le sangraba un poco la nariz y tenía un par de morados en el rostro, pero no se veía tan mal, de seguro lo decía por ella — Ámeli, ya estoy con Ana, estoy en la puerta, pero lleva a Emanuel arriba… Gracias.Esperaron un par de minutos y luego entraron, la sala estaba vacía y cuando Ana se miró en el espejo junto a la mesa casi se cae de la sorpresa.Estaba pálida y sucia, con el labio roto y el pómulo inflamado, si Emanuel la hubiera visto así se hubiera asustado, Maxwell tenía razón.Ámeli bajó por las escaleras y cuando los vio abrió sus grandes ojos claros y se sentó en uno de los escalones.— ¿Qué p