AIDEN.—Eres tú —fueron las palabras de Alice, sabía que Stan estaba allí con ella, sabía que había llegado a sus brazos. Como también sabía que iban a estar juntos, creí que sería más fácil de asimilar la verdad, pero al mismo tiempo tenía la ilusión de que Ismael era hijo mío, de que al fin Alice y yo estaríamos juntos para siempre. El frío de repente se hizo más intenso, el sonido de la calle más alto y mi mente estaba en blanco. No pensaba en nada realmente importante. Arrastré mis pies hasta la habitación y allí me quedé mirando todo, el poster, mi cama, mi armario, el pequeño sofá, mire el techo, la ventana, la puerta del baño, recorrí el lugar y aunque era mío y vivía allí hace un buen tiempo, me sentí extraño. Me sentí ajeno a todo, perdido y suspendido en el tiempo. ¿Qué había hecho mal yo, para que las cosas salieran de este modo?¿Por qué no podía tener un poquito de esa felicidad que tanto anhelaba? ¿Por qué era tan difícil? Sin embargo allí estaba yo mirando nada y
AIDEN.—Soy Aiden. —Me estás jodiendo —esa voz hacía que mis pantalones se sintieran demasiado justos.—No. —No te estaba preguntando, hijo de puta —tenía la delicadeza de un pirata, la muy condenada. —No seas grosera, no aprendes modales.—No los necesito. ¿Qué quieres? —Mira, yo creo que…—¿Qué quieres, Aiden? Siempre que me llamas es porque quieres o necesitas algo de mi, eres una maldita sanguijuela, estoy trabajando y no tengo tiempo para ti. —Tengo problemas.—¿Cuándo no tienes problemas? —Me estás sacando de mis casillas —le dije mientras terminaba de vestirme. —Tú me jodiste la cabeza en cuestión de meses, ya no sé lo que significa estar dentro de una casilla —se quedó en silencio—. Te pedí que me dejarás en paz, no debería costarte tanto y menos ahora que el amor de tu vida volvió a tus brazos. Una sonrisa se esbozó en mis labios. —Si te llamo es porque tengo un caso entre manos que te interesa, mis abogados son corporativos y el problema que tengo entre manos no ti
—¿Qué quieres decir? —la pregunta era más tonta de lo que parecía. —Que vamos a viajar unos días y será algo así como un campamento. —Pero tengo que estudiar mamá —Ismael podía ser realmente intransigente. Aunque la verdad es que para él no había cabida para lo incorrecto, siempre debía mantenerse entre las márgenes justo como su padre. Aquello sonaba demasiado extraño para mi, pero era una realidad que hacía latir muy deprisa mi corazón. Stan era el padre de mi hijo, no había manera de negarlo o de cambiarlo, su sangre corría por las venas de mi pequeño y aunque no pareciera, había sido concebido con todo el amor del mundo, todo ese que Stan y yo sentíamos el uno por el otro. Aunque la historia no fuese fácil. —Voy a perder clase y lo sabes, sabes que odio atrasarme —lo vi empacar cosas en su maleta y una risita se apoderó de mí. —Hijo, lo sé. Pero es importante que vayamos. —¿Por qué? ¿Qué es lo importante? —Tu madre y yo queremos pasar tiempo contigo, tiempo que no habíamos p
La felicidad esta determinada por lo que cada persona considera y lo que cree que significa, para algunos es el dinero, los lujos y los beneficios de una vida primuim, para otros es la fiesta, los vicios y el sexo. Algunos consideran que la felicidad es viajar y comer y así la vida es diferente para todos y todos buscamos la felicidad en cosas muy distintas. Para mi la felicidad es estar con Alice, mi felicidad es ella, verla a los ojos y verme en ellos, no sólo es mi felicidad, es mi vida. Ahora con Ismael siento que tengo todo lo que siempre quise, no se como explicar tanta felicidad y tanto placer junto, amanecer con Alice entre mis brazos y que el pequeño entendiera que soy su padre es algo que no me esperaba. La segunda noche aquí nos quedamos dormidos los tres en una sola cama y despertarme primero que ellos fue un momento mágico que retrate como mejor pude en una foto, sentir como los brazos de Alice están en mi cuello y sobre mi pecho el pequeño Ismael, ese pequeño hizo que m
PARIS.—No quiere verme. —Hija, entiende que no es su obligación tampoco. —Lo sé, sólo esperaba un poco de atención. Ni siquiera una llamada. —Paris, no es su obligación llamarte, apoyarte o asistirte. Lo que hiciste fue una locura. —No fue una locura, creí que yo era más importante para Stan. Es decir, sabía perfectamente que no me amaba, pero no creí que me dejaría de esa forma y menos por esa mujer —mis ojos estaban llenos de rabia, tenía mi orgullo y mi autoestima por el piso. Por supuesto que no había intenado suicidarme, no me lastime ni una uña, solo quería saber el punto de quiebre de Stan, quería saber y confirmar en primera línea de sus sentimientos por mi. Pero nada, estaba todo muerto, yo estaba muerta para él inclusive desde mucho antes de que Alice llegará. Nos entendiamos muy bien en la cama, un amante excepcional, un hombre inteligente, inteligente por encima del promedio, carismático y educado, tenía unos modales pulcros e inquebrantables. Pero su única de
ALICE.—¡No la toques! —Stan grito justo cuando mi madre estaba por golpearme en la mejilla, sabía que iba a doler pero estaba allí para enfrentar su ira. —Stan, no puedes pedirme que acepte esto —mi madre lo miraba con severidad, por primera vez miraba a Stan con severidad. Casi parecía odiarlo y resentirlo como nunca antes lo había hecho con él. —No te pido que aceptes nada. Te estoy contando lo que va a pasar, no necesito que ni tu, ni nadie acepten mis sentimientos y mi relación —no había duda en la voz de Stan, al contrario parecía estar negociando o tratando con esos clientes difíciles. —Es imposible —mi padre miraba a Stan y yo no podía parar de llorar.—Lo que es imposible para ti, para nosotros es una realidad, estamos dispuestos a afrontar lo que sea que pase.—Stan, tú más que nadie sabe lo que puede suceder. Por favor no hagan esto —la voz de mi padre era un suplica a Stan y aunque yo quería decir algo, no tenía las palabras.—Los únicos perjudicados serán ustedes. Pero
AIDEN.Mientras que la vida es solo felicidad para algunos, para otros es un verdadero infierno. Las cosas podían ser difíciles cuando uno mismo se proponía a que así fueran. Muchas veces teníamos las mejores cosas al alcance de una mano y luego simplemente decidimos querer tener algo que no era para nosotros o que simplemente estaba demasiado lejos de nuestro alcance y como seres meramente pasionales, el deseo siempre es más grande que la razón. Aquello que está tan prohibido nos gusta más que lo que en realidad necesitamos y merecemos.Porque así de idiotas somos las personas que preferimos hacer uso de todos nuestros esfuerzos físicos y emocionales por conseguir lo que creemos que queremos y no poner todo ese esfuerzo en conservar adecuadamente lo que ya tenemos. Simplemente es más fácil creer que eso tan ajeno y que es tan brillante como el oro, es mejor que las cosas lindas que ya tenemos a nuestro lado.—¿Me quieres? —le pregunté mientras no le quitaba los ojos de encima. —¿P
AIDEN. —Aiden, suéltame —extrañamente me dolía la forma en la que me miraba. —Virginia, quiero pedirte disculpas. —Es un poco tarde, Aiden. Y la verdad tampoco me interesa lo que tengas por decir, tomaste una decisión y aprendí a vivir con eso. —No quería que las cosas pasaran de ese modo. —¿Qué esperabas entonces? Que no pasara nada, que todo siguiera con normalidad, que yo siguiera respirando igual, que mi vida siguiera igual. ¡NO! ¡NO, AIDEN! —era la primera vez que ella gritaba— Me jodiste, me jodiste tan duro y tan fuerte que quede muerta en vida. Me abandonaste cuando te pedí que te quedaras, me abandonaste cuando más te necesite, me abandonaste por una mujer que te ha dado la espalda una y mil veces. Virginia estaba siendo honesta y estaba sacando todo el odio de sus sistema, todo ese odio que tenía reprimido durante años, todo el dolor y la frustración, todo eso que yo había hecho con unas pocas palabras, con una acción minima, con solo entrar y salir de la habitación de