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Cuando Berenice salió de su aturdimiento por vaya-uno-a-saber-por-qué, fue a recoger sus pertenencias y Dante me arrastró —literalmente— hacia la sala, donde comenzó a mostrarme las fotos que le habían sacado en su cumpleaños. Estaban todas preciosas, y se le notaba que estuvo muy feliz ese día. Pero una de ellas llamó toda mi atención, salíamos Berenice, Dante y yo como una familia, una verdadera familia. Ni me había dado cuenta que nos tomaron esa foto, yo tenía a Dante en brazos y Berenice le bañaba la naricita con crema del pastel, me anoté mentalmente que iba a pedirle una copia de esta fotografía a Berenice.

Una vez que Berenice salió del cuarto, nos fuimos hacia mi coche. Lo senté a Dante en su butaca tras la sorpresa de Berenice, pero no era una molestia la que tomaba, sino era por la propia seguridad de todos. Subimos al coche y conduje a uno de mis restaurant preferidos que hace tiempo no iba.

Cuando llegamos, le di las llaves al valet parking y nos adentramos en el lugar. S
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