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MI MUJER MISTERIO
MI MUJER MISTERIO
Por: Eyda LG
Capítulo 1. Recordando el pasado

Mariana estaba en el jardín, observando el cielo estrellado, mientras pensaba que los dos años que había pasado al lado de Jacob no habían sido más que una vil mentira… y una pérdida de su valioso tiempo. Lo único rescatable de ese matrimonio era haber confirmado que sus padres tenían razón: Y en la vida siempre habrá personas que solo buscan su propio beneficio. Si no es dinero, será cualquier otra cosa que les convenga.

Aun así, encontró un pequeño consuelo: al menos con este divorcio no perdió ni un centavo de su dinero, ni una sola de sus propiedades.

Se sentó en una silla para acomodarse mejor entre sus pensamientos, y entonces sacó su teléfono del bolsillo del pantalón. Al revisar sus redes sociales, se dio cuenta de que aún no había eliminado las fotos ni los videos que había compartido durante esos años junto a Jacob.

Luego comenzó a recordar el momento en que lo conoció. Era un día lluvioso. Estaba sola, varada en medio de una carretera desolada. Su auto no arrancaba y la señal del teléfono era prácticamente nula. La lluvia golpeaba con fuerza el parabrisas, y el cielo gris parecía reflejar el ánimo con el que había empezado aquel día.

En ese instante, Jacob pasó por allí, vio su coche detenido en medio del camino y se estacionó justo delante de ella. Segundos después, un hombre se bajó. 

Ella lo observó en silencio, sorprendida. Aquel hombre era alto, de cabello negro azabache, ojos verdes intensos, vestido con unos pantalones azules y una camisa negra de manga larga, que llevaba arremangada hasta los codos. Los dos primeros botones estaban desabrochados, lo que le daba un aire desenfadado, seguro… y terriblemente atractivo.

—¡Qué guapo… wao! —murmuró entre dientes, incrédula.

No podía creer que, en medio de la nada, justo cuando más lo necesitaba, se hubiera cruzado con un hombre así.

Cualquier mujer se habría derretido con solo mirarlo.

Pero Mariana no solía dejarse impresionar tan fácilmente. Menos aún por los hombres demasiado guapos. Siempre pensaba que había un “pero” escondido detrás de tanta perfección.

Pero a medida que iba conociendo a Jacob, más se impresionaba con él… y poco a poco, sin darse cuenta, comenzó a enamorarse. Le encantaba su forma tan relajada de ver la vida. Era, en otras palabras, el hombre ideal para ella… o mejor dicho, el hombre con el que siempre había soñado desde que era adolescente.

Recordaba cómo, de joven, veía esos programas en televisión donde la protagonista encontraba al amor de su vida. Para ella, Jacob era ese amor, su príncipe azul.

Más adelante, descubrió que ambos estudiaban en la misma universidad, aunque en diferentes carreras. Él cursaba Administración y estaba tres semestres más adelante que ella. Mariana, por su parte, estudiaba Ingeniería de Sistemas y era una de las mejores de su clase. Le apasionaba programar, y los códigos eran su mundo.

En ese momento también recordó cuando él le escribió su primer mensaje, invitándola a tomar algo, porque quería conocerla mejor. Fue así como se dio cuenta de que ambos iban a la misma universidad.

Jacob le habló sobre el negocio de sus padres, una empresa inmobiliaria que él no deseaba heredar. Le confesó que su verdadero sueño era estudiar Medicina, para poder salvar vidas. Sin embargo, por la presión constante de su familia, tuvo que seguir el camino que ellos decidieron: estudiar Administración para encargarse algún día de la empresa.

Cada vez que se veían, se conocían un poco más… y ella ya estaba completamente enamorada.

Jacob era ese tipo de hombre que la hacía reír todos los días. Siempre tenía una historia diferente que contar, una anécdota nueva, y eso la tenía completamente cautivada. Ella estaba convencida de que él también se había enamorado, tal como ella lo había hecho.

Cuando llegó el día del cumpleaños de Jacob, la llevó a conocer a sus padres y la presentó como su novia. En ese instante, Mariana sintió que podía morir de la emoción. Estaba tan feliz…

Y luego, cuando se alejaron de los señores, él le dijo que no podría recibir mejor regalo de cumpleaños… si aceptara ser su novia.

Ella solo logró asentir con la cabeza, sintiendo que flotaba entre las nubes. No podía creer que un hombre como Jacob —tan bello, inteligente y carismático— se hubiese fijado en ella.

No es que fuera fea, para nada. En realidad, era una mujer muy hermosa. Pero nunca le había gustado arreglarse demasiado. Prefería la sencillez. Se veía a sí misma más bien como una persona sencilla, incluso algo desamparada, como tantas veces le habían dicho sus propios padres.

A pesar de tener un clóset lleno de ropa, siempre elegía vestirse de la forma más simple posible. No quería llamar la atención, ni sentirse observada. Y, además, decía que todos sus compañeros en la universidad eran igual de sencillos… así que no quería ser “la mosca en la leche”.

En su primer año en la universidad, solía vestirse como toda una señorita de alta sociedad. Pero con el tiempo entendió que lo más importante era sentirse cómoda, libre y relajada. 

Jacob volvió a preguntarle, y claro, ella no le iba a decir que no, ¿cierto? 

En ese instante, lo miró a los ojos y se dio cuenta de que no le había dado una respuesta todavía. Entonces, con una sonrisa tímida, pero llena de emoción por dentro, lo miró de nuevo y le dijo: Por supuesto que sí, quiero.

Él, sonriendo travieso, le preguntó: ¿Sí, quiero qué?

Solo por molestarla un poco.

Ella, con una sonrisa socarrona en sus labios, repitió: Sí, quiero ser tu novia… y hasta más.

Se abrazaron con fuerza, sin poder contener la felicidad. Jacob la soltó al darse cuenta de que la estaba abrazando con demasiada intensidad. Entonces, sin pensarlo, le dio un largo beso. Gracias por aceptarme, le dijo. Te juro que seré el mejor novio del mundo.

Se miraron el uno al otro, sonriendo como dos locos enamorados, y estallaron en carcajadas.

Ese día, hicieron el amor por primera vez. La forma en que él la tocaba la hizo sentir como la mujer más deseada del planeta. Sintió que el tiempo se detenía, que no había un mañana para ver. 

Y al despertar, la primera sensación que tuvo fue de tranquilidad. Se puso una camiseta blanca de él, se levantó de la cama y caminó descalza hasta la cocina, donde él estaba preparando el desayuno.

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