—Señor… su esposa en la línea 2… —Zia, la asistente de Enzo, le avisó entrando a la oficina, y dejando su computadora, levantó el auricular para ponerlo en su oreja.
—Gracias, Zia…
Esperó un momento, y luego escuchó la voz de Antonella.
—Cariño…
—¿Cómo vas? —preguntó ella desde el otro lado sonriendo.
—Con mucho trabajo, como siempre… ¿Cómo te fue?
—Peores noticias… —los hombros de Enzo se tensionaron y luego se recostó en su silla.
—¿Qué dijo el especialista?
—Es un tipo de endometriosis complicada… literalmente… mi útero no sirve para engendrar…
—Antonella…
—No, escucha… no estoy devastada, sé que es una noticia que volvería loca a cualquier mujer que quiere forma una familia con su esposo, pero el médico me dio una opción que debes escuchar.
—Claro… —Enzo se entusiasmó—. Hablémoslo en privado…
—De acuerdo…
—Te buscaré… ¿Estás en el trabajo? —preguntó cerrando su computadora, y levantándose tomó su chaqueta.
—Sí… aquí en la empresa… quiero dejar unos asuntos listos… ¿Pasas por mí?
—Si… voy para allá…
—De acuerdo… y ¿Enzo?
—Dime cariño…
—¿Sigues amándome a pesar de todo?
Enzo sonrió un poco. No podía negar que estaba triste por esta situación que se estaba presentando. Su familia de parte de ambos padres era numerosa, y todos eran muy fértiles en su genética.
Por un momento sintió un desánimo bárbaro cuando por primera vez se enteró de una dificultad de parte de Antonella, incluso pensó que esto podía ser un berrinche suyo, pero ahora no podía medir los esfuerzos por apoyarla, porque de seguro, ella estaba sufriendo con este deseo suyo.
Debía sentirse impotente de no hacer mucho, y lo menos que podía hacer, era ceder a sus ideas, para encontrar una forma de calmar su dolor.
¿Qué mujer no se sentiría mal cuando su cuerpo no podía albergar un bebé? Así lo pensaba él, y así era la mayoría del pensamiento de un ciudadano italiano común. Muy apegados a la familia, y, sobre todo, a tener una grande.
Caminó rápido hasta ir a la planta subterránea, y esta vez, condujo su propio auto, para ir en dirección del centro de Roma, donde estaban las tiendas más cotizadas de diseño, y se encontraba la de su mujer.
*
—Por supuesto que te ayudaré… pagaremos esta hipoteca, no podemos permitir que la casa familiar y generacional de tu padre, se la coma un banco… —Antonella firmó un cheque frente a ella Gianna mientras sus ojos se agrandaron.
Se sentía tan avergonzada, que incluso quiso llorar en el momento.
—Señora Antonella… estoy tan agradecida con usted… yo… —Antonella sonrió para ella mientras su mente maquinaba cosas, y luego le pasó el cheque.
—No te preocupes… descontaremos de a poco para que puedas suplir las otras necesidades, y ajustaré un bono especial este mes para ti.
Gianna levantó la cabeza asombrada. Recibía un buen pago, ella estaba pagando la hipoteca, y, aun así, quería darle un bono.
Tenía dos años trabajando con Antonella Bernocchi, había llegado justo cuando salió de la universidad a sus 20 años, y también en el momento en que la señora había contraído matrimonio con el empresario Enzo Cavalli.
Para su suerte, en ese momento Antonella precisaba con urgencia de una asistente para irse de luna de miel, y el trabajo que le realizó por ese tiempo en ausencia, había sido su seguro para permanecer a su lado, como mano derecha.
Admiraba a su jefa, pero no podía tapar el sol con un dedo cuando se trataba de su carácter explosivo, y las formas en como a veces tomaba decisiones. No era muy buena en sus palabras, y que estuviera con una sonrisa para ella, y además diciéndole sí a todo, ahora la preocupaba un poco.
—No es necesario el bono… usted me paga bien…
—De igual forma, lo recibirás… eres mi mano derecha y quiero que todos sepan que no eres igual a mis demás empleados.
Gianna tomó una aspiración cuando recibió el cheque firmado, y luego asintió mirándola fijamente.
Antonella era una mujer fina, con rasgos italianos pronunciados a diferencia de ella, que era un poco más rubia, y cabello claro. La mujer también tenía una estatura prominente, esbelta, y con el cabello castaño oscuro. Por cómo había sido parte de sus cumpleaños, sabía que tenía 28, aunque a veces abusaba un poco de su maquillaje haciéndola parecer mayor.
—Ni siquiera sé cómo pagar todo lo que ha hecho por mí… solo puedo agradecerle y seguir trabajando pulcramente para usted.
—Claro… —respondió la mujer alzando una ceja—. Por cierto… mi esposo viene en un momento, lo dejas pasar, estaremos un rato aquí hablando, y… no me pases llamadas.
—Por supuesto… —Gianna se levantó para retirarse, pero se giró en el momento—. ¿Desea que pida algo para ustedes?
Antonella solo asintió distraída en su computadora, y Gianna tomó esta señal como un sí para elegir algo de su misma apreciación.
Estaba colgando el teléfono pidiendo en la cafetería algo para tomar, cuando sus ojos detallaron al hombre que entraba en la planta.
Gianna dejó el teléfono en su lugar, y trató de colocar una sonrisa para el esposo de Antonella que se acercaba en largos pasos.
Enzo era un hombre alto, fornido, todo un italiano adonis, con la mandíbula cuadrada y una presencia imponente. Tenía el cabello castaño oscuro, y ahora mismo estaba quitándose sus gafas oscuras, para dejar a la vista sus ojos verdes con unos destellos grises.
Y no era porque Gianna lo veía todos los días para describirlo a la perfección, de hecho, el italiano no venía mucho por aquí, solo que a veces miraba las fotos de los estados de su jefa, y el hombre siempre relucía en ellas.
Tomó una aspiración para alzar la cabeza y darle la bienvenida.
—Buenos días, señor Cavalli… —y ¿Por qué tenía que mostrarle esa sonrisa?
—Buenos días, Gianna… ¿Cómo estás? —Ella apretó sus dientes.
Ojalá Italia tuviera millones de Enzos Cavalli.
Entonces sonrió.
—Muy bien, señor, muchas gracias por preguntar… su esposa, lo espera en la oficina.
—De acuerdo… muchas gracias…
El hombre pasó ante su indicación, y ella se giró para negar.
Dios tenía sus favoritos y favoritas.
Ella preparó una bandeja, con lo que había pedido para ambos, y estaba a punto de pedirle a la encargada que los llevara, pero recordó que a Antonella no le gustaba nada que el personal de limpieza, o cualquier otro, entrara en los momentos de su privacidad.
—Ángela… ¿Puedes cubrirme aquí…? —preguntó a su compañera más cercana—. Envié estos bocetos, puede que te llamen en un momento, contesta, y espera a que llegue… necesito hacer esta confirmación… No demoraré nada.
La mujer asintió retirándose de sus quehaceres para tomar el encargo de Gianna.
Y en el momento en que ella dio dos toques suaves en la puerta, escuchó como esa voz gruesa, estaba alterada en ese momento.
—¡¿Acaso te has vuelto loca?! —estaba a punto de devolverse cuando Antonella le ordenó.
—Pasa Gianna… ya entraste… —su voz fue severa, y Gianna pudo entender que estaba en medio de una fuerte discusión. Se podía sentir la tensión, y esto hizo que se colocara muy nerviosa en el instante.
Ella puso la bandeja en la mesa en silencio con intención de retirarse de inmediato, pero su jefa la frenó de nuevo, ordenándole que sirviera las bebidas.
—Claro… —no tuvo problema.
—No es necesario, Antonella, estamos en una discusión importante… yo mismo puedo servir una bebida… —Gianna se quedó en silencio como si esa sugerencia del esposo de su jefa, fuera otra orden.
—Tu jefa soy yo, Gianna… —contraatacó Antonella, como retando a su marido, y ella quiso que la tierra se la tragara en el instante.
Podía notar que Enzo estaba al borde de la ira, entonces se apresuró a servir los cafés y las galletas.
Pero sus manos torpes no estaban acostumbradas a esto. Ella no servía cafés, siempre lo hacía una empleada del piso, estaba acostumbrada a teclear y hacer bocetos, mientras su imaginación volaba, estaba acostumbrada a diseñar con precisión, y no con dos pares de ojos pegados a su sitio, esperando una bebida.
Fue imposible no ser torpe, derramar las tazas, y hacer un desastre.
—¡Dios! Lo siento mucho…
Enzo se puso de pie de inmediato, cuando vio su mano roja por la temperatura del café.
—¿Estás bien? —tomó su mano sin previo aviso, y luego apretó con su mano fría en el lugar enrojecido—. Necesitarás una crema… Antonella, llama a tu servicio para que vengan a ver su mano.
El rostro de Antonella solo se puso rojo, y luego tomó el teléfono para ordenar.
—No es necesario, señor, déjeme limpiar esto, o al menos llamar a alguien para que lo haga.
—¡Siéntate ya, Gianna!, estás colmando nuestra paciencia…
Y allí estaba la verdadera Antonella Bernocchi, aunque ya no solía llamarla por ese apellido, sino el de su esposo.
Ella pudo notar como Enzo se giró a su esposa un poco conmocionado por su actitud, pero retirándole la mano de su quemadura, le ofreció el puesto que él antes habitó.
—Yo puedo esperar afuera, incluso ir a la enfermería… de verdad lo siento mucho, señora Antonella, he sido muy torpe.
—No… —su jefa también se puso de pie, indicándole que se sentara—. De hecho, es bueno que te quedes, así Enzo sabrá quién es la mujer que nos ayudará en nuestro proceso…
Gianna parpadeó lento, y desde su silla, evidenció como Enzo negó hacia su esposa como si le advirtiera que no siguiera con esto.
—Joven…, de una familia respetable, y de mi confianza… —siguió Antonella, cruzándose de brazos sin hacerle el mínimo caso—. Ella es la solución, Enzo… y no puedes negarme esto…
«¿Qué estaba pasando aquí?», se preguntó Gianna, mientras un personal de enfermería envolvió su mano, y el italiano seguía caminando en el espacio, como si estuviera enjaulado.«¿Qué tenía que ver ella como con eso de una “solución”? ¿Y de qué tema estaban hablando exactamente? ¿Se iría de viaje su jefa acaso y la dejaría en un puesto comprometedor?»Cuando todo terminó, el suelo fue limpiado y la bandeja retirada, ella se levantó del puesto, decidida a irse del lugar.—Señora… me retiro… de verdad discúlpeme los inconvenientes…—¿La viste bien? —Antonella hizo la pregunta hacia Enzo, ignorando totalmente a Gianna.—No voy a responder a esta grosería, Antonella, es mejor que nos vayamos de aquí, y conversemos en casa…—Bien… solo quería que supieras de quién se trataba.—¿Está de acuerdo ella en esto acaso? —preguntó el hombre con la mirada abierta, pero no miró a Gianna, toda su rabia estaba dirigida a su esposa.—Por supuesto… ella está de acuerdo… ¿Verdad, Gianna? —Antonella la mir
—Yo… yo no puedo hacer lo que me pide, señora Antonella… —Gianna retrocedió un paso hacia atrás, mientras un pinchazo hundía su pecho.Le faltaba el aire, incluso sentía que iba a desvanecerse en el momento.—Gianna… —esta vez dictaminó su jefa en un tono amenazador—. Te necesito, no puedo confiar en otra persona, y… no olvides que he pagado lo suficiente. Sin embargo, tendrás una gran compensación por este hecho…Ella negó varias veces, y sin poder soportarlo más, salió de aquella oficina, y en el camino, se chocó con su compañera de piso haciendo que todos los bocetos cayeran al suelo.—Lo siento… lo siento mucho… —después de eso salió disparada, y con la mente completamente confusa, sacó la mano a un taxi, y se metió en él, como si fuese su bote salvavidas.Dio la dirección al conductor y luego se tapó la boca para escurrirse en el asiento.No podía creerlo, no podía imaginar aceptar tal situación, no podía. Cuando llegó a su casa se limpió rápidamente las lágrimas, y acomodó su c
Gianna estaba tronando sus dedos debajo de la mesa, en un lujoso restaurante, donde Antonella estaba pidiendo un desayuno para ambas, mientras esperaban a Enzo.—¿Te provoca el plato número dos? —Gianna alzó la vista ante la pregunta, y luego miró la carta.—Creo que solo me tomaré un capuchino… realmente desayuné antes de salir de casa…Antonella sonrió, y luego miró al camarero.—Lo de siempre, entonces…—Por supuesto —dijo el hombre retirándose, y luego Antonella comenzó observándola detenidamente.—No quiero esa cara, Gianna… Enzo pensará que estoy colocando un arma en tu cabeza…Gianna pensó que sí lo hacía, literalmente estaba entre la espada y la pared, y no había decisión que tomar, porque ella no tenía opciones.Prefirió quedarse callada, y entonces su vista se alzó cuando pudo notar que el esposo de su jefa, estaba entrando en el lugar.Ella se tensionó visiblemente cuando lo detalló en un traje a su medida, y su apariencia perfecta. Tenía lentes oscuros como los solía usar,
Gianna miró la mano del hombre que estaba presentándose, y luego aquel rostro le hizo clip en su cabeza.Por supuesto, se trataba de Ángelo Cavalli, el hermano que le seguía al señor Enzo. Conocía perfectamente a esta familia, y el número que los procedía, porque ella había preparado el cumpleaños número 28 de Antonella el año pasado. En ese momento se hizo cargo de todas las invitaciones, y de toda la organización, quedando del detrás de cámaras todo el tiempo en el evento.Ángelo tenía 30 años, y de igual forma, era un empresario como su hermano. Gran parte de los viñedos de Italia, eran presididos por estos dos, y sus caras siempre eran la representación de tal negocio.Luego de Ángelo, le seguía Alexia, de 28 años, que era muy distante de Antonella, y por último Carlo, de 25 años, que estudiaba en el exterior. La familia era numerosa, sin duda alguna, pero ninguno se había casado, a excepción de Enzo.—Me llamo…—Ella es Gianna… —Enzo se adelantó a cortarla, y ambos lo miraron con
Unos días después, Antonella estaba frente al médico un día antes de la intervención de Gianna, porque el doctor Dago la había mandado a llamar por un asunto que se presentó de improviso.—He venido lo más pronto… ¿Qué ocurre?El doctor Dago la miró pasando un trago.—Señora Cavalli… se ha presentado un problema… a decir verdad… un gran problema…Antonella negó varias veces.—Hable ya… ¿Qué pasa?—Señora… hay una dificultad con sus óvulos… ellos, no pueden ser fecundados… usted realmente tiene un problema para concebir…Antonella abrió sus ojos desmesuradamente sin poder decir una sola palabra.—¿Qué dice? —el doctor Dago se quedó en silencio, y luego aspiró el aire para comenzar a explicar:—Su útero no es el problema, aunque anteriormente era una mentira… tiene un excelente útero, pero sus óvulos… —él negó—. Sus óvulos…—¡Cállese…! —Antonella se levantó de golpe—. ¿Dónde están esos exámenes…? ¡Démelos…! Hablaré con alguien más capacitado ahora mismo.El doctor Dago le pasó los papel
—¿Qué pasa? Estás muy callada… y esto no es de ti… —Antonella se giró con la copa en su mano, mientras una cena íntima se suscitaba en su casa, porque ella misma había mandado a preparar.Pero el hecho era que no podía pensar en otra cosa, sino en ese embarazo, que aún no había sido comprobado, y que a la larga ella no pertenecía en el asunto.Derramó una lágrima por su mejilla izquierda mientras Enzo se tensó.—¿Dime qué ocurre?Antonella sonrió mientras negó y tomó la copa de golpe.—Estoy feliz… ya han pasado unas semanas… el tratamiento fue un éxito ese día, y pronto sabremos si ya estamos siendo padres…Enzo asintió, y luego masajeó su sien.—Aún no sé cómo abordar el tema con mi familia.—¿Y eso importa? —él se giró de golpe, mientras su ánimo se agrió.—Importa sí, y mucho… es mi familia Antonella… lo más importante para mí.—¿Y yo donde quedo aquí?Un bufido salió por la boca de Enzo totalmente exasperado, y se levantó de inmediato diciendo.—Pensé que eras parte de ella… pero
—Solo debemos tomar una muestra, para saber las semanas… pero con esto, tenemos la fiabilidad suficiente… —el doctor Dago achicó los ojos en el eco, estaba un poco confundido con el embrión, pero no notó alguna situación extraña.—Entonces… ¿Ella…?—Sí… —el médico cortó a Enzo—. Gianna está en embarazo… sus síntomas se deben a las deficiencias que el cuerpo comienza a exigir, y necesitará una muy buena alimentación, complementos, y menos estrés…Enzo escuchó los latidos del corazón de aquel bebé, y los sintió prontamente en sus entrañas, mientras Gianna miraba la pantalla observando como es bolita se movía de aquí para allá.—Es tan diminuto… e indefenso… —Enzo bajó la mirada hacia ella cuando lo mencionó, y luego escuchó cómo el doctor Dago le dijo.—Serás una buena cuidadora… estoy seguro…Gianna asintió lento, y luego el médico le pasó una toalla para que se limpiara.—Puedes ir a cambiarte… te esperaremos…Ella asintió siguiendo la orden, mientras el hombre observó a Enzo.—La señ
Antonella encendió unas velas en el comedor principal, y despidió a todo su personal para así tener un tiempo a solas con Enzo.Comprobó la hora, y supo que estaba retrasado, así que buscó su móvil para llamar rápidamente, mientras acomodaba su vestido y se sentaba.Iba a pretender celebrar este momento, pero también utilizaría el evento para tener un tiempo importante con él.Los tonos de la llamada sonaron por largo rato, hasta que el contestador caía, y ella observó el teléfono con curiosidad.—¿Dónde estás, Enzo?—Aquí… —ella dio salto girándose de forma rápida, y se puso de pie, cuando vio el aspecto cansado en su marido.—¿Qué ocurre?Enzo caminó lento, y luego detalló la mesa.—¿Qué celebramos?—El embarazo… lo que tanto deseaste… —dijo en tono irónico, entre tanto el hombre frunció una mueca disfrazada de sonrisa, y luego se sentó.—¿Lo que tanto deseé? Entonces, ¿no haces parte de esto? —los hombros de Antonella se tensaron, pero supo que él no estaba pensando lo mismo que el