CAPÍTULO 3

«¿Qué estaba pasando aquí?», se preguntó Gianna, mientras un personal de enfermería envolvió su mano, y el italiano seguía caminando en el espacio, como si estuviera enjaulado.

«¿Qué tenía que ver ella como con eso de una “solución”? ¿Y de qué tema estaban hablando exactamente? ¿Se iría de viaje su jefa acaso y la dejaría en un puesto comprometedor?»

Cuando todo terminó, el suelo fue limpiado y la bandeja retirada, ella se levantó del puesto, decidida a irse del lugar.

—Señora… me retiro… de verdad discúlpeme los inconvenientes…

—¿La viste bien? —Antonella hizo la pregunta hacia Enzo, ignorando totalmente a Gianna.

—No voy a responder a esta grosería, Antonella, es mejor que nos vayamos de aquí, y conversemos en casa…

—Bien… solo quería que supieras de quién se trataba.

—¿Está de acuerdo ella en esto acaso? —preguntó el hombre con la mirada abierta, pero no miró a Gianna, toda su rabia estaba dirigida a su esposa.

—Por supuesto… ella está de acuerdo… ¿Verdad, Gianna? —Antonella la miró como si quisiera eliminarla, como si le advirtiera en cada palabra, y a pesar de que no sabía nada de lo que estaban hablando, ella asintió.

—Sí…

—Bien, puedes retirarte.

Gianna pasó rápidamente por el lado del italiano, y se fue apresuradamente hacia el baño para respirar de forma agitada.

No sabía en qué la estaba metiendo su jefa, pero esperaba que no le creara problemas… y, sobre todo, no afectara los préstamos y la ayuda que le estaba proporcionando.

Después de unas horas, una fuerte discusión se estaba suscitando en el interior de la mansión Cavalli.

—¿Cómo puedes tomar decisiones sin siquiera preguntarme qué pienso de esto? ¡Es una barbaridad! —Antonella se sentó de golpe en la cama y supo que este era el momento para bajar la cabeza.

Templó sus labios y luego negó. Las lágrimas salieron de sus ojos precipitadamente.

—Yo quiero darte hijos… pero mi cuerpo me lo impide… Yo, no soy suficiente para ti, Enzo… y solo buscaba una salida… ¡Será nuestro hijo de todas formas!, Será nuestro…

 A Enzo se le cortó la respiración en el punto, y rápidamente fue hacia Antonella para recogerla del piso.

—No cariño, no quise decir eso… no llores, por favor…

—Lo siento Enzo… de verdad lo siento mucho por arruinar tu vida…

—¡Basta…! ¡Basta! —él la abrazó profundamente, y se tragó toda su inconformidad—. No pasa nada contigo. No pasa nada… No importa si no tenemos hijos, me he casado contigo… estamos juntos, ¿De acuerdo?

Antonella alzó su rostro bañado en lágrimas.

—¿Qué dices?

—Si la naturaleza no nos da hijos, no obligaremos el curso, Anto… viviremos felices tú y yo…

Antonella se quitó de sus brazos, y luego recordó las palabras del médico. Enzo nunca se conformaría con esto, tal vez estaría tranquilo por un tiempo, pero conocía su ansiedad por una familia, y no podía permitir que la situación por la que había trabajado tanto, se le saliera de las manos.

—Quiero una familia… queremos una familia, ¿No es así? —ella refutó, y Enzo negó.

—Pero… ¿A qué precio?

—Vayamos a donde el especialista… él te explicará mejor. Será mi óvulo, y tu esperma, será nuestro hijo real. Solo que alguien más lo llevara en su vientre… Por favor, no te niegues, ¿no es esta una solución maravillosa?

Enzo la miró por un momento, pero sabía que no podía con esto. Dio dos pasos hacia atrás, sin decirle nada, y luego salió apresurado de su casa, a pesar de que Antonella le pidió que no se fuera.

Estuvo en un bar esa noche, y pidió un lugar alejado para tomar solo, y despejar sus pensamientos.

Tenía todo el dinero que cualquier hombre podría desear, éxito y la mujer que quería a su lado. Pero su sueño de ser padre, estaba truncado por cosas del destino. Tomó copa tras copa, y luego pensó que esta forma era descabellada.

No permitiría hacerlo así, y no complacería a Antonella en esto.

Solo pensaba en que posiblemente ella estuviera desesperada, y había leído que esto estresaba la mente, y disfuncionaba el cuerpo. Se darían un tiempo, trataría de no presionarla, de no hablar del tema, pero en cuanto pasara esta situación complicada, buscaría otras opciones, y de seguro, algo funcionaria para ellos.

Sin embargo, unas horas después, justo a la media noche, su ama de llaves llamó a su teléfono, cuando ya estaba subiéndose al auto para arrancar.

—¿Adele?

—Señor… lamento molestarlo, de verdad… pero la señora Antonella, está un poco extraña… ella me pidió despertarla a esta hora para saber si usted había llegado. Pero la he levantado de todas las formas y no despierta.

Enzo apretó su celular sintiendo el hielo en sus venas.

—Iré de inmediato, llama al médico de la familia, por favor.

—Sí, señor.

Condujo tan rápido como pudo, y cuando llegó a la mansión, literalmente corrió por las escaleras para llegar a su habitación.

En ese momento Adele estaba ayudando a Antonella a vomitar en una vasija, mientras su cuerpo se convulsionaba por tal acto.

—¡Dios! ¿Qué ocurre? —Enzo tomó su cuerpo para ayudar al ama de llaves, y cuando su esposa terminó de vomitar, pudo notarla fría, y sudorosa.

—Yo… tomé una dosis para dormir… pero como no me hicieron efecto, las doblegué… creo que fue esto…

Enzo abrió los ojos negando y luego la abrazó.

—¿Por qué haces estas cosas, Anto? ¿Por qué me hieres de esta manera?

—Lo siento cariño… yo… solo quería dormir… perdóname, por favor, no pensé que iba a pasar esto… perdóname… no soy nadie, Enzo… no soy la mejor esposa, y no puedo darte hijos.

Los sollozos de Antonella lo llevaron al límite y en medio de sus copas, y de una conciencia más distorsionada, tomó sus hombros, y la hizo mirarlo detenidamente.

—Aceptaré, ¿de acuerdo? Tomaremos esta opción… ahora, recuéstate y descansa.

Él le limpió las lágrimas de sus mejillas, mientras Antonella asintió recostándose en su pecho.

Ella no había querido causar esta situación, no era de las que se hacía daño a propósito, pero sin querer y en la ignorancia del efecto secundario de esas pastillas, de alguna forma, había terminado por cumplir su propósito.

Entonces abrazó el cuerpo de su marido, y solo pensó que mañana tendría una larga conversación con Gianna Ricci.

Su querida, fiel y dulce asistente, la que nunca le daría un No por respuesta…

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