Había pasado ya una semana desde que Emilia había comenzado a trabajar en la pequeña cafetería. A pesar de los malestares propios del embarazo, se sentía contenta de tener algo en lo que enfocarse, algo que la distraía de los problemas que pesaban sobre su vida. El ambiente cálido del lugar y la rutina diaria le brindaban una especie de refugio. Cada día, se levantaba temprano, caminaba hasta su trabajo y se dedicaba a aprender con dedicación, siempre con una sonrisa, aunque por dentro los sentimientos encontrados la desgastaban.
El joven jefe de la cafetería, un hombre de unos veintiocho años llamado Marco, la trataba con una amabilidad que iba más allá de la simple cortesía laboral. Él sabía que Emilia estaba embarazada y, aunque no conocía todos los detalles de su vida personal, percibía que ella atravesaba una situación dif&iac
Las cajas se acumulaban ya en la sala de lo que Emma y Emilia llamaban hogar desde hacía meses. Aunque Emma intentaba enfocarse en la tarea de empacar, su mente estaba en otro lugar, especialmente después de la llamada de Evan. El hecho de que él estuviera tan decidido a buscar a Matthew le llenaba de esperanza, pero al mismo tiempo, sabía que esa decisión no sería fácil para su cuñado. Matthew se había marchado sin mirar atrás, y nadie estaba seguro de si estaría dispuesto a regresar.Emma suspiró, cerrando una de las cajas y mirando alrededor. La casa que una vez fue su refugio ahora se sentía como una jaula. Sabía que había tomado la decisión correcta al aceptar la sugerencia de Evan de mudarse a su departamento, pero eso no hacía el proceso más sencillo.—¿Cómo vas? —preguntó Emilia, entrando en
Las semanas transcurrieron lentamente, cada día una prueba de resistencia tanto física como emocional para Emilia. Su embarazo había alcanzado las doce semanas, y aunque intentaba mantenerse optimista, su cuerpo comenzaba a resentirse. Los malestares típicos del embarazo no la habían abandonado, todo lo contrario, a las náuseas, los mareos, el cansancio extremo, se les había sumado un dolor constante en la espalda baja que parecía empeorar con cada jornada en la cafetería.Emma, por su parte, estaba sumida en una mezcla de incertidumbre y ansiedad. La falta de noticias sobre Evan la atormentaba día y noche. Solo sabía lo que el coronel le había contado hacía una semana, que Evan había sido enviado a la misma misión que Matthew. Esa información, lejos de consolarla, solo incrementaba su miedo. Los dos hombres más importantes para ella estaban en
La ambulancia llegó rápidamente, con las luces parpadeando en la entrada de la cafetería y el sonido de la sirena cortando el aire, como una advertencia de la gravedad de la situación. Marco estaba de rodillas junto a Emilia, sosteniendo su mano, su rostro pálido y lleno de preocupación. Los paramédicos corrieron hacia ellos, uno de ellos comenzando a examinar a Emilia con cuidado.—Ella... está embarazada —dijo Marco, su voz temblorosa. Las palabras parecían difíciles de pronunciar, como si el miedo de perderla le impidiera hablar con claridad—. Ha estado sangrando mucho. Se golpeó al caerse.Los paramédicos intercambiaron miradas rápidas, asintiendo en silencio mientras trabajaban. Con eficiencia, la subieron en una camilla y la aseguraron, colocándole una máscara de oxígeno. Marco no se separó de ella, aunque apenas e
El avión se movía suavemente sobre las nubes, pero dentro de la cabina el ambiente estaba cargado de tensión. Matthew miraba por la ventana, sin prestar atención a las vistas espectaculares que normalmente le habrían impresionado. Esta vez, lo único que ocupaba su mente era la imagen de Emilia en una cama de hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte. No había podido sacarse de la cabeza las palabras del coronel. «Tu esposa y tu hijo están en peligro». Todavía le costaba asimilar lo del bebé. Su bebé. ¿Cómo no se había dado cuenta?A su lado, Evan permanecía en silencio, concentrado en sus propios pensamientos. Ambos vestían el uniforme de combate, listos para cualquier cosa... excepto para enfrentar la realidad que los esperaba en Nueva York. El zumbido del motor del avión era la única banda sonora en un momento
Matthew caminaba de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto. Las paredes blancas del hospital le resultaban opresivas, y el aroma a desinfectante parecía invadir cada resquicio de sus pensamientos. No podía concentrarse en nada que no fuera la imagen de Emilia postrada en una cama, luchando por sobrevivir. El reloj en la pared marcaba el paso del tiempo, pero para él, cada segundo era una eternidad.Emma estaba sentada, con la cabeza entre las manos, agotada tanto física como emocionalmente. Habían pasado casi veinticuatro horas desde que los médicos llevaron a Emilia a la sala de emergencias, y las noticias eran escasas. El silencio en la sala de espera solo servía para intensificar la ansiedad que ambos sentían.—Emma, ¿qué fue lo que pasó exactamente? —preguntó Matthew de repente, su voz ronca por la tensión acumulada.Emma levantó la mirada hacia él, sus ojos aún rojos por el llanto. Sabía que este era un momento delicado, y que debía explicarle todo con calma, aunque ella mism
Emma regresó al cabo de un rato tras ver a su hermana, con los ojos aún brillantes por las lágrimas porque la veía tan frágil, como ni siquiera con una gripe la vio jamás.—Está débil, pero está consciente —dijo en voz baja, acercándose a Matthew—. Me preguntó por ti.Esas palabras le dieron un destello de esperanza. Tal vez todavía había una oportunidad. Tal vez no todo estaba perdido.Pero hasta que pudiera verla, hasta que Emilia le hablara directamente, Matthew no podría sacudirse la sensación de que su mundo estaba tambaleándose al borde del colapso.—¿Puedo pasar ahora? —preguntó Matthew con la voz entrecortada.Emma asintió, pero su rostro reflejaba preocupación. Había algo en su mirada que lo hacía sentir que lo que estaba a punto de suceder no s
Los días se hicieron interminables para Matthew. Habían pasado varios desde aquella conversación devastadora con Emilia, en la que le había pedido que se fuera. Sin embargo, él no se había movido del hospital. No podía. Había tomado una pequeña habitación en un hotel cercano, pero cada mañana volvía al hospital, esperando a que Emilia mejorara lo suficiente para que le dieran el alta y pudiera llevarla a casa. O al menos, lo que él seguía considerando como su hogar, aunque cada vez era más incierto si eso siguiese siendo así.Marco también permanecía cerca. Estaba siempre pendiente de todo lo que Emilia pudiera necesitar. Ese hecho llenaba de celos a Matthew, a pesar de saber que Marco solo estaba cumpliendo con su rol de jefe y amigo. Pero era difícil no sentir que estaba ocupando el lugar que le pertenecía a él. Mar
Las habitaciones estaban vacías, los muebles cubiertos con sábanas blancas. Era como si el lugar hubiera sido abandonado hacía mucho tiempo. Matthew se quedó en el centro de la sala, mirando a su alrededor con una mezcla de confusión y desesperación. Cada rincón del espacio que una vez había compartido con Emilia parecía ahora distante, frío, como si todo lo que había construido se hubiera desvanecido en cuestión de días. Había perdido todo por culpa de su orgullo.Se dejó caer en el suelo, la mente retumbando con la idea de lo que había ocurrido. Emilia ya no estaba. Y no solo físicamente. Ella lo había dejado ir, aceptando aquel rechazo al que la relegó. Lo peor de todo era que él no podía culparla. Su ausencia prolongada, su rechazo a enfrentar los problemas, su orgullo herido que le había impedido escucharl