Jacob, al verla acercarse, no pudo evitar sonreír y le puso una taza de café caliente en la mano.
Ella lo miró a los ojos, y una sonrisa tímida se dibujó en su rostro, mientras una ligera vergüenza la invadía al recordar todo lo que había sucedido la noche anterior.
Jacob, al notar cómo ella cogía la taza de forma descuidada, rápidamente le dijo: Cuidado, te quemas.
Ella, al escuchar su voz preocupada, se dio cuenta de inmediato de que había tomado la taza mal, sin considerar lo caliente que estaba el café. Un ligero susto la invadió, pero agradeció la advertencia, sonrojándose levemente mientras corregía su agarre.
Luego ella le dio las gracias, sonriéndole con afecto, una sonrisa que reflejaba lo feliz que se sentía en ese momento. Así, sin darse cuenta, el tiempo había pasado rápidamente, y un año de noviazgo había transcurrido. Para celebrar su primer aniversario, Jacob le propuso una salida especial. Ambos habían estado tan ocupados con sus obligaciones que no habían tenido tiempo para disfrutar de su relación.
Jacob la llevó a un restaurante hermoso, ubicado en la terraza de un elegante hotel. El lugar era impresionante, con una vista panorámica que permitía ver toda la ciudad iluminada por las luces nocturnas, creando una atmósfera casi mágica.
Con una atención meticulosa, él había mandado decorar la mesa con todo lo que a Mariana le encantaba: flores frescas, pétalos de rosa esparcidos alrededor y velas aromatizadas que daban un toque íntimo y cálido.
Aquella noche, Mariana deslumbraba. Llevaba un elegante vestido plateado, ceñido al cuerpo, de diseño sólido y sin hombros. La cintura alta del atuendo acentuaba perfectamente su silueta, haciéndola ver aún más esbelta y sofisticada. Completó su look con un colgante de diamantes minimalista, brillante, montado en un delicado engaste de cuatro garras, junto con unos aretes a juego. Sus tacones negros altísimos le daban aún más porte y elegancia.
Jacob la saludó con un beso fugaz en los labios, y al separarse, la miró de abajo hacia arriba, como si la estuviera viendo por primera vez. Y claro, tenía razones para hacerlo, pues desde que estaban juntos, Mariana nunca se había vestido de una forma tan elegante.
Después de observarla con asombro, le dijo con una voz suave, pero firme y llena de admiración—.
—Estás impresionante… Estás preciosa. Definitivamente, eres la mujer más bonita del universo.
Mariana no podía dejar de sonreír, ni de sentir cómo su corazón palpitaba con fuerza. Ese día se convirtió para ella en uno de los más especiales desde que sus padres ya no estaban.
Y para coronar ese momento tan especial, en medio de la cena, con la ciudad iluminada como testigo, Jacob se arrodilló y le pidió matrimonio.
Ella se quedó sin aliento, tan emocionada que sentía que no podía ni hablar. Pero entonces lo abrazó con fuerza y le susurró cerca de su oído:
—Por supuesto que sí… contigo iría hasta el fin del mundo.
Fin de los recuerdos.
En ese momento, salió de la casa su hermana Camille, y al verla, la abrazó con fuerza mientras le decía con ternura:
—No pienses más en ese mal hombre, que no te merece y no vale la pena.
Camille la miraba con ojos llenos de cariño y luego le propuso:
—¿Por qué no te vas de viaje con tus amigas? Te haría bien distraerte y comenzar a olvidarte de él.
A lo que Mariana respondió con la voz quebrada:
—¿Sabes qué es lo que más me duele? No es solo que me haya engañado… es que me vio la cara de estúpida. La mujer con la que todos creíamos que era su prima… resultó ser su amante. ¡Y lo peor! Toda su maldita familia lo sabía… todos, Camille… ¡Y nadie me dijo nada!
Luego hizo una pausa, conteniendo el llanto que le apretaba el pecho.
Camille no dijo nada en ese momento. Solo la miraba en silencio, dejándola hablar, permitiéndole sacar todo lo que llevaba dentro.
Mariana continuó, con la voz entrecortada:
—Pensaba que sus padres me veían como a su propia hija…, ya que siempre me lo decían, que yo era esa hija que nunca tuvieron. Hoy me doy cuenta de lo estúpida que fui. Tengo tanta rabia conmigo misma… y a veces, hasta me da risa de lo idiota que fui.
Se rio de sí misma, pero era una risa amarga, cargada de tristeza, esa que se reflejaba en sus bonitos ojos como un espejo roto.
—Qué boba fui, ¿cierto? —dijo entre risas forzadas—. Yo que les creía, tanto a ellos como a él… Y estaba pensando en ayudarles con el negocio familiar, sabiendo que las cosas no les iban bien… estaba a punto de invertir una gran suma de dinero para apoyarlos.
Camille, sin pensarlo dos veces, la volvió a abrazar con fuerza, como si quisiera protegerla del dolor con el calor de sus brazos.
—Ya deja de pensar en esa gente —le dijo con firmeza—. Lo único que querían de ti era nuestro dinero. Pero gracias a Dios… y a nuestros padres, que siempre nos repetían lo mismo, no lograron quitarte nada. Porque, aunque hubiera firmado mil capitulaciones, ese tipo de gentuza se las habría ingeniado para sacarte algo que te pertenece.
—Además, deberías estar contenta por eso. Si tú hubieras querido, podrías haberles quitado de lo poco que tienen.
Mariana se soltó suavemente del abrazo, con los ojos brillosos, y le respondió:
—Cam… tú sabes que a mí no me interesa nada de lo que ellos tienen. Solo quería terminar con ese matrimonio de mentiras… lo antes posible.
Camille, después de un momento de reflexión, miró a su hermana con un leve suspiro y le dijo:
—Sabes qué es lo bueno de este matrimonio, si se le puede llamar así.
Mariana se volteó hacia ella, su mirada llena de incertidumbre, y le preguntó:
—¿Qué fue lo bueno de todo esto, según tú?
Camille la miró fijamente, con una seriedad que Mariana no había visto antes, y continuó: Que confirmamos lo que siempre nos decían nuestros padres. A las personas las rige un solo interés en este mundo, y por ese interés, están dispuestas a traicionar y hasta vender su propia alma por dinero.
Luego volvió a hacer una breve pausa antes de continuar:
—Por eso lo he pensado muy bien, y he llegado a la conclusión de que nunca me voy a casar. Y si alguna vez me enamoro, como tú lo hiciste de Jacob, haré lo mismo que hiciste. Antes de casarme, pondré todos mis activos a tu nombre. Así, si alguna vez me llegara a pasar algo parecido a lo tuyo, por lo menos me quedará la satisfacción de saber que no le he dado nada de lo que es mío a alguien que no lo merece.
Mariana permaneció en silencio por un rato, pensando en lo que Camille acababa de decirle. Finalmente, rompió el silencio con una voz suave, pero firme, y dijo:
—Pensé que lo que tenías con el hermano de Vero, iba en serio. A él, se le nota que está enamorado de ti. Y sabes bien que la familia de Vero, además de estar involucrada en la política, proviene de una familia con mucho dinero y poder. No harían algo así como lo que me hizo Jacob a mí… ¿Lo sabes, verdad?
Camille la miró por un momento antes de responder, y con un suspiro, dijo:
—Sí, eso ya lo sé… pero después de lo de tu matrimonio, me da un poco de miedo casarme. Solo de pensar que me podría pasar lo mismo que a ti con Jacob, me da escalofríos. —Camille hizo una pausa, su rostro reflejaba una mezcla de miedo y preocupación, como si ese pensamiento la estuviera torturando por dentro.
En ese momento, Mariana comenzó a reírse, y Camille la siguió con una carcajada.—¡No te rías! —le dijo Camille con una sonrisa, aún divertida—. Ya Robert me ha estado hablando del matrimonio desde hace rato… y cada vez que toca ese tema, yo le cambio la conversación. Luego Mariana le tomó las manos con dulzura, la miró a los ojos y le dijo:—Primero, me reí por la forma en que lo dijiste… ¡Y por la cara que pusiste al hablar!Y segundo… tienes que saber que no todos los hombres son iguales.Luego, con un tono más serio y lleno de cariño, continuó:—Solo tienes que ver la relación que tenían nuestros padres, a Bruno y a su esposa… Y ahora te digo algo: Robert también se ve como un buen hombre.Así que… no le tengas miedo a la felicidad.Y por favor… que lo que me pasó a mí no sea un obstáculo para tu felicidad.Camille la abrazó con fuerza y le dijo, con una enorme sonrisa:—Gracias.Mariana le devolvió el gesto con cariño y respondió:—La próxima vez que Robert te hable de matrimoni
Y por más que Felipe quisiera estar con su hijo para ayudarlo a mejorar, a veces le resultaba muy difícil. Su trabajo y otras responsabilidades lo absorbían casi por completo.Sus padres hacían todo lo posible por suplir lo que él no podía, pero no era lo mismo… no era el amor de una madre.Una y otra vez se preguntaba cómo una madre era capaz de abandonar a su propio hijo, más aún sabiendo que había nacido prematuro.—Está bien, que me dejara a mí —pensó con amargura—, pero ¿a su hijo?Luego negó con la cabeza, intentando convencerse de que ya no importaba.Sin embargo, el dolor seguía ahí, como una herida que no terminaba de cerrar.Y aunque trataba de enterrar esos sentimientos, una y otra vez se repetía que nunca la perdonaría lo que Sofía les había hecho, a él y a su hijo, ya que eso no tenía justificación.Y en medio de todo, la misma pregunta lo atormentaba, como un eco constante en su mente:—¿Tan mal hombre soy?Enseguida, se preguntó a sí mismo:—¿Por qué te fuiste sin decir
Luego, Sofía, muy emocionada, le comentó con los ojos brillantes de la emoción:—Tú sabes que eso no me importa. Lo único que siempre me ha importado es estar contigo… así, como estamos ahora, y a punto de casarnos.Después lo abrazó con fuerza y, con la voz entrecortada por la emoción, le dio las gracias por cumplirle su mayor sueño: convertirse en su esposa.Felipe la sostuvo entre sus brazos con ternura, y con una sonrisa cálida le respondió:—No, mi vida… no me des las gracias. Si alguien debe agradecer aquí, ese soy yo.La miró con cariño y añadió:—Gracias por estar a mi lado, por quererme como lo haces, por soportarme, incluso cuando no lo merezco. Sé que a veces no estoy en casa tanto como quisiera, por el trabajo… pero te prometo que, a partir de hoy, voy a hacer todo lo posible por sacar más tiempo para estar contigo.Ella, al escuchar estas palabras, lo abrazó nuevamente mientras le decía:—No te preocupes, sé lo duro que te toca trabajar desde que tu padre te cedió la pres
Desde que Sofía se había ido, Felipe no dejaba de preguntarse si había algo mal en él, alguna falla que hacía que las mujeres que amaba siempre terminaran traicionándolo.Y se juró a sí mismo que nunca más permitiría que le volvieran a romper el corazón. No daría otra oportunidad para que alguna mujer jugara con sus sentimientos.Para él, las únicas mujeres verdaderamente fieles eran su madre y su hermana. Por eso, durante esos tres años y medio, se dedicó a evitar cualquier tipo de compromiso. Nunca estuvo dos veces con la misma mujer.Cada vez que se acostaba con alguien, procuraba que fuera una experiencia fugaz. Nada de vínculos, solo placer.Y como era guapo, adinerado y soltero, las mujeres le llovían. Además, era generoso con ellas.Pero lo que él aún no sabía…Era que el verdadero amor de su vida estaba por llegar.Un amor tan intenso, que estaría dispuesto a matar y morir por ella.Un amor que lo consumiría por completo, donde cada mirada, cada roce, sería un incendio.Un vín
Por otro lado, la carta destinada a hacer preguntas tenía un límite de cinco interrogantes. Este juego lo practicaban cada vez que una de ellas atravesaba un mal momento o cuando estaban de viaje.Como era de esperarse, fue Cinthia quien propuso jugar, ya que Mariana no estaba pasando por su mejor etapa. A lo que Verónica respondió:—Es verdad… ve por las cartas para empezar.Sin pensarlo dos veces, Cinthia se levantó de donde estaba sentada y se fue a su habitación a buscarlas.Mientras tanto, Verónica y Mariana fueron a la cocina a preparar algunos pasabocas y a buscar copas para el vino. Como siempre que jugaban, abrían una botella y brindaban entre risas, ya fuera por la suerte, por su amistad o simplemente para burlarse de la que había sacado la temida carta del castigo.Una vez que tenían todo listo, subieron a la terraza con las cosas… listas para comenzar, como ellas decían, su “batalla campal”.Después de que todas las cosas estuvieron acomodadas en la mesa central, junto a l
Cinthia respiró hondo y comenzó a contarles cómo lo había conocido. Les dijo que, por primera vez, un hombre la había mirado como a una mujer de verdad, y no como una facilona que se acuesta con cualquiera que le llama la atención.Además, les confesó que él fue el primer chico que no tenía idea de quién era su familia, ni se acercó a ella por los apellidos que llevaba encima.Luego, con un tono más suave, les contó que él no la recuerda, pero que fue precisamente él quien le salvó la vida aquella noche en la discoteca. Sin embargo, tiene novia… y se ve que es muy feliz con ella. Por eso nunca se atrevió a decirle nada.Después de un largo silencio, con una expresión nostálgica, Cinthia volvió a hablar:—Ustedes saben cuál es mi lema: nunca acostarme con hombres comprometidos. Puedo ser muchas cosas, pero respeto profundamente a los hombres que ya tienen pareja.Suspiró con fuerza, bajando un poco la mirada y continuó:—Y cómo dice el dicho… no hagas lo que no te gusta que te hagan. S
En ese momento, Mariana le contestó con tono burlón:—Dale gracias a Dios, que tú puedes comer y seguir comiendo sin engordar ni un poquito. En cambio, nosotras dos… con solo mirar lo que hemos pedido, ya sabemos que más tarde nos toca ir al gimnasio a quemar todas estas calorías.Aunque antes del matrimonio con Jacob a Mariana no le importaba mucho cómo se veía, después del divorcio es que había empezado a cuidarse un poco más.Fue entonces cuando Cinthia, con tono misterioso, les preguntó:—¿Saben por qué les dije que viniéramos aquí hoy?—No me digas que no fue para ver a tu mesero favorito —respondió Vero, con una sonrisa pícara en los labios.—Aparte de eso —dijo Cinthia, levantando una ceja con intención—, hay dos cosas que quiero discutir con ustedes hoy.—¿Y cuáles son? —preguntó Vero, con curiosidad.—Deja la impaciencia y déjame hablar —le respondió Cinthia, con un gesto teatral.—Sabes que cuando como dulce me pongo hiperactiva —replicó Vero, entre risas, haciendo que Maria
Cinthia, al ver que el chico que le gustaba la había visto en ese estado, quería morirse de la vergüenza. Inmediatamente, le reclamó a Vero:—¿Acaso no te puedes conformar con todo lo que ya tienes en la mesa?Vero, con una sonrisa divertida, le respondió:—¡Pero si lo había pedido mucho antes de que te pasara eso! Además, no voy a conformarme con solo tres cosas en la mesa…Después de ese momento, las tres amigas estuvieron totalmente de acuerdo con su día de chicas. Comieron, rieron y hablaron de sus cosas como no lo habían hecho en mucho tiempo.Camino al spa, Mariana rompió el silencio:—Chicas, gracias por estar siempre ahí cuando más las necesito. Nunca olviden que las quiero mucho.Las otras dos respondieron al unísono, sin dudar:—Nosotras también te queremos a ti.Luego llegaron al spa y se dejaron consentir como se lo merecían —según las palabras de Cinthia—. Después de varias horas en ese lugar, se fueron de compras y adquirieron infinidad de ropa, zapatos y joyas, sabiendo