CAPÍTULO 4

—Yo… yo no puedo hacer lo que me pide, señora Antonella… —Gianna retrocedió un paso hacia atrás, mientras un pinchazo hundía su pecho.

Le faltaba el aire, incluso sentía que iba a desvanecerse en el momento.

—Gianna… —esta vez dictaminó su jefa en un tono amenazador—. Te necesito, no puedo confiar en otra persona, y… no olvides que he pagado lo suficiente. Sin embargo, tendrás una gran compensación por este hecho…

Ella negó varias veces, y sin poder soportarlo más, salió de aquella oficina, y en el camino, se chocó con su compañera de piso haciendo que todos los bocetos cayeran al suelo.

—Lo siento… lo siento mucho… —después de eso salió disparada, y con la mente completamente confusa, sacó la mano a un taxi, y se metió en él, como si fuese su bote salvavidas.

Dio la dirección al conductor y luego se tapó la boca para escurrirse en el asiento.

No podía creerlo, no podía imaginar aceptar tal situación, no podía.

Cuando llegó a su casa se limpió rápidamente las lágrimas, y acomodó su cabello detrás de la oreja, para abrir una reja que daba con un jardín pequeño.

La construcción era vieja, pero estaba bien cuidada y sus muros eran gruesos. Esta casa había pertenecido a todos sus parientes, y su madre se esmeraba porque siempre se viera como un tesoro reluciente.

Rosella fue la primera en recibirla, mientras vio cómo su padre aún continuaba en la parte trasera de la casa, quizás cultivando alguna de sus plantas favoritas.

—Mia figlia (Hija, mia) —su madre saludó y ella la abrazó de inmediato como si buscara un refugio—. Has llegado muy temprano… ¿Sucede algo…?

Gianna se separó de ella, pero en el momento fueron interrumpidas por Rosella.

—Hermana… mamá y yo vimos esta mañana el salón de ballet… —sus dientes relucientes volviendo a pinchar su corazón.

—¿No me esperaron?

—No te enojes… literalmente obligué a mamá para que saliera de casa… solo queríamos verla… solo por fuera… y… —Gianna se giró a su madre que sonreía.

—Allí estaban unas chicas practicando… —completó Bianca.

Gianna sonrió olvidando un poco sus problemas, y acarició la quijada de su hermana.

—Por cierto, cariño… hemos recibido un paz y salvo, no tenemos alguna deuda de la casa… y todo gracias a ti… —en el momento en que su madre dijo esto, a ella se le borró la sonrisa.

—La mia bambina è qui? (¿Mi chica está aquí? —preguntó Carlo llegando al sitio con las botas embarradas.

—Oh, Carlo… ¡Ve afuera! Ensucias mi piso…

Tanto Rosella como Gianna comenzaron a reír, pero a Gianna le costó más superar el hecho.

De una risa desenfrenada, pasó a un llanto inconsolable, que le borró la felicidad a toda su familia en el instante.

—¿Estás segura de que solo es mucho trabajo? —Gianna asintió hacia su padre, cuando Bianca comenzó a servir la cena.

—Sí, papá… no te preocupes… —ella pudo notar como su padre cambió de expresión, y le puso una mano en seguida para preguntar—. ¿Por qué el cambio?

—Mi salario… es una tontería que solo trae la comida… pero tú… tú te encargas de todo, de la hipoteca, de las cuentas grandes, cuando esto no debería ser así…

—Papá… estás incapacitado… tu columna no está en las mejores condiciones… y si estás trabajando en esa tienda, es únicamente porque así lo quieres… Yo te dije que me haría cargo.

Carlo tomó su mano, y le sonrió.

—Pero no es lo justo… no sé qué haríamos sin ti…

—Mi hermana es la mejor de todas… ni siquiera puedo creer que vaya a esa academia de ballet… estoy tan emocionada —completó su hermana Rosella.

Gianna se echó a llorar toda la noche, apagó su teléfono, y al siguiente día se despertó con los ojos tan hinchados que tuvo que usar más maquillaje de lo que acostumbraba.

Y para cuando estuvo de nuevo en la empresa, respiró profundo cuando fue a entrar en la oficina de su jefa, aquella que, como un arma mortal, había utilizado todos sus favores en su contra.

—Buenos días, Gianna… —Cuando la vio entrar, Antonella se levantó para saludar, muy amable—. ¿Pudiste descansar?

Gianna asintió lento, y luego caminó dos pasos más.

—No tengo otra opción señora… tengo que aceptar su propuesta…

La sonrisa de Antonella se amplió y rápidamente caminó hasta ella para darle un abrazo.

Jamás había recibido un gesto de su parte de esta magnitud, pero ahora ella necesitaba cualquier consuelo, y no dudó en sollozar en sus brazos porque se sentía muy indefensa.

—Ya… ya… no llores… No es para tanto… te juro que, si te queda alguna estría, o rollito de más, pagaré tus arreglos… —Gianna parpadeó varias veces, porque en lo que menos pensaba ahora, era en su cuerpo.

—No pienso eso señora Antonella… pienso en mis padres… en… mi hermanita…

—Encontraremos una solución… pero todo a su tiempo… yo estoy emocionada de que hayas aceptado —Y, halándola, la sentó frente a su escritorio—. Escucha, todo continuará igual… seguirás trabajando aquí… tendrás mejores compensaciones, y te pasaré otro pago mensual, por tu vientre en alquiler…

Gianna levantó la cabeza cuando lo mencionó de nuevo, mientras su estómago se revolvía.

Ni siquiera sabía cómo iba a poder continuar con esto, o simplemente llevarlo a cabo.

—Está bien… siempre y cuando pueda pagar mis deudas… y… después de esto no tendré moras con usted, señora Antonella…

—¡Oh, no!, no te preocupes, no me deberás ni un euro, además estarás muy bien compensada.

Gianna asintió lento mirando sus manos, y luego una pregunta se formó en su cabeza.

—¿El señor Cavalli está de acuerdo con esto? —la mirada oscura de Antonella fue un poco intimidante, pero ella la vio asentir.

—Lo está… Enzo ve por mis ojos, Gianna… y… yo tengo un problema en mi útero para concebir… tú… nos darás la dicha de ser padres, y estará muy agradecido contigo también.

Ella asintió de nuevo, y cuando fue a levantarse para irse, Antonella volvió a interrumpirla.

—¿A dónde vas?

Gianna se giró confundida, y alzó los hombros para responder lo obvio.

—Al trabajo… como siempre a esta hora.

Antonella negó sonriente, tomó su bolso y se levantó del asiento.

—No cariño, ahora mismo recoge tus cosas, porque nos reuniremos con Enzo…

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