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Capítulo 2. Propuesta de matrimonio

Jacob, al verla acercarse, no pudo evitar sonreír y le puso una taza de café caliente en la mano.

Ella lo miró a los ojos, y una sonrisa tímida se dibujó en su rostro, mientras una ligera vergüenza la invadía al recordar todo lo que había sucedido la noche anterior.

Jacob, al notar cómo ella cogía la taza de forma descuidada, rápidamente le dijo: Cuidado, te quemas.

Ella, al escuchar su voz preocupada, se dio cuenta de inmediato de que había tomado la taza mal, sin considerar lo caliente que estaba el café. Un ligero susto la invadió, pero agradeció la advertencia, sonrojándose levemente mientras corregía su agarre.

Luego ella le dio las gracias, sonriéndole con afecto, una sonrisa que reflejaba lo feliz que se sentía en ese momento. Así, sin darse cuenta, el tiempo había pasado rápidamente, y un año de noviazgo había transcurrido. Para celebrar su primer aniversario, Jacob le propuso una salida especial. Ambos habían estado tan ocupados con sus obligaciones que no habían tenido tiempo para disfrutar de su relación.

Jacob la llevó a un restaurante hermoso, ubicado en la terraza de un elegante hotel. El lugar era impresionante, con una vista panorámica que permitía ver toda la ciudad iluminada por las luces nocturnas, creando una atmósfera casi mágica.

Con una atención meticulosa, él había mandado decorar la mesa con todo lo que a Mariana le encantaba: flores frescas, pétalos de rosa esparcidos alrededor y velas aromatizadas que daban un toque íntimo y cálido.

Aquella noche, Mariana deslumbraba. Llevaba un elegante vestido plateado, ceñido al cuerpo, de diseño sólido y sin hombros. La cintura alta del atuendo acentuaba perfectamente su silueta, haciéndola ver aún más esbelta y sofisticada. Completó su look con un colgante de diamantes minimalista, brillante, montado en un delicado engaste de cuatro garras, junto con unos aretes a juego. Sus tacones negros altísimos le daban aún más porte y elegancia.

Jacob la saludó con un beso fugaz en los labios, y al separarse, la miró de abajo hacia arriba, como si la estuviera viendo por primera vez. Y claro, tenía razones para hacerlo, pues desde que estaban juntos, Mariana nunca se había vestido de una forma tan elegante.

Después de observarla con asombro, le dijo con una voz suave, pero firme y llena de admiración—.

—Estás impresionante…  Estás preciosa. Definitivamente, eres la mujer más bonita del universo.

Mariana no podía dejar de sonreír, ni de sentir cómo su corazón palpitaba con fuerza. Ese día se convirtió para ella en uno de los más especiales desde que sus padres ya no estaban. 

Y para coronar ese momento tan especial, en medio de la cena, con la ciudad iluminada como testigo, Jacob se arrodilló y le pidió matrimonio.

Ella se quedó sin aliento, tan emocionada que sentía que no podía ni hablar. Pero entonces lo abrazó con fuerza y le susurró cerca de su oído:

—Por supuesto que sí… contigo iría hasta el fin del mundo.

Fin de los recuerdos.

En ese momento, salió de la casa su hermana Camille, y al verla, la abrazó con fuerza mientras le decía con ternura:

—No pienses más en ese mal hombre, que no te merece y no vale la pena.

Camille la miraba con ojos llenos de cariño y luego le propuso:

—¿Por qué no te vas de viaje con tus amigas? Te haría bien distraerte y comenzar a olvidarte de él.

A lo que Mariana respondió con la voz quebrada:

—¿Sabes qué es lo que más me duele? No es solo que me haya engañado… es que me vio la cara de estúpida. La mujer con la que todos creíamos que era su prima… resultó ser su amante. ¡Y lo peor! Toda su maldita familia lo sabía… todos, Camille… ¡Y nadie me dijo nada!

Luego hizo una pausa, conteniendo el llanto que le apretaba el pecho.

Camille no dijo nada en ese momento. Solo la miraba en silencio, dejándola hablar, permitiéndole sacar todo lo que llevaba dentro.

Mariana continuó, con la voz entrecortada:

—Pensaba que sus padres me veían como a su propia hija…, ya que siempre me lo decían, que yo era esa hija que nunca tuvieron. Hoy me doy cuenta de lo estúpida que fui. Tengo tanta rabia conmigo misma… y a veces, hasta me da risa de lo idiota que fui.

Se rio de sí misma, pero era una risa amarga, cargada de tristeza, esa que se reflejaba en sus bonitos ojos como un espejo roto.

—Qué boba fui, ¿cierto? —dijo entre risas forzadas—. Yo que les creía, tanto a ellos como a él…  Y estaba pensando en ayudarles con el negocio familiar, sabiendo que las cosas no les iban bien… estaba a punto de invertir una gran suma de dinero para apoyarlos.

Camille, sin pensarlo dos veces, la volvió a abrazar con fuerza, como si quisiera protegerla del dolor con el calor de sus brazos.

—Ya deja de pensar en esa gente —le dijo con firmeza—. Lo único que querían de ti era nuestro dinero. Pero gracias a Dios… y a nuestros padres, que siempre nos repetían lo mismo, no lograron quitarte nada. Porque, aunque hubiera firmado mil capitulaciones, ese tipo de gentuza se las habría ingeniado para sacarte algo que te pertenece.

—Además, deberías estar contenta por eso. Si tú hubieras querido, podrías haberles quitado de lo poco que tienen.

Mariana se soltó suavemente del abrazo, con los ojos brillosos, y le respondió:

—Cam… tú sabes que a mí no me interesa nada de lo que ellos tienen. Solo quería terminar con ese matrimonio de mentiras… lo antes posible.

Camille, después de un momento de reflexión, miró a su hermana con un leve suspiro y le dijo:

—Sabes qué es lo bueno de este matrimonio, si se le puede llamar así.

Mariana se volteó hacia ella, su mirada llena de incertidumbre, y le preguntó:

—¿Qué fue lo bueno de todo esto, según tú?

Camille la miró fijamente, con una seriedad que Mariana no había visto antes, y continuó: Que confirmamos lo que siempre nos decían nuestros padres. A las personas las rige un solo interés en este mundo, y por ese interés, están dispuestas a traicionar y hasta vender su propia alma por dinero.

Luego volvió a hacer una breve pausa antes de continuar:

—Por eso lo he pensado muy bien, y he llegado a la conclusión de que nunca me voy a casar. Y si alguna vez me enamoro, como tú lo hiciste de Jacob, haré lo mismo que hiciste. Antes de casarme, pondré todos mis activos a tu nombre. Así, si alguna vez me llegara a pasar algo parecido a lo tuyo, por lo menos me quedará la satisfacción de saber que no le he dado nada de lo que es mío a alguien que no lo merece.

Mariana permaneció en silencio por un rato, pensando en lo que Camille acababa de decirle. Finalmente, rompió el silencio con una voz suave, pero firme, y dijo:

—Pensé que lo que tenías con el hermano de Vero, iba en serio. A él, se le nota que está enamorado de ti. Y sabes bien que la familia de Vero, además de estar involucrada en la política, proviene de una familia con mucho dinero y poder. No harían algo así como lo que me hizo Jacob a mí… ¿Lo sabes, verdad?

Camille la miró por un momento antes de responder, y con un suspiro, dijo:

—Sí, eso ya lo sé… pero después de lo de tu matrimonio, me da un poco de miedo casarme. Solo de pensar que me podría pasar lo mismo que a ti con Jacob, me da escalofríos. —Camille hizo una pausa, su rostro reflejaba una mezcla de miedo y preocupación, como si ese pensamiento la estuviera torturando por dentro.

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