Emma regresó al cabo de un rato tras ver a su hermana, con los ojos aún brillantes por las lágrimas porque la veía tan frágil, como ni siquiera con una gripe la vio jamás.
—Está débil, pero está consciente —dijo en voz baja, acercándose a Matthew—. Me preguntó por ti.
Esas palabras le dieron un destello de esperanza. Tal vez todavía había una oportunidad. Tal vez no todo estaba perdido.
Pero hasta que pudiera verla, hasta que Emilia le hablara directamente, Matthew no podría sacudirse la sensación de que su mundo estaba tambaleándose al borde del colapso.
—¿Puedo pasar ahora? —preguntó Matthew con la voz entrecortada.
Emma asintió, pero su rostro reflejaba preocupación. Había algo en su mirada que lo hacía sentir que lo que estaba a punto de suceder no s
Los días se hicieron interminables para Matthew. Habían pasado varios desde aquella conversación devastadora con Emilia, en la que le había pedido que se fuera. Sin embargo, él no se había movido del hospital. No podía. Había tomado una pequeña habitación en un hotel cercano, pero cada mañana volvía al hospital, esperando a que Emilia mejorara lo suficiente para que le dieran el alta y pudiera llevarla a casa. O al menos, lo que él seguía considerando como su hogar, aunque cada vez era más incierto si eso siguiese siendo así.Marco también permanecía cerca. Estaba siempre pendiente de todo lo que Emilia pudiera necesitar. Ese hecho llenaba de celos a Matthew, a pesar de saber que Marco solo estaba cumpliendo con su rol de jefe y amigo. Pero era difícil no sentir que estaba ocupando el lugar que le pertenecía a él. Mar
Las habitaciones estaban vacías, los muebles cubiertos con sábanas blancas. Era como si el lugar hubiera sido abandonado hacía mucho tiempo. Matthew se quedó en el centro de la sala, mirando a su alrededor con una mezcla de confusión y desesperación. Cada rincón del espacio que una vez había compartido con Emilia parecía ahora distante, frío, como si todo lo que había construido se hubiera desvanecido en cuestión de días. Había perdido todo por culpa de su orgullo.Se dejó caer en el suelo, la mente retumbando con la idea de lo que había ocurrido. Emilia ya no estaba. Y no solo físicamente. Ella lo había dejado ir, aceptando aquel rechazo al que la relegó. Lo peor de todo era que él no podía culparla. Su ausencia prolongada, su rechazo a enfrentar los problemas, su orgullo herido que le había impedido escucharl
El departamento de Evan era espacioso, luminoso, pero a Emilia le parecía un lugar sombrío y opresivo en aquellos días. No era que no agradeciera la hospitalidad de su cuñado, al contrario, se sentía agradecida por todo lo que él y Emma habían hecho por ella. Pero cada rincón del espacio, por más acogedor que fuera, no lograba calmar la tormenta interna que Emilia vivía.Mientras estaba sentada en el sofá, mirando hacia la ventana, sus pensamientos no dejaban de girar en torno a Matthew. Los últimos días habían sido un torbellino de emociones. Recordaba claramente la última vez que lo vio, el dolor en sus ojos cuando le pidió que buscara a un abogado, la desesperación en su rostro cuando le dijo que no podía seguir viviendo así. Pero incluso con toda esa amargura, Emilia no podía dejar de pensar en él. Había sido su gran amo
Evan miró la pantalla de su teléfono cuando el nombre de Matthew apareció, pero cuando respondió, no fue la voz de su amigo la que escuchó.—¿Evan? —la voz del otro lado del teléfono sonaba apagada, con un leve murmullo de fondo.“Soy el barman de «El Faro». Tu amigo está aquí... y no está en buenas condiciones.”El corazón de Evan se hundió al instante. Sabía que Matthew estaba pasando por un mal momento, pero nunca imaginó que llegaría al punto de perderse en un bar, ahogando sus penas en alcohol.—Voy para allá —respondió sin dudarlo, su voz cargada de preocupación. Colgó el teléfono y miró a Emma, que ya había captado la seriedad de la situación solo por el tono de su esposo.—¿Qué sucede? —preguntó, levantándose de inmediato.—Matthew. Está en un bar... borracho. Voy a buscarlo.Emma frunció el ceño, con una mezcla de tristeza y empatía. Sabía lo que estaba ocurriendo en la vida de su cuñado, y aunque sentía pena po
Matthew despertó con una sensación de determinación que no había sentido en semanas. La conversación con Evan la noche anterior resonaba en su cabeza como un eco constante. Sabía que había tocado fondo, que su comportamiento no era digno ni de él ni del hombre que Emilia necesitaba. Pero, sobre todo, sabía que tenía que reconquistarla, que cada gesto, cada detalle a partir de ahora sería clave para recuperar su amor.Empezó su día trazando un plan. Recordaba que Emilia no era una mujer de gestos grandiosos; a ella le importaban los pequeños detalles, esas cosas que demostraban cuánto alguien la conocía. Y Matthew la conocía mejor que nadie. Había compartido con ella sus sueños y sus miedos. Aunque en su corazón sabía que la había defraudado, también sabía que podía rectificar, que aú
El día era fresco y soleado. Emilia y Emma caminaban por la avenida principal del centro comercial, disfrutando de una pausa en la tormenta de emociones que las rodeaba. Emma llevaba el carrito de compras, mientras Emilia sostenía algunas bolsas y admiraba el ambiente tranquilo a su alrededor. Esta era la primera vez en semanas que ambas se sentían relativamente en paz, a pesar de que Matthew seguía con sus detalles sencillos para reconquistarla.—¡Mira esto, Emma! —exclamó Emilia, sacando un vestido pequeño de una de las bolsas—. No he podido resistirme, es tan lindo. Imagínate cuando tu bebé lo use.Emma sonrió, con una mano en su vientre abultado y los ojos brillantes de emoción.—Va a estar preciosa, Emilia. Gracias por todo. Tú eres la verdadera experta en compras de bebé.Ambas se rieron, sintiendo que ese momento ligero y
La cafetería tenía un ambiente cálido y acogedor que contrastaba con el viento frío que soplaba afuera. Emilia estaba en la caja, observando la pequeña fila de clientes que aún quedaban antes de la hora del cierre. Marco, siempre atento, había cambiado toda la disposición de su área de trabajo para que ella no tuviera que moverse demasiado. Incluso había traído una silla acolchada especialmente para ella y se había asegurado de que todo quedara a su alcance.Una vez que la fila de clientes disminuyó y el bullicio empezó a calmarse, Marco se acercó, aprovechando el momento de tranquilidad. Se sentó en la silla al lado de Emilia, bastante cerca, apoyando los codos sobre la barra y mirándola con una sonrisa amable.—¿Cómo te sientes hoy? —le preguntó con genuina preocupación, sus ojos fijos en ella&mda
Los días pasaban y, a pesar de la ausencia de Matthew, Emilia lo sentía presente en cada rincón de su vida. No había un solo día en que no recordara las palabras que le susurró antes de partir, ni ese pequeño pero significativo detalle de la almohada para embarazadas. Mucho menos en aquel beso que le había dejado esa cosquilla que hace mucho no sentía. Sin embargo, el gesto que más la conmovía era recibir, todas las mañanas, una rosa junto a una pequeña nota que encontraba en su puerta. Cada una de esas frases era como una caricia a su alma, palabras llenas de ternura que le recordaban cuánto había significado para ambos el amor que compartieron.Eran mensajes sencillos, pero que al leerlos la hacían suspirar: «Eres mi refugio, mi hogar», «Cada día contigo es un regalo», «Te extraño con