—¿Qué dice la prueba? —Enzo preguntó cuando Antonella salió del baño, mientras ella le mostró la cinta que comprobaba su estado negativo.
El hombre tomó la cinta y la observó con decepción, pero asintió rápido hacia ella.
—No te preocupes… no pasa nada —Se levantó tomando su rostro, y dio un beso leve en la su sien—. Iremos a un especialista esta semana… ahora, debo irme a trabajar.
Antonella apretó su mandíbula y asintió. Pero antes de dejarlo ir, lo abrazó por la cintura, mientras lo miró detenidamente hacia arriba.
—¿Por qué se te ha hecho tan difícil conformarte conmigo? —Enzo la miró serio.
—No digas eso… te quiero, lo sabes… pero Antonella, somos italianos, la palabra familia corre por nuestras venas… tenemos un maravilloso matrimonio, y quiero hijos, siempre lo supiste, siempre lo has sabido, no vamos a discutir otra vez por esto…
Antonella tomó una aspiración y asintió.
Estaba harta de esta constante discusión, y ni siquiera sabía cuál sería el siguiente paso.
—Bien… déjame buscar un especialista. Tú trabajas mucho, y yo… atenderé este asunto.
Enzo la miró por un momento, y luego acarició su mejilla.
—Bien… confió en ti —dejando un beso corto en los labios, Enzo salió disparado fuera de su enorme mansión, mientras su chofer se hizo cargo del volante, y él se perdía en sus pensamientos.
Antonella lo vio por su enorme balcón cuando salieron de su residencia, y luego corrió a marcar a su mejor amiga, Luciana.
—Necesito de tu ayuda… urgente…
Planearon reunirse en algún café costoso de Roma durante la llamada, y ella se arregló rápidamente para estar a la hora.
—¿Y qué vas a hacer? Se supone que le dijiste que ya no te estás tomando algún anticonceptivo…
—¡No quiero embarazarme! ¿Cómo es tan difícil de entender? Enzo mirará otras figuras, ¿y yo qué?, seré una gorda con un enorme bulto en mi perfecta cintura de avispa, que ha sido diseñada por los mejores cirujanos… ¡No quiero! ¡No quiero!
Luciana parpadeó ante su pataleta. Decir que Antonella era la mujer más afortunada de toda Italia, no era solo un cumplido, porque Enzo Cavalli, era uno de los hombres más correctos que ella había podido conocer.
Si le hubiese pedido 5 hijos a ella, no lo hubiese pensado un segundo.
—¿Y qué se supone que harás ahora que visitarán un especialista? Es una locura, Antonella, ahora estás haciéndole ver que tienes un problema para tener hijos —refutó Luciana tomando su taza de té.
—No lo sé… ¿Por qué crees que estás aquí? ¡Para ayudarme!
—¿Yo? —la mujer abrió los ojos con incredulidad…
—Trabajas en una clínica… Encuentra un médico que reciba una cantidad adecuada de dinero por esto, y le diga a Enzo que soy yo la del problema.
Luciana parpadeó totalmente impresionada.
—Amiga… ¿No crees que estás llevando esto demasiado lejos?
Pero Antonella negó.
—No… no voy a dañar mi figura… y no cederé a la petición de Enzo de llenarme de hijos…
Luciana dejó la taza en la mesa, y luego pasó un trago.
—Intentaré hacer algo, dame un tiempo durante la tarde, y te llamaré…
—De acuerdo, pero hazlo rápido, nunca había visto esta condición de Enzo. Quiero decir, antes peleaba y sacaba el tema cada nada. Pero ahora está tan callado… tan pensativo, que da incluso miedo.
—Está cansado… —dictaminó Luciana, mientras Antonella la fulminó con la mirada—. ¿Qué? Te lo he dicho muchas veces… aceptaste sus gustos cuando se casaron, y estuviste de acuerdo con él cuando te expresó que lo más importante para él era la familia…
Con su cara de fastidio, Antonella no le prestó mucha atención, y luego tecleó rápido en su celular, para decirle a su asistente que pasara todos sus pendientes para la tarde.
Ella podía irse todo un mes de su empresa de diseño, y Gianna hábilmente podía resolver todos sus problemas en el trabajo, así que confiaba en ella en su totalidad, además de que literalmente le había vendido su alma.
Y de vez en cuando se aprovechaba de eso.
*
Gianna dejó la hoja encima de su escritorio, mientras sus manos temblaron. Estaba al borde de las lágrimas, pero se contuvo porque estaba en el trabajo, y ella era realmente la cara de este negocio cuando la señora Antonella no estaba en el lugar.
Su teléfono titiló en una notificación, y comprobó que su jefa, le había notificado que pasara todo para la tarde, y suspiró sabiendo que el trabajo era su respirar.
Entonces llevó sus manos a su cabello castaño claro, y luego cerró los ojos para aspirar el aire.
«¿Qué iba a hacer ahora? ¿Pedir otro préstamo a la señora Antonella?, ya era demasiado abuso de su confianza, y ¿Cuánto le debía?»
El corazón le cayó en el estómago al ver la cifra de la hipoteca de la casa de sus padres, y negando supo que era imposible pagarla antes del tiempo que allí estipulaban.
Les había dicho a sus padres que se fueran de Roma, era una ciudad costosa, pero ellos estaban muy apegados a la casa patrimonial que había sido heredada de generación a generación de su padre Carlo, y su madre Bianca, le seguía en todas sus decisiones sin chistar.
No se quejaba por su familia, tenía la más hermosa de todas, junto con su hermana Rosella, que cumpliría prontamente nueve años. Pero en cuestión de dinero, no habían sido los más afortunados, y parecía que las deudas los correteaban cada mes.
Gianna se levantó del puesto ajustando su vestido negro, que era el peculiar color de uniforme que tenían todos los empleados de aquel lugar, y no era cualquier uniforme, el suyo era un diseño único que Antonella mandaba a hacer para presumir ante los demás con respecto a sus empleados.
Trabajaba en un bonito edificio de solo tres plantas, espaciosas y largas, llenas de oficinas, y dividido en una forma particular. Los diseños, la parte de costura y venta, se mostraban en los primeros pisos, pero el manejo de la empresa, se llevaba en este piso, que Gianna controlaba en su totalidad.
Ella hizo todo lo correspondiente a la petición de Antonella, y luego le envió un mensaje a su madre, para decirle que se quedara tranquila, y que ella lo resolvería.
Pero la verdad era que no sabía cómo, no sabía cómo sacar una cantidad tan grande de la hipoteca, ni cómo seguir costeando su familia, ahora que su padre, estaba incapacitado de por vida cuando hace unos meses había tenido un accidente, en su trabajo de construcción.
Su madre siempre había sido ama de casa, y había pagado sus estudios trabajando medio tiempo, dejando el sueño a medias.
Ahora que lo pensaba, ya no tenía las fuerzas, y la única solución, era hablar con su jefa, a la que, en estas instancias, le debía una fortuna.
—El problema está en su esposa, señor Cavalli… ella… tiene un problema en su útero, que no le permite quedar embarazada… la endometriosis es común hoy en día, pero, este caso es complicado… —Enzo sintió un pinchazo fuerte en sus entrañas. Tan fuerte que incluso le robó el aliento.Se giró instantáneamente para ver una lágrima rodar por la mejilla de Antonella, y sin pensarlo, se puso de pie, para tomarla en sus brazos.—No llores, cariño… no lo hagas…El médico pasó un trago difícil, mientras se quedó mirando la escena, y su frente sudaba.No vio un atisbo de inflexión en la mujer que lo había contratado para mentir, y ella parecía metida en la situación a como dé lugar.—Es mi culpa… —Antonella sollozó mientras los brazos de Enzo la rodearon.Había pasado una semana desde que vinieron a hacerse todo tipo de exámenes, que el médico requirió, entre eso, conteo de esperma, y un control completo para Antonella.Se sentía devastado por la noticia, pero no podía herirla mostrando su decepc
—Señor… su esposa en la línea 2… —Zia, la asistente de Enzo, le avisó entrando a la oficina, y dejando su computadora, levantó el auricular para ponerlo en su oreja.—Gracias, Zia…Esperó un momento, y luego escuchó la voz de Antonella.—Cariño…—¿Cómo vas? —preguntó ella desde el otro lado sonriendo.—Con mucho trabajo, como siempre… ¿Cómo te fue?—Peores noticias… —los hombros de Enzo se tensionaron y luego se recostó en su silla.—¿Qué dijo el especialista?—Es un tipo de endometriosis complicada… literalmente… mi útero no sirve para engendrar…—Antonella…—No, escucha… no estoy devastada, sé que es una noticia que volvería loca a cualquier mujer que quiere forma una familia con su esposo, pero el médico me dio una opción que debes escuchar.—Claro… —Enzo se entusiasmó—. Hablémoslo en privado…—De acuerdo…—Te buscaré… ¿Estás en el trabajo? —preguntó cerrando su computadora, y levantándose tomó su chaqueta.—Sí… aquí en la empresa… quiero dejar unos asuntos listos… ¿Pasas por mí?—
«¿Qué estaba pasando aquí?», se preguntó Gianna, mientras un personal de enfermería envolvió su mano, y el italiano seguía caminando en el espacio, como si estuviera enjaulado.«¿Qué tenía que ver ella como con eso de una “solución”? ¿Y de qué tema estaban hablando exactamente? ¿Se iría de viaje su jefa acaso y la dejaría en un puesto comprometedor?»Cuando todo terminó, el suelo fue limpiado y la bandeja retirada, ella se levantó del puesto, decidida a irse del lugar.—Señora… me retiro… de verdad discúlpeme los inconvenientes…—¿La viste bien? —Antonella hizo la pregunta hacia Enzo, ignorando totalmente a Gianna.—No voy a responder a esta grosería, Antonella, es mejor que nos vayamos de aquí, y conversemos en casa…—Bien… solo quería que supieras de quién se trataba.—¿Está de acuerdo ella en esto acaso? —preguntó el hombre con la mirada abierta, pero no miró a Gianna, toda su rabia estaba dirigida a su esposa.—Por supuesto… ella está de acuerdo… ¿Verdad, Gianna? —Antonella la mir
—Yo… yo no puedo hacer lo que me pide, señora Antonella… —Gianna retrocedió un paso hacia atrás, mientras un pinchazo hundía su pecho.Le faltaba el aire, incluso sentía que iba a desvanecerse en el momento.—Gianna… —esta vez dictaminó su jefa en un tono amenazador—. Te necesito, no puedo confiar en otra persona, y… no olvides que he pagado lo suficiente. Sin embargo, tendrás una gran compensación por este hecho…Ella negó varias veces, y sin poder soportarlo más, salió de aquella oficina, y en el camino, se chocó con su compañera de piso haciendo que todos los bocetos cayeran al suelo.—Lo siento… lo siento mucho… —después de eso salió disparada, y con la mente completamente confusa, sacó la mano a un taxi, y se metió en él, como si fuese su bote salvavidas.Dio la dirección al conductor y luego se tapó la boca para escurrirse en el asiento.No podía creerlo, no podía imaginar aceptar tal situación, no podía. Cuando llegó a su casa se limpió rápidamente las lágrimas, y acomodó su c
Gianna estaba tronando sus dedos debajo de la mesa, en un lujoso restaurante, donde Antonella estaba pidiendo un desayuno para ambas, mientras esperaban a Enzo.—¿Te provoca el plato número dos? —Gianna alzó la vista ante la pregunta, y luego miró la carta.—Creo que solo me tomaré un capuchino… realmente desayuné antes de salir de casa…Antonella sonrió, y luego miró al camarero.—Lo de siempre, entonces…—Por supuesto —dijo el hombre retirándose, y luego Antonella comenzó observándola detenidamente.—No quiero esa cara, Gianna… Enzo pensará que estoy colocando un arma en tu cabeza…Gianna pensó que sí lo hacía, literalmente estaba entre la espada y la pared, y no había decisión que tomar, porque ella no tenía opciones.Prefirió quedarse callada, y entonces su vista se alzó cuando pudo notar que el esposo de su jefa, estaba entrando en el lugar.Ella se tensionó visiblemente cuando lo detalló en un traje a su medida, y su apariencia perfecta. Tenía lentes oscuros como los solía usar,
Gianna miró la mano del hombre que estaba presentándose, y luego aquel rostro le hizo clip en su cabeza.Por supuesto, se trataba de Ángelo Cavalli, el hermano que le seguía al señor Enzo. Conocía perfectamente a esta familia, y el número que los procedía, porque ella había preparado el cumpleaños número 28 de Antonella el año pasado. En ese momento se hizo cargo de todas las invitaciones, y de toda la organización, quedando del detrás de cámaras todo el tiempo en el evento.Ángelo tenía 30 años, y de igual forma, era un empresario como su hermano. Gran parte de los viñedos de Italia, eran presididos por estos dos, y sus caras siempre eran la representación de tal negocio.Luego de Ángelo, le seguía Alexia, de 28 años, que era muy distante de Antonella, y por último Carlo, de 25 años, que estudiaba en el exterior. La familia era numerosa, sin duda alguna, pero ninguno se había casado, a excepción de Enzo.—Me llamo…—Ella es Gianna… —Enzo se adelantó a cortarla, y ambos lo miraron con
Unos días después, Antonella estaba frente al médico un día antes de la intervención de Gianna, porque el doctor Dago la había mandado a llamar por un asunto que se presentó de improviso.—He venido lo más pronto… ¿Qué ocurre?El doctor Dago la miró pasando un trago.—Señora Cavalli… se ha presentado un problema… a decir verdad… un gran problema…Antonella negó varias veces.—Hable ya… ¿Qué pasa?—Señora… hay una dificultad con sus óvulos… ellos, no pueden ser fecundados… usted realmente tiene un problema para concebir…Antonella abrió sus ojos desmesuradamente sin poder decir una sola palabra.—¿Qué dice? —el doctor Dago se quedó en silencio, y luego aspiró el aire para comenzar a explicar:—Su útero no es el problema, aunque anteriormente era una mentira… tiene un excelente útero, pero sus óvulos… —él negó—. Sus óvulos…—¡Cállese…! —Antonella se levantó de golpe—. ¿Dónde están esos exámenes…? ¡Démelos…! Hablaré con alguien más capacitado ahora mismo.El doctor Dago le pasó los papel
—¿Qué pasa? Estás muy callada… y esto no es de ti… —Antonella se giró con la copa en su mano, mientras una cena íntima se suscitaba en su casa, porque ella misma había mandado a preparar.Pero el hecho era que no podía pensar en otra cosa, sino en ese embarazo, que aún no había sido comprobado, y que a la larga ella no pertenecía en el asunto.Derramó una lágrima por su mejilla izquierda mientras Enzo se tensó.—¿Dime qué ocurre?Antonella sonrió mientras negó y tomó la copa de golpe.—Estoy feliz… ya han pasado unas semanas… el tratamiento fue un éxito ese día, y pronto sabremos si ya estamos siendo padres…Enzo asintió, y luego masajeó su sien.—Aún no sé cómo abordar el tema con mi familia.—¿Y eso importa? —él se giró de golpe, mientras su ánimo se agrió.—Importa sí, y mucho… es mi familia Antonella… lo más importante para mí.—¿Y yo donde quedo aquí?Un bufido salió por la boca de Enzo totalmente exasperado, y se levantó de inmediato diciendo.—Pensé que eras parte de ella… pero