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Había pasado mucho tiempo imaginando cómo sería, qué aspecto tendría, cómo sonaría su voz, qué personalidad tendría... Había gastado gran parte de mi tiempo tratando de averiguar cómo luciría ella. ¿Quién era la mujer que había compartido tantos años con mi esposo? Eso me había preguntado infinitas veces. Y al fin lo averiguaba. Ella estaba frente a mí. —Melissa. Gabriel mencionó su nombre de nuevo y yo sentí en su voz tantas emociones, conexiones y una larga historia de amor y dolor entre ellos. La mujer soltó el brazo de Adam y le devolvió la mirada a mi esposo, en sus brillantes ojos había emoción y la misma nostalgia que en la voz de Gabriel. —Esperaba verte —dijo ella con una exhalación de anhelo, en un tono añorante y dulce—. Mi avión aterrizó hace un par de horas y Adam fue por mí —se excusó. Pero cuando Gabriel no dijo nada, añadió: —Iba a ir a buscarte mañana, quería saber... cómo estabas. Gabriel no le respondió enseguida, incluso tardó un momento en moverse. Pe
Apenas amaneció, me levanté de la cama y entré a la ducha. Me tomé un largo baño que se llevó mis ultimas lágrimas y los vestigios de la última noche que habíamos pasado juntos. Cuando salí, me tapé las ojeras con maquillaje y después bajé a la cocina para preparar su habitual café. Media hora más tarde, él bajó las escaleras ya con un sofisticado traje azul oscuro puesto. Se veía tan apuesto como todos los días, incluso a pesar de haber bebido sin la menor responsabilidad. —Buenas días —saludó tomando su taza de café y bebiéndola de golpe, tratando de calmar su resaca. Como siempre, me acerqué a él y le arreglé los gemelos en los puños, también acomodé su corbata. Pero esta vez no sonreí ni dije nada, y él lo notó. —¿Sucede algo, Susan? —inquirió con cierta preocupación. Inconscientemente había dejado de llamarme Preciosa y tampoco me había besado al entrar a la cocina. —Anoche... Hizo un gesto de desagrado. —Bebí demasiado, ¿no es así? Solo recuerdo haber entrado al
Esa noche, Gabriel volvió a casa durante la madrugada, cuando Adam ya se había ido. Lo escuché recostarse a mi lado y después sentí cómo me abrazaba por la espalda. Apoyó el mentón en mi hombro y expiró profundo, no había rastro de alcohol en su aliento. No me moví, ni siquiera abrí los ojos cuando me habló al oído. —Lamento haberme demorado, preciosa. Tuve que... reunirme con los abogados —dijo, como si fuese verdad. Apreté los párpados y me negué a decir nada, fingí dormir. Incluso me mantuve quieta cuando me besó el hombro y después detrás de la oreja. —Te lastimé de nuevo, ¿no es así? —musitó y se disculpó—. Lo siento mucho, sé que debería estar contigo, es solo que... Es complicado, Susan. Un momento después, me soltó y se recostó boca arriba. Lo escuché exhalar. Una pequeña lagrima se deslizó desde mis ojos cerrados, pero eso fue todo. Logré dormir, aunque me asustaba ver el amanecer y tener que enfrentar lo que vendría. Al día siguiente, me desperté con el sol en la
Durante los últimos días, nuestra relación había sido una agitada tormenta, y yo no sabía cómo concluiría. Me había roto cuando esa noche, después de verla en ese restaurante, mi esposo en un estado de ebriedad me confesó que aun la amaba. Y terminé de romperme cuando a la noche siguiente no llegó a la cena que habíamos planeado juntos y se quedó con ella. —Te amo, Susan —me repitió, sujetándome el rostro con las dos manos. En sus ojos, no cabía la menor duda. Su mirada era un gris océano tranquilo, sincero y rebosante de amor por mí. ¿Cómo era posible? Todo me había indicado que él seguía amando a Melissa, pero allí estaba, diciendo amarme a mí. ¿Me había equivocado y él realmente ya había dejado a Melissa en el pasado? —Lo que dice es... ¿es real, realmente me ama a mí? —murmuré, llena de emociones encontradas, apenas conteniendo la felicidad que estaba a punto de explotar en mí. Gabriel curvó los labios y, cerrando los ojos, acercó los labios a mi frente y me besó. Se qued
Luego de nuestra reconciliación en el estacionamiento de la empresa, muchas cosas sucedieron en torno a nuestra relación. Aunque yo estaba muy enamorada y Gabriel era de lo más atento y dulce conmigo, más allá de nuestra felicidad las cosas eran diferentes. Pronto los medios supieron quién era la esposa del Ceo Bastián y se enteraron sobre su regreso a la ciudad; hubo muchas especulaciones, como una reconciliación entre ellos, hasta que Melissa había regresado para obtener una fortuna con su divorcio. Así que enteré más cosas sobre Melissa Keller, como que pertenecía a una buena familia, dueña de gigantes en el sector salud, como hospitales y centros de investigación. También supe que ella tenía 27 años y que había tenido al menos 2 parejas más después de separarse de mi esposo tres años atrás. Sobre mí, los medios hablaron cosas como que yo era una amante que debería irse, incluso dijeron que posiblemente mis bebés no eran del Ceo Bastián; pues se enteraron la clase de persona que era
—¿Qué clase de mujer eres, Susan? Su voz susurrante me hizo estremecer. Había una gran sonrisa en su voz. —¿Qué tipo de mujer se intoxica de sustancias y se mete en la cama de un hombre que no conoce? Todo mundo te creía una chica educada y dulce, que sin duda merecía tener un matrimonio con un hombre poderoso como Gabriel. Qué gran burla eres ahora, Suzy. Sus manos en mis hombros me sujetaron con gran fuerza, quizás pensaba que podía escaparme y huir, pero yo ni siquiera era capaz de moverme. Estaba paralizada. —Aunque, después tu perfecta reputación cayó en picada cuando ese chico, tu amigo, dijo a todos que esa noche estabas ebria y perdida en alcohol. Y yo te preguntó, ¿qué mujer eres? ¿Qué pasaría contigo sí sé llega a saber qué eres una adicta y no solo la borracha que todos creen? Sus delgados dedos se clavaron en mi piel. Y sus amenazas fueron el eco de lo mismo que me había dicho Israel: ¿Qué harás cuando todo mundo sepa que concebiste a ese bebé en una noche donde
—Al lado de alguien como ella, ¿qué eres tú, Susan? No tienes dinero, tampoco eres tan influyente como ella. Y, para colmo, tampoco tienes ya tu matrimonio con ese hombre, porque incluso ella te arrebató eso. La miré fijamente, y me esforcé por no soltar ninguna lágrima. Sabine era mi mamá, ¿entonces por qué era tan dura e insensible conmigo? ¿Me había buscado solo para hacerme sentir miserable? —Sé... sé bien lo poco que soy al lado de alguien como ella —musité y con un dedo me limpié la sangre de la boca—. ¿Crees que no sé todo eso, mamá? ¡Sé perfectamente que ella es mejor que yo, y que él podría volver con ella y nadie lo juzgaría! De repente, mi voz ganó fuerza y seguridad. Aunque por dentro era un manojo de incertidumbre y miedo, ella no tenía por qué saberlo. —Sé que él es su marido, y que yo me he convertido en la amante que lo retiene con un embarazo. ¡Sé que todos creen que la noche de esa m*****a fiesta yo me acosté con él sabiendo que tenía esposa, y que no me impor
Tiempo atrás en una de mis dos pocas visitas al penhouse, había descubierto ese anillo por casualidad, oculto en el vestidor de mi marido, enterrado dentro de un obscuro cajón. En ese entonces no sabía a quién había pertenecido. —Esperaba que vinieras esta noche —saludó Melissa con una sonrisa deslumbrante, sujeta al brazo de Adam y mirando con ojos brillantes a Gabriel. Miré el anillo en su dedo y noté una desazón en el corazón. Ella había recuperado esa costosa joya, ¿cómo? —Contrario a ti, yo no esperaba encontrarte aquí —Gabriel le devolvió secamente el saludo, pero de reojo lo vi mirar brevemente el anillo en el dedo de su exmujer. Esperé a que él comentara algo sobre eso, pero hábilmente apartó la mirada y su expresión no demostró nada. —También esperaba que volviéramos a encontrarnos, Susan —dijo Melissa, volviéndose hacía mí y estirando la mano derecha para saludarme. Observé por un segundo su anillo de casada y pensé en no estrechar su mano. Sin embargo, no quer