23. EL AMOR.

Entre mis manos estaba el sobre blanco, no tenía membretes de la clínica. Así lo había pedido, porque no quería escándalos, fue un trabajo duro de conseguir, pero no imposible. Tampoco dimos nombres, únicamente nos tomaron las muestras. Cada persona que se vio involucrada en el proceso recibió un pago extra, muy alto, por su silencio.

Y contrate un guarda de seguridad especial para que revisara con minuciosidad el trabajo, el hombre no podía perder de vista las pruebas, ni el rastreo ni nada.

Estaba sentado en el estudio de mi casa, mirando el sobre y la verdad es que no sabía con exactitud qué hacer. Podía abrirlo y saber la verdad, correr hasta la casa de Alice y reclamarle o abrazarla y besarla por la felicidad.

Pero en cualquiera de los dos casos, el único perjudicado sería Ismael, luego de mucho meditarlo me había dado cuenta, que si bien el pequeño necesitaba y debía saber sobre su padre, también sabía que no era el momento ni las condiciones para hacerlo.

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