AIDEN.El día había llegado, recibí una llamada del centro médico y sin esperar mucho salí de la oficina hasta el lugar. Pero a medio camino mi celular sonó de nuevo, miré la pantalla y vi el nombre en el identificador. Stan. No quería contestar, pero algo me decía que era necesario. —¿Qué quieres? —dije aburrido.—Hablar contigo. —No tenemos nada de qué hablar. —Antes de que abras el sobre, hoy, quiero que sepas que tengo uno igual al tuyo. Sus palabras no me cayeron nada bien, todo se hacía más y más real, maldije por dentro y no le conteste nada. Las posibilidades de que él fuera el padre del pequeño, eran grandes.—Alice. ¿Ella lo sabe? —No. —Va a estar muy feliz cuando se entere —le dije sarcásticamente y dejándole escuchar mi risa al final. —Se que me va a odiar, pero tengo tanto derecho como tú.—No tienes derecho de una mierda, Stan. Te has aprovechado de la vulnerabilidad de Alice, desde que pasó lo que pasó con el cerdo de su tío. La has manipulado a tu antojo y a e
STAN.Luego de hablar con Aiden, estaba mal. Demasiado mal, lo suficientemente mal como para encerrarme en el despacho de mi casa y moler a golpes todo, el sobre reposaba sobre mi fino y lujoso escritorio. Tenía muchos pensamientos en mi cabeza, no todos malos, pero no todos buenos.Mi alma estaba en una pelea constante, entre el agradecimiento y el aborrecimiento.Amaba a mi familia con locura, para mí no existía nada más importante que ellos. Mi padre, mi madre que ha sido la mejor y la que nunca ha podido ocultar su favoritismo conmigo por sobre Alice. Alice que desde que había llegado a casa envuelta en esa manta lila, era todo mi mundo. Los años que me distancie de ella, habían sido una tortura, pero para un adolescente no era facil ver crecer en belleza e inteligencia a su hermana, cada segundo era más dificil controlarme y por eso me aleje, para no ser un enfermo que se le lanzara encima. Pero eso me costó más de lo que podría perdonarme algún día, porque lo que no hice yo,
ALICE. Mis ojos estaban cerrados, Stan se había ido temprano de la oficina, de nuevo, y yo estaba allí resolviendo miles de cosas, sin saber si lo hacía de forma correcta, pero lo estaba haciendo. No podía dejar vencerme a tan poco tiempo del anuncio. Entonces mi ansiedad y el estrés me estaban ganando la batalla, tome un vaso de agua y moje mi rostro. Quería saber el resultado ya, Aiden igual y Stan se había alejado de mí, porque sabía que no era capaz de mirarme a la cara. Estaba mal, podía notarlo a simple vista. Y cuando se marchó sin decirme nada, sin pronunciar palabra, dejándome allí sola, me di cuenta que el peso de mis actos afectaba más de lo que yo creía. Ellos dos y mi pequeño cargaban con las consecuencias de mi debilidad y de esa poca capacidad mía para afrontar los problemas. Ni siquiera había almorzado, seguí de largo esperando que el sobre llegará, finalmente fuí interrumpida por Susanita que dejó el sobre en mi escritorio, no le presté atención, no lo mire y m
STAN.Mis labios rodaban por todo su cuerpo, ya no sentía el frío de hacía pocos minutos cuando estaba de pie en la puerta trasera, mojado por la lluvia y con el corazón acelerado. Mucho menos cuando la vi saltar a mis brazos, dejó caer su teléfono y sabía que al otro lado de la línea era Aiden el que hablaba. Su cuerpo tocó el mío y el frío desapareció, limpio las lágrimas que salían de mi y de las que ni siquiera me había dado cuenta que estaban.—Eres tú —volvió a susurrar en mi pecho y eso me dio más felicidad de la que nunca creí poder sentir. —Ese pequeño es mi hijo, Alice. Nuestro hijo, me haces tan feliz. —Stan, ¿qué vamos a hacer? —Decir la verdad, vamos a hablar. No me importa que el mundo se caiga sobre mis hombros, no me importa los demonios que me quieran destruir, tu y ese niño son lo mejor que me ha pasado en la vida —la bese—. —Pero, nuestros padres —estaba asustada. —Alice, los amamos y ellos lo saben, pero te amo más a ti y tendrán que saberlo y aceptarlo. A v
ALICE.Mi Madre me estaba mirando, sus ojos eran sangre pura. Me odiaba, lo sabía.—Lo siento, no fue mi intención...—Callate Alice, no quiero escucharte.—Pero mamá, debes escucharme, tengo derecho a ser escuchada.—Perdiste todos tus derechos, ¿te das cuenta de la magnitud de este problema?—¿Algún día me has amado, madre?—Desde el día que supe que estabas dentro mío y te he cuidado como a una frágil porcelana —la mire y me puse de pie, ese comentario era tan falso como el amor que me profesaba.—Lamento no poder creerte, pero sabes que tus palabras no tienen mucho de verdad —mis ojos se cristalizaron, quise gritarle que en sus narices habían abusado sexualmente de mi. Pero generar culpabilidades no solucionaba el pasado y si traía problemas al presente—. Pero no importa, siempre Stan será mejor que yo.—Él no es mejor que tú, Alice. Es diferente.—¿Por qué? ¿Por qué su madre lo abandonó? ¿Por qué te salvó la vida? Inclusive por nada Stan es diferente y especial, eso lo he sabido
STAN.—Stan, no creo que seas tú quien me adeuda esa explicación —vi sonreír y suspirar a Alice, se puso de pie y se iba a salir de allí ya frustrada y cansada, pero la tomé de la mano y la volví a acercar a mi cuerpo. necesitaba que supiera que estábamos los dos en esto.—Yo tenía cerca de 12 y me aleje de Alice, porque no la podía ver como mi hermana, mis hormonas y mi mente me estaban jugando una mala pasada, esos dos años lejos de ella fueron un infierno, entonces una noche…—No, Stan —Alice me silencio en forma de advertencia, pero no podía guardar más ese maldito secreto. —Si, Alice, es hora de que sepan la verdad. Necesitan saber tu verdad —sus ojos se cristalizaron. Y la abracé, besé su cabeza y la apreté fuerte contra mi—. Todo va a estar bien, lo prometo, aquí estaré para ti, siempre —no me importó que mis padres estuviesen allí. Sus ojos estaban clavados en nosotros dos. —Tu hermano —mire fijamente a mi padre—. Tu hermano abusó de Alice durante dos años, la violó noche
AIDEN.—Eres tú —fueron las palabras de Alice, sabía que Stan estaba allí con ella, sabía que había llegado a sus brazos. Como también sabía que iban a estar juntos, creí que sería más fácil de asimilar la verdad, pero al mismo tiempo tenía la ilusión de que Ismael era hijo mío, de que al fin Alice y yo estaríamos juntos para siempre. El frío de repente se hizo más intenso, el sonido de la calle más alto y mi mente estaba en blanco. No pensaba en nada realmente importante. Arrastré mis pies hasta la habitación y allí me quedé mirando todo, el poster, mi cama, mi armario, el pequeño sofá, mire el techo, la ventana, la puerta del baño, recorrí el lugar y aunque era mío y vivía allí hace un buen tiempo, me sentí extraño. Me sentí ajeno a todo, perdido y suspendido en el tiempo. ¿Qué había hecho mal yo, para que las cosas salieran de este modo?¿Por qué no podía tener un poquito de esa felicidad que tanto anhelaba? ¿Por qué era tan difícil? Sin embargo allí estaba yo mirando nada y
AIDEN.—Soy Aiden. —Me estás jodiendo —esa voz hacía que mis pantalones se sintieran demasiado justos.—No. —No te estaba preguntando, hijo de puta —tenía la delicadeza de un pirata, la muy condenada. —No seas grosera, no aprendes modales.—No los necesito. ¿Qué quieres? —Mira, yo creo que…—¿Qué quieres, Aiden? Siempre que me llamas es porque quieres o necesitas algo de mi, eres una maldita sanguijuela, estoy trabajando y no tengo tiempo para ti. —Tengo problemas.—¿Cuándo no tienes problemas? —Me estás sacando de mis casillas —le dije mientras terminaba de vestirme. —Tú me jodiste la cabeza en cuestión de meses, ya no sé lo que significa estar dentro de una casilla —se quedó en silencio—. Te pedí que me dejarás en paz, no debería costarte tanto y menos ahora que el amor de tu vida volvió a tus brazos. Una sonrisa se esbozó en mis labios. —Si te llamo es porque tengo un caso entre manos que te interesa, mis abogados son corporativos y el problema que tengo entre manos no ti