CAPÍTULO 45: PECADOR. Antes de que Liana pudiera procesar lo que acababa de escuchar, la besó con una pasión salvaje, devorándola. La besó con la urgencia de alguien que ya no podía contenerse, su lengua reclamó la de ella en un ardiente y profundo beso. Liana sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, donde todo lo que existía era Artem y el deseo abrumador que la consumía. Él siguió besándola descaradamente, su lengua recorriendo cada rincón de su boca. Y en un movimiento fluido, la agarró de las nalgas, Liana le rodeó la cintura, su vestido corto subiendo más arriba de sus muslos. Comenzó a caminar con ella en dirección al altar. Liana no prestó atención y, en realidad, no le importaba; estaba demasiado perdida en sus sensaciones. Con un solo gesto, Artem derribó todo lo que estaba en el altar, los candelabros y las flores cayendo al suelo con estrépito. Sin soltarla, la subió para dejarla caer, sus ojos brillando de un deseo casi animal y con una mano firme, abrió sus
CAPÍTULO 46: SIN ARREPENTIMIENTO. —¿Por qué me miras fijamente? —preguntó Liana, mientras su mano recorría lentamente el pecho desnudo de Artem. Se encontraban ahora en su habitación, después de su momento en la capilla. Artem había considerado que no era suficiente y pensó en tener más de ella. Y Liana no diría que no, aunque le pusieran un arma en la cabeza. Él suspiró y miró hacia la ventana. Ya debían ser un poco más de las seis de la mañana. Sus ojos grises profundos, pesados, estaban cargados de un pequeño sentimiento de culpa, pero no de arrepentimiento. Él no se arrepentía de lo que había hecho. —No duermes mucho, ¿eh? —volvió a preguntar ella. —Consecuencia de mi ocupación. Solo unas horas están bien para mí —respondió finalmente. —¿Y eres menos formidable si duermes unas horas? —su pregunta hizo reír a Artem, quien se giró para mirarla. —La mafia es un negocio que nunca duerme, y solo yo puedo encargarme de que las cosas funcionen bien —dijo y se inclinó para
CAPÍTULO 47: ME GUSTA ELLA.El rostro de Artem palideció al escuchar las palabras de Alexei. Un sudor frío le recorrió la espalda y la mano que sostenía el teléfono temblaba ligeramente.—¿Muerta...? —balbuceó nervioso.Liana, detrás de él, se tensó al escuchar la conversación. Estaba a punto de preguntar, cuando Artem levantó una mano para silenciarla, sus ojos mirándola nervioso y asustado. La idea de que ella hubiera estado en ese auto lo golpeó con la fuerza de un trueno.Alexei, del otro lado, le dio los detalles, y luego Artem colgó. Salió rápidamente y desnudo de la cama, mientras Liana lo miraba confundida y nerviosa.—¿Qué está pasando? —preguntó, acercándose a él.Artem se puso rápidamente la ropa y le acunó el rostro, mirándola un momento con el corazón lleno de miedo.—Te explicaré después —la besó y le dijo—, pero no salgas y quédate en la habitación.Ella frunció el ceño y estaba a punto de preguntarle algo más, pero él ya estaba saliendo. Liana miró la puerta por un mom
CAPÍTULO 48: UN PASADO SIN OLVIDAR.En un almacén abandonado a las afueras de la ciudad, un hombre joven lloraba mientras se encontraba atado a una silla.—Por favor, déjenme ir... —murmuraba—. ¿Quiénes son? ¿Por qué me tienen aquí?Mientras tanto, Artem, acompañado de Alexei, lo observaba, esperando que las fotografías que acababan de enviar tuvieran el efecto deseado. Habían sido necesarios unos golpes; tal vez así Stefano iría más rápido hacia ellos. Desde que dejó la mansión y ordenó triplicar la seguridad, no había dejado de pensar en Liana y el peligro que corría. Encontrar al responsable y acabar con él se había vuelto su principal objetivo, y Artem estaba seguro de que quien había cometido el atentado no era otro que Victor Rossi.Alexei guardó su celular y miró a su amigo.—¿Y?Artem salió de sus pensamientos y frunció las cejas, confundido.—¿Y? Vamos, Alexei, este no es tu estilo. Haz la puta pregunta. —En el fondo sabía cuál era.—Bien, ya que estamos tan directos. ¿Qué pa
CAPÍTULO 49: NO ERES ELLA. El tono de Artem fue frío e impersonal mientras caminaba hacia Liana y le quitaba con brusquedad los anillos, guardando todo en el cajón. Ella lo miró atónita. —Yo no quería, yo... —balbuceó—. Solo buscaba uno de mis pendientes. Artem la miró fijamente, sintiendo una opresión en su pecho y una furia nacida de la culpa. —No vuelvas a revisar mis cosas sin mi permiso —dijo, con una dureza que ocultaba su dolor. Liana abrió los ojos, sorprendida por la distancia que Artem estaba marcando entre ellos. —¿De qué estás hablando? —De que no vuelvas a entrar en mi habitación. Cada vez más sorprendida, Liana negó y retrocedió. —¿Te volviste loco? —le cuestionó—. ¿Estás molesto solo porque agarré una m*****a foto? ¿Tanto te importa? El apretó los labios, sin responder y evadió su mirada. —Sal. Quiero estar solo. Liana se sintió humillada y dolida por las palabras de Artem. El intentó pasar a su lado, pero ella lo agarró del brazo, obligándolo a mirarlo. —En
CAPÍTULO 50: LEY DEL HIELO. Artem se movía de un lado al otro en un sueño agitado, donde el presente y el pasado se entrelazaban en un torbellino caótico. De repente, se encontró reviviendo el día que Susana murió. Pero esta vez, no era Susana quien estaba frente a él. El sonido de los disparos, el caos a su alrededor, pero el rostro que ahora miraba con horror era el de Liana. Ella se desplomó en el suelo, con los ojos abiertos, asustada y vulnerable. Corrió hacia ella, pero sus piernas no se movían lo suficientemente rápido. Todo sucedía como si el tiempo se hubiera ralentizado. —¡Liana! ¡No! ¡Dios, no! ¡Tú no, krasota! —gritó con desesperación, arrodillándose a su lado, tratando de detener la sangre que brotaba de su pecho. Sus manos temblaban, incapaces de hacer algo—. ¡No tú no! ¡No así! Las lágrimas nublaban su visión y de un momento a otro apretaba el cuerpo de Liana contra el suyo, susurrando entre sollozos. —Perdóname... —jadeó con la voz rota—. No pude salvarte... no pu
CAPITULO 51: YA PUEDES IRTE.La llamada terminó, pero la sensación de insatisfacción no lo abandonaba. Ir tras Víctor era necesario, pero incluso esa misión no lograba apagar el caos que tenía en su interior. Sabía que algo más oscuro se cernía sobre ellos, algo que ni siquiera cazar a Víctor Rossi podía solucionar. Más tarde ese día, estaba listo para irse, vestido esta vez con un traje táctico para enfrentar la misión que lo esperaba. Sin embargo, algo lo perturbaba profundamente: no había visto a Liana en todo el día. Ella había tomado las dos comidas en su habitación, claramente evitando cualquier tipo de contacto, y eso le dolía más de lo que quería admitir. Ahora, parado frente a la puerta de su habitación, Artem se sentía como un niño asustado, tratando de reunir el coraje necesario para tocar. Respiró profundamente varias veces antes de finalmente levantar la mano y golpear suavemente. El silencio detrás de la puerta fue ensordecedor. Esperó unos segundos más, pero no hubo
CAPÍTULO 52: UN AMOR UNILATERAL. Liana escuchó la puerta cerrarse, y el sonido pareció resonar dentro de ella como una sentencia. Sus ojos azules, ahora llenos de lágrimas, le devolvieron la mirada en el espejo. Su mano apretaba con fuerza el frasco de crema, como si fuera lo único que la mantenía conectada a la realidad en ese momento. El rechazo de Artem la golpeaba como una ola fría, una tras otra, cada una más devastadora que la anterior. Había apostado su corazón en ese matrimonio, un trato que, para él, siempre fue un acuerdo, pero para ella... para ella se había convertido en algo más, algo real. Y eso la destrozaba por dentro. Sabía que había sido una tonta al enamorarse, que Artem jamás la miraría con los mismos ojos con los que ella lo veía a él. Pero aun así, no podía permitirse el lujo de quebrarse. No ahora. Se dijo que tenía que ser fuerte, mantenerse firme y no mostrar debilidad, aunque su alma se desmoronara poco a poco. Con manos temblorosas, dejó el frasco en el