Y por más que Felipe quisiera estar con su hijo para ayudarlo a mejorar, a veces le resultaba muy difícil. Su trabajo y otras responsabilidades lo absorbían casi por completo.
Sus padres hacían todo lo posible por suplir lo que él no podía, pero no era lo mismo… no era el amor de una madre.Una y otra vez se preguntaba cómo una madre era capaz de abandonar a su propio hijo, más aún sabiendo que había nacido prematuro.
—Está bien, que me dejara a mí —pensó con amargura—, pero ¿a su hijo?
Luego negó con la cabeza, intentando convencerse de que ya no importaba.
Sin embargo, el dolor seguía ahí, como una herida que no terminaba de cerrar. Y aunque trataba de enterrar esos sentimientos, una y otra vez se repetía que nunca la perdonaría lo que Sofía les había hecho, a él y a su hijo, ya que eso no tenía justificación.Y en medio de todo, la misma pregunta lo atormentaba, como un eco constante en su mente:
—¿Tan mal hombre soy?Enseguida, se preguntó a sí mismo:
—¿Por qué te fuiste sin decirme ni una sola palabra? Se suponía que me amabas… que íbamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos.
Entonces, su mente lo llevó de vuelta al pasado, cuando Sofía lo seguía por todas partes solo para pasar tiempo con él.
A Felipe aquello le parecía curioso y encantador, sobre todo porque Sofía era la hermana menor de uno de sus mejores amigos. Era una mujer hermosa, sí, pero él nunca la había visto con otros ojos… al principio.
Recordó también cómo ella solía decirle una y otra vez que no se rendiría tan fácil, que su amor era suficiente para los dos. Felipe se reía cada vez que escuchaba eso. Un día incluso le preguntó a Santiago:
—¿Tu hermana no se dará por vencida, cierto?
Santiago solo le respondió entre risas:
—¿Acaso no la conoces ya? ¿Entonces para qué me preguntas?
Y añadió con una carcajada:
—Yo, que tú, me hacía la idea de casarte con ella y de ser el padre del equipo de fútbol que quiere tener contigo.
Felipe también se rio con ganas ese día, especialmente cuando Santiago remató:
—Porque déjame decirte, mi querido amigo… Sofí no quiere una familia. ¡Quiere un equipo de fútbol completo con suplente incluido! Y por lo que la he escuchado hablar, tú serás el padre… ¡Ja, ja, ja!Felipe se reía como nunca lo había hecho antes. Al rato dijo Santiago: tu hermana, con veinticuatro años, todavía tiene los mismos pensamientos que cuando era una niña —le comentó entre risas.
—Sí —le respondió Santiago—, y déjame decirte que no los cambiará hasta que no logre su objetivo.
—¿Qué soy yo, cierto? —respondió Felipe, entre una mezcla de risa y resignación.
En ese momento, su mente se llenó de recuerdos junto a Sofía.
Recordó el primer beso que se dieron, cuando ella, mirándolo a los ojos, le prometió que si él le daba la oportunidad de estar a su lado, jamás lo traicionaría. Sabía que Felipe venía de una relación en la que lo habían engañado, y no quería que él pasara por lo mismo otra vez.
Por eso, él se tomó su tiempo antes de aceptar iniciar algo con ella. Pero al final, lo hizo. Porque conocía a Sofía desde que era una niña, sabía que no era de esas personas que engañaban a su pareja. Era sincera, noble, sencilla. Y, sobre todo, siempre lo había querido.
Además, era la hermana de su mejor amigo, lo cual, al principio, parecía una complicación, pero terminó siendo otro de los motivos por los que decidió darle una oportunidad.
Se dio cuenta de que la vida debía seguir, y que quizás Sofía era la indicada para acompañarlo en ese camino. No quería el equipo de fútbol que ella soñaba tener con él —eso sí que lo tenía claro—, pero sí quería tener un par de hijos, tal vez tres. Una familia tranquila y llena de amor.
Y, por otro lado, estaba su madre, que ya lo tenía cansado con el tema del matrimonio y los hijos.
Siempre le ponía como ejemplo a su hermana menor, María José, que ya se había casado y esperaba su primer hijo.—Mira a tu hermana, tan joven y tan responsable —le repetía—. Y tú, que eres el mayor, ¿para cuándo?
Esa constante presión fue otro de los motivos que lo impulsaron a darle una oportunidad a Sofía. En parte, para calmar las cantaletas diarias de su madre, pero también porque, en el fondo, sabía que Sofía lo merecía… y él también merecía darse esa oportunidad de volver a creer en el amor.
Recordó con claridad el día en que finalmente le dijo que sí, que saldrían juntos, pero como novios.
—Vamos paso a paso —le había dicho—. Primero como pareja, y si todo marcha bien, si somos compatibles… entonces nos casamos.Sofía, feliz con su respuesta, no dudó en abrazarlo con fuerza, como si acabara de cumplir el sueño que había tenido desde niña.
En ese instante, Felipe se dio cuenta de que, con el tiempo, podría enamorarse de ella fácilmente. Aquel abrazo cálido y la sonrisa llena de afecto lo hicieron sentir especial; bastaba con mirar sus ojos para ver reflejado en ellos todo el amor que Sofía sentía por él.
Recordó cómo ella, con lágrimas de emoción, comenzó a decirle:
—No te voy a defraudar nunca. Ya verás que seremos la pareja más feliz del mundo…
Y de pronto, se puso a llorar como una niña pequeña, desbordada por la felicidad.
—No llores —le decía él, algo desconcertado al verla tan conmovida—. Si sigues llorando, terminamos aquí y ahora.
Ella lo miró rápidamente, con lágrimas en las mejillas, y respondió:
—¿No ves que estoy llorando de pura felicidad? Ni en mis mejores sueños pensé que me darías una oportunidad tan pronto…
Él le respondió con un beso. Luego le tomó la mano con suavidad y, cuando se apartó de sus labios, comenzaron a caminar juntos, cogidos de la mano. Desde ese día, empezó su historia de amor.
Sofía era una chica hermosa e inteligente. Aunque a veces se mostraba caprichosa y malcriada —algo comprensible, considerando lo mucho que sus padres y su hermano Santiago la habían consentido—, eso no le importaba a Felipe.
Poco a poco, se fue enamorando de ella. Y dos años después, convencido de que era la mujer con la que quería compartir su vida, decidió dar el siguiente paso y le pidió que se casara con él.
Ella le había respondido con un sí tan firme y emocionado, que no le dejó dudas. Luego lo abrazó con fuerza, como si temiera que todo fuera un sueño del que pudiera despertar.
—Sabes —le susurró mientras lo abrazaba—, siempre he soñado con este momento…Felipe, algo nervioso, pero feliz, solo atinó a decir:
—Sé que no soy muy romántico, y quizás esperabas algo más emocionante o planeado… Pero tú me conoces mejor que nadie, y sabes que el romance nunca ha sido lo mío.
Sofía, aún temblando de emoción, se apartó un poco para mirarlo a los ojos, con una sonrisa que parecía iluminarle el alma, le dijo con dulzura.
—No te estoy reprochando nada por la pedida tan sencilla que me hiciste—. Más bien, soy la mujer más feliz del mundo… y este momento quedará guardado para siempre en mi memoria.
Luego, Sofía, muy emocionada, le comentó con los ojos brillantes de la emoción:—Tú sabes que eso no me importa. Lo único que siempre me ha importado es estar contigo… así, como estamos ahora, y a punto de casarnos.Después lo abrazó con fuerza y, con la voz entrecortada por la emoción, le dio las gracias por cumplirle su mayor sueño: convertirse en su esposa.Felipe la sostuvo entre sus brazos con ternura, y con una sonrisa cálida le respondió:—No, mi vida… no me des las gracias. Si alguien debe agradecer aquí, ese soy yo.La miró con cariño y añadió:—Gracias por estar a mi lado, por quererme como lo haces, por soportarme, incluso cuando no lo merezco. Sé que a veces no estoy en casa tanto como quisiera, por el trabajo… pero te prometo que, a partir de hoy, voy a hacer todo lo posible por sacar más tiempo para estar contigo.Ella, al escuchar estas palabras, lo abrazó nuevamente mientras le decía:—No te preocupes, sé lo duro que te toca trabajar desde que tu padre te cedió la pres
Desde que Sofía se había ido, Felipe no dejaba de preguntarse si había algo mal en él, alguna falla que hacía que las mujeres que amaba siempre terminaran traicionándolo.Y se juró a sí mismo que nunca más permitiría que le volvieran a romper el corazón. No daría otra oportunidad para que alguna mujer jugara con sus sentimientos.Para él, las únicas mujeres verdaderamente fieles eran su madre y su hermana. Por eso, durante esos tres años y medio, se dedicó a evitar cualquier tipo de compromiso. Nunca estuvo dos veces con la misma mujer.Cada vez que se acostaba con alguien, procuraba que fuera una experiencia fugaz. Nada de vínculos, solo placer.Y como era guapo, adinerado y soltero, las mujeres le llovían. Además, era generoso con ellas.Pero lo que él aún no sabía…Era que el verdadero amor de su vida estaba por llegar.Un amor tan intenso, que estaría dispuesto a matar y morir por ella.Un amor que lo consumiría por completo, donde cada mirada, cada roce, sería un incendio.Un vín
Por otro lado, la carta destinada a hacer preguntas tenía un límite de cinco interrogantes. Este juego lo practicaban cada vez que una de ellas atravesaba un mal momento o cuando estaban de viaje.Como era de esperarse, fue Cinthia quien propuso jugar, ya que Mariana no estaba pasando por su mejor etapa. A lo que Verónica respondió:—Es verdad… ve por las cartas para empezar.Sin pensarlo dos veces, Cinthia se levantó de donde estaba sentada y se fue a su habitación a buscarlas.Mientras tanto, Verónica y Mariana fueron a la cocina a preparar algunos pasabocas y a buscar copas para el vino. Como siempre que jugaban, abrían una botella y brindaban entre risas, ya fuera por la suerte, por su amistad o simplemente para burlarse de la que había sacado la temida carta del castigo.Una vez que tenían todo listo, subieron a la terraza con las cosas… listas para comenzar, como ellas decían, su “batalla campal”.Después de que todas las cosas estuvieron acomodadas en la mesa central, junto a l
Cinthia respiró hondo y comenzó a contarles cómo lo había conocido. Les dijo que, por primera vez, un hombre la había mirado como a una mujer de verdad, y no como una facilona que se acuesta con cualquiera que le llama la atención.Además, les confesó que él fue el primer chico que no tenía idea de quién era su familia, ni se acercó a ella por los apellidos que llevaba encima.Luego, con un tono más suave, les contó que él no la recuerda, pero que fue precisamente él quien le salvó la vida aquella noche en la discoteca. Sin embargo, tiene novia… y se ve que es muy feliz con ella. Por eso nunca se atrevió a decirle nada.Después de un largo silencio, con una expresión nostálgica, Cinthia volvió a hablar:—Ustedes saben cuál es mi lema: nunca acostarme con hombres comprometidos. Puedo ser muchas cosas, pero respeto profundamente a los hombres que ya tienen pareja.Suspiró con fuerza, bajando un poco la mirada y continuó:—Y cómo dice el dicho… no hagas lo que no te gusta que te hagan. S
En ese momento, Mariana le contestó con tono burlón:—Dale gracias a Dios, que tú puedes comer y seguir comiendo sin engordar ni un poquito. En cambio, nosotras dos… con solo mirar lo que hemos pedido, ya sabemos que más tarde nos toca ir al gimnasio a quemar todas estas calorías.Aunque antes del matrimonio con Jacob a Mariana no le importaba mucho cómo se veía, después del divorcio es que había empezado a cuidarse un poco más.Fue entonces cuando Cinthia, con tono misterioso, les preguntó:—¿Saben por qué les dije que viniéramos aquí hoy?—No me digas que no fue para ver a tu mesero favorito —respondió Vero, con una sonrisa pícara en los labios.—Aparte de eso —dijo Cinthia, levantando una ceja con intención—, hay dos cosas que quiero discutir con ustedes hoy.—¿Y cuáles son? —preguntó Vero, con curiosidad.—Deja la impaciencia y déjame hablar —le respondió Cinthia, con un gesto teatral.—Sabes que cuando como dulce me pongo hiperactiva —replicó Vero, entre risas, haciendo que Maria
Cinthia, al ver que el chico que le gustaba la había visto en ese estado, quería morirse de la vergüenza. Inmediatamente, le reclamó a Vero:—¿Acaso no te puedes conformar con todo lo que ya tienes en la mesa?Vero, con una sonrisa divertida, le respondió:—¡Pero si lo había pedido mucho antes de que te pasara eso! Además, no voy a conformarme con solo tres cosas en la mesa…Después de ese momento, las tres amigas estuvieron totalmente de acuerdo con su día de chicas. Comieron, rieron y hablaron de sus cosas como no lo habían hecho en mucho tiempo.Camino al spa, Mariana rompió el silencio:—Chicas, gracias por estar siempre ahí cuando más las necesito. Nunca olviden que las quiero mucho.Las otras dos respondieron al unísono, sin dudar:—Nosotras también te queremos a ti.Luego llegaron al spa y se dejaron consentir como se lo merecían —según las palabras de Cinthia—. Después de varias horas en ese lugar, se fueron de compras y adquirieron infinidad de ropa, zapatos y joyas, sabiendo
Cuando Felipe entró a la habitación de su hijo, la niñera estaba ayudándolo a quitarse el uniforme del jardín.Él se sentó en la cama y le dijo con voz suave:—Ven para acá.El pequeño se acercó a su padre sin dudar, y en cuanto la niñera notó la presencia de su jefe, se dio la vuelta en silencio y salió de la habitación, dejándolos a solas.Felipe subió a Andrés sobre sus piernas y, con voz serena, comenzó a explicarle que debía hacer un viaje de negocios que duraría unos cuantos días. Le pidió que se portara bien con los abuelos y con los empleados, y le prometió que, si lo hacía, le traería un regalo cuando volviera.—Sí, papá —respondió el niño, muy contento al escuchar la palabra "regalo".En ese momento, Andrés lo miró con una sonrisa tímida y dijo:—Papá, te quiero mucho.Felipe le acarició la cabeza con ternura, con sus grandes manos, y le respondió con el corazón lleno:—Y yo a ti, pequeño. Eres lo más importante para mí.Luego, con un dejo de melancolía en la voz, añadió:—C
Dominik llamó a un amigo para invitarlo también. Luego le dijo que él se encargaría del antifaz, y, de inmediato, tras colgarle, llamó a su secretaria para que los consiguiera y se los hiciera llegar a su casa. Después, cogió las llaves de su auto y su teléfono, y salió de su oficina.Por su parte, Felipe se encontraba en su habitación, con el teléfono en la mano. Si alguien lo observaba con detenimiento, notaría que su rostro no estaba del todo bien… más bien parecía distorsionado, cargado de emociones contenidas. En la pantalla de su teléfono se veía una foto de Sofía, sentada en un columpio adornado con flores, cargando a su hijo Andrés. En la imagen, ella sonreía ampliamente.Felipe apretó el teléfono con rabia y estuvo a punto de borrar la imagen mientras murmuraba para sí que ya era hora de dejar todos esos recuerdos atrás. Sin embargo, al pensar en su hijo, dudó… y terminó presionando cancelar. No podía eliminarla. Cuando Andrés creciera, tal vez quisiera conservar aquel recuer