«¿Qué estaba pasando aquí?», se preguntó Gianna, mientras un personal de enfermería envolvió su mano, y el italiano seguía caminando en el espacio, como si estuviera enjaulado.
«¿Qué tenía que ver ella como con eso de una “solución”? ¿Y de qué tema estaban hablando exactamente? ¿Se iría de viaje su jefa acaso y la dejaría en un puesto comprometedor?»
Cuando todo terminó, el suelo fue limpiado y la bandeja retirada, ella se levantó del puesto, decidida a irse del lugar.
—Señora… me retiro… de verdad discúlpeme los inconvenientes…
—¿La viste bien? —Antonella hizo la pregunta hacia Enzo, ignorando totalmente a Gianna.
—No voy a responder a esta grosería, Antonella, es mejor que nos vayamos de aquí, y conversemos en casa…
—Bien… solo quería que supieras de quién se trataba.
—¿Está de acuerdo ella en esto acaso? —preguntó el hombre con la mirada abierta, pero no miró a Gianna, toda su rabia estaba dirigida a su esposa.
—Por supuesto… ella está de acuerdo… ¿Verdad, Gianna? —Antonella la miró como si quisiera eliminarla, como si le advirtiera en cada palabra, y a pesar de que no sabía nada de lo que estaban hablando, ella asintió.
—Sí…
—Bien, puedes retirarte.
Gianna pasó rápidamente por el lado del italiano, y se fue apresuradamente hacia el baño para respirar de forma agitada.
No sabía en qué la estaba metiendo su jefa, pero esperaba que no le creara problemas… y, sobre todo, no afectara los préstamos y la ayuda que le estaba proporcionando.
Después de unas horas, una fuerte discusión se estaba suscitando en el interior de la mansión Cavalli.
—¿Cómo puedes tomar decisiones sin siquiera preguntarme qué pienso de esto? ¡Es una barbaridad! —Antonella se sentó de golpe en la cama y supo que este era el momento para bajar la cabeza.
Templó sus labios y luego negó. Las lágrimas salieron de sus ojos precipitadamente.
—Yo quiero darte hijos… pero mi cuerpo me lo impide… Yo, no soy suficiente para ti, Enzo… y solo buscaba una salida… ¡Será nuestro hijo de todas formas!, Será nuestro…
A Enzo se le cortó la respiración en el punto, y rápidamente fue hacia Antonella para recogerla del piso.
—No cariño, no quise decir eso… no llores, por favor…
—Lo siento Enzo… de verdad lo siento mucho por arruinar tu vida…
—¡Basta…! ¡Basta! —él la abrazó profundamente, y se tragó toda su inconformidad—. No pasa nada contigo. No pasa nada… No importa si no tenemos hijos, me he casado contigo… estamos juntos, ¿De acuerdo?
Antonella alzó su rostro bañado en lágrimas.
—¿Qué dices?
—Si la naturaleza no nos da hijos, no obligaremos el curso, Anto… viviremos felices tú y yo…
Antonella se quitó de sus brazos, y luego recordó las palabras del médico. Enzo nunca se conformaría con esto, tal vez estaría tranquilo por un tiempo, pero conocía su ansiedad por una familia, y no podía permitir que la situación por la que había trabajado tanto, se le saliera de las manos.
—Quiero una familia… queremos una familia, ¿No es así? —ella refutó, y Enzo negó.
—Pero… ¿A qué precio?
—Vayamos a donde el especialista… él te explicará mejor. Será mi óvulo, y tu esperma, será nuestro hijo real. Solo que alguien más lo llevara en su vientre… Por favor, no te niegues, ¿no es esta una solución maravillosa?
Enzo la miró por un momento, pero sabía que no podía con esto. Dio dos pasos hacia atrás, sin decirle nada, y luego salió apresurado de su casa, a pesar de que Antonella le pidió que no se fuera.
Estuvo en un bar esa noche, y pidió un lugar alejado para tomar solo, y despejar sus pensamientos.
Tenía todo el dinero que cualquier hombre podría desear, éxito y la mujer que quería a su lado. Pero su sueño de ser padre, estaba truncado por cosas del destino. Tomó copa tras copa, y luego pensó que esta forma era descabellada.
No permitiría hacerlo así, y no complacería a Antonella en esto.
Solo pensaba en que posiblemente ella estuviera desesperada, y había leído que esto estresaba la mente, y disfuncionaba el cuerpo. Se darían un tiempo, trataría de no presionarla, de no hablar del tema, pero en cuanto pasara esta situación complicada, buscaría otras opciones, y de seguro, algo funcionaria para ellos.
Sin embargo, unas horas después, justo a la media noche, su ama de llaves llamó a su teléfono, cuando ya estaba subiéndose al auto para arrancar.
—¿Adele?
—Señor… lamento molestarlo, de verdad… pero la señora Antonella, está un poco extraña… ella me pidió despertarla a esta hora para saber si usted había llegado. Pero la he levantado de todas las formas y no despierta.
Enzo apretó su celular sintiendo el hielo en sus venas.
—Iré de inmediato, llama al médico de la familia, por favor.
—Sí, señor.
Condujo tan rápido como pudo, y cuando llegó a la mansión, literalmente corrió por las escaleras para llegar a su habitación.
En ese momento Adele estaba ayudando a Antonella a vomitar en una vasija, mientras su cuerpo se convulsionaba por tal acto.
—¡Dios! ¿Qué ocurre? —Enzo tomó su cuerpo para ayudar al ama de llaves, y cuando su esposa terminó de vomitar, pudo notarla fría, y sudorosa.
—Yo… tomé una dosis para dormir… pero como no me hicieron efecto, las doblegué… creo que fue esto…
Enzo abrió los ojos negando y luego la abrazó.
—¿Por qué haces estas cosas, Anto? ¿Por qué me hieres de esta manera?
—Lo siento cariño… yo… solo quería dormir… perdóname, por favor, no pensé que iba a pasar esto… perdóname… no soy nadie, Enzo… no soy la mejor esposa, y no puedo darte hijos.
Los sollozos de Antonella lo llevaron al límite y en medio de sus copas, y de una conciencia más distorsionada, tomó sus hombros, y la hizo mirarlo detenidamente.
—Aceptaré, ¿de acuerdo? Tomaremos esta opción… ahora, recuéstate y descansa.
Él le limpió las lágrimas de sus mejillas, mientras Antonella asintió recostándose en su pecho.
Ella no había querido causar esta situación, no era de las que se hacía daño a propósito, pero sin querer y en la ignorancia del efecto secundario de esas pastillas, de alguna forma, había terminado por cumplir su propósito.
Entonces abrazó el cuerpo de su marido, y solo pensó que mañana tendría una larga conversación con Gianna Ricci.
Su querida, fiel y dulce asistente, la que nunca le daría un No por respuesta…
—Yo… yo no puedo hacer lo que me pide, señora Antonella… —Gianna retrocedió un paso hacia atrás, mientras un pinchazo hundía su pecho.Le faltaba el aire, incluso sentía que iba a desvanecerse en el momento.—Gianna… —esta vez dictaminó su jefa en un tono amenazador—. Te necesito, no puedo confiar en otra persona, y… no olvides que he pagado lo suficiente. Sin embargo, tendrás una gran compensación por este hecho…Ella negó varias veces, y sin poder soportarlo más, salió de aquella oficina, y en el camino, se chocó con su compañera de piso haciendo que todos los bocetos cayeran al suelo.—Lo siento… lo siento mucho… —después de eso salió disparada, y con la mente completamente confusa, sacó la mano a un taxi, y se metió en él, como si fuese su bote salvavidas.Dio la dirección al conductor y luego se tapó la boca para escurrirse en el asiento.No podía creerlo, no podía imaginar aceptar tal situación, no podía. Cuando llegó a su casa se limpió rápidamente las lágrimas, y acomodó su c
Gianna estaba tronando sus dedos debajo de la mesa, en un lujoso restaurante, donde Antonella estaba pidiendo un desayuno para ambas, mientras esperaban a Enzo.—¿Te provoca el plato número dos? —Gianna alzó la vista ante la pregunta, y luego miró la carta.—Creo que solo me tomaré un capuchino… realmente desayuné antes de salir de casa…Antonella sonrió, y luego miró al camarero.—Lo de siempre, entonces…—Por supuesto —dijo el hombre retirándose, y luego Antonella comenzó observándola detenidamente.—No quiero esa cara, Gianna… Enzo pensará que estoy colocando un arma en tu cabeza…Gianna pensó que sí lo hacía, literalmente estaba entre la espada y la pared, y no había decisión que tomar, porque ella no tenía opciones.Prefirió quedarse callada, y entonces su vista se alzó cuando pudo notar que el esposo de su jefa, estaba entrando en el lugar.Ella se tensionó visiblemente cuando lo detalló en un traje a su medida, y su apariencia perfecta. Tenía lentes oscuros como los solía usar,
Gianna miró la mano del hombre que estaba presentándose, y luego aquel rostro le hizo clip en su cabeza.Por supuesto, se trataba de Ángelo Cavalli, el hermano que le seguía al señor Enzo. Conocía perfectamente a esta familia, y el número que los procedía, porque ella había preparado el cumpleaños número 28 de Antonella el año pasado. En ese momento se hizo cargo de todas las invitaciones, y de toda la organización, quedando del detrás de cámaras todo el tiempo en el evento.Ángelo tenía 30 años, y de igual forma, era un empresario como su hermano. Gran parte de los viñedos de Italia, eran presididos por estos dos, y sus caras siempre eran la representación de tal negocio.Luego de Ángelo, le seguía Alexia, de 28 años, que era muy distante de Antonella, y por último Carlo, de 25 años, que estudiaba en el exterior. La familia era numerosa, sin duda alguna, pero ninguno se había casado, a excepción de Enzo.—Me llamo…—Ella es Gianna… —Enzo se adelantó a cortarla, y ambos lo miraron con
Unos días después, Antonella estaba frente al médico un día antes de la intervención de Gianna, porque el doctor Dago la había mandado a llamar por un asunto que se presentó de improviso.—He venido lo más pronto… ¿Qué ocurre?El doctor Dago la miró pasando un trago.—Señora Cavalli… se ha presentado un problema… a decir verdad… un gran problema…Antonella negó varias veces.—Hable ya… ¿Qué pasa?—Señora… hay una dificultad con sus óvulos… ellos, no pueden ser fecundados… usted realmente tiene un problema para concebir…Antonella abrió sus ojos desmesuradamente sin poder decir una sola palabra.—¿Qué dice? —el doctor Dago se quedó en silencio, y luego aspiró el aire para comenzar a explicar:—Su útero no es el problema, aunque anteriormente era una mentira… tiene un excelente útero, pero sus óvulos… —él negó—. Sus óvulos…—¡Cállese…! —Antonella se levantó de golpe—. ¿Dónde están esos exámenes…? ¡Démelos…! Hablaré con alguien más capacitado ahora mismo.El doctor Dago le pasó los papel
—¿Qué pasa? Estás muy callada… y esto no es de ti… —Antonella se giró con la copa en su mano, mientras una cena íntima se suscitaba en su casa, porque ella misma había mandado a preparar.Pero el hecho era que no podía pensar en otra cosa, sino en ese embarazo, que aún no había sido comprobado, y que a la larga ella no pertenecía en el asunto.Derramó una lágrima por su mejilla izquierda mientras Enzo se tensó.—¿Dime qué ocurre?Antonella sonrió mientras negó y tomó la copa de golpe.—Estoy feliz… ya han pasado unas semanas… el tratamiento fue un éxito ese día, y pronto sabremos si ya estamos siendo padres…Enzo asintió, y luego masajeó su sien.—Aún no sé cómo abordar el tema con mi familia.—¿Y eso importa? —él se giró de golpe, mientras su ánimo se agrió.—Importa sí, y mucho… es mi familia Antonella… lo más importante para mí.—¿Y yo donde quedo aquí?Un bufido salió por la boca de Enzo totalmente exasperado, y se levantó de inmediato diciendo.—Pensé que eras parte de ella… pero
—Solo debemos tomar una muestra, para saber las semanas… pero con esto, tenemos la fiabilidad suficiente… —el doctor Dago achicó los ojos en el eco, estaba un poco confundido con el embrión, pero no notó alguna situación extraña.—Entonces… ¿Ella…?—Sí… —el médico cortó a Enzo—. Gianna está en embarazo… sus síntomas se deben a las deficiencias que el cuerpo comienza a exigir, y necesitará una muy buena alimentación, complementos, y menos estrés…Enzo escuchó los latidos del corazón de aquel bebé, y los sintió prontamente en sus entrañas, mientras Gianna miraba la pantalla observando como es bolita se movía de aquí para allá.—Es tan diminuto… e indefenso… —Enzo bajó la mirada hacia ella cuando lo mencionó, y luego escuchó cómo el doctor Dago le dijo.—Serás una buena cuidadora… estoy seguro…Gianna asintió lento, y luego el médico le pasó una toalla para que se limpiara.—Puedes ir a cambiarte… te esperaremos…Ella asintió siguiendo la orden, mientras el hombre observó a Enzo.—La señ
Antonella encendió unas velas en el comedor principal, y despidió a todo su personal para así tener un tiempo a solas con Enzo.Comprobó la hora, y supo que estaba retrasado, así que buscó su móvil para llamar rápidamente, mientras acomodaba su vestido y se sentaba.Iba a pretender celebrar este momento, pero también utilizaría el evento para tener un tiempo importante con él.Los tonos de la llamada sonaron por largo rato, hasta que el contestador caía, y ella observó el teléfono con curiosidad.—¿Dónde estás, Enzo?—Aquí… —ella dio salto girándose de forma rápida, y se puso de pie, cuando vio el aspecto cansado en su marido.—¿Qué ocurre?Enzo caminó lento, y luego detalló la mesa.—¿Qué celebramos?—El embarazo… lo que tanto deseaste… —dijo en tono irónico, entre tanto el hombre frunció una mueca disfrazada de sonrisa, y luego se sentó.—¿Lo que tanto deseé? Entonces, ¿no haces parte de esto? —los hombros de Antonella se tensaron, pero supo que él no estaba pensando lo mismo que el
Eran las cinco y media y Enzo aún esperaba abajo en el auto, cuando decidió decirle a su chofer que lo esperara, y que demoraría al menos cinco minutos en regresar.Caminó por toda la planta de diseño de Antonella, y se metió en el ascensor privado para llegar al tercer piso, donde sabía podía encontrar a Gianna.Había mucho personal ir de aquí para allá como si apenas comenzaran su jornada, y se adentró hasta el ala de Antonella, donde la encontró a esa chica contestando llamadas.Pudo notar como sus ojos claros se agrandaron cuando lo vio de pie frente a ella, y luego la escuchó decir:—Te llamaré luego… pero, por favor… que ella tenga los bocetos hoy mismo, así sean las doce de la noche… —dejó caer el auricular y colgó el teléfono sin quitarle la mirada—. Señor… lamento la tardanza… he tenido algunas complicaciones…—Déjalo para mañana…—Pero…—No hay peros, toma tus cosas, y vámonos… —Gianna abrió su boca para refutar, pero ante su mirada seria, decidió no discutir. Si alguna cosa