Entre mis manos estaba el sobre blanco, no tenía membretes de la clínica. Así lo había pedido, porque no quería escándalos, fue un trabajo duro de conseguir, pero no imposible. Tampoco dimos nombres, únicamente nos tomaron las muestras. Cada persona que se vio involucrada en el proceso recibió un pago extra, muy alto, por su silencio.Y contrate un guarda de seguridad especial para que revisara con minuciosidad el trabajo, el hombre no podía perder de vista las pruebas, ni el rastreo ni nada.Estaba sentado en el estudio de mi casa, mirando el sobre y la verdad es que no sabía con exactitud qué hacer. Podía abrirlo y saber la verdad, correr hasta la casa de Alice y reclamarle o abrazarla y besarla por la felicidad.Pero en cualquiera de los dos casos, el único perjudicado sería Ismael, luego de mucho meditarlo me había dado cuenta, que si bien el pequeño necesitaba y debía saber sobre su padre, también sabía que no era el momento ni las condiciones para hacerlo.Recibir la noticia de
—¿Qué haces? —me pregunto con una amplia sonrisa. —Intentó poner en orden mis ideas —me dijo Alice, mientras acostaba a Ismael en su cama. —¿Qué ideas? —Muchas, Aiden. Tantas que no sé por dónde empezar. —Puedes contarme, tal vez yo pueda ayudarte. —No creo. —¿Por qué? —Porque tú eres una de esas cosas. No se que hacer, con nosotros, si es que un nosotros existe. Cada segundo que pasa, me siento más y más confundida. —¿Qué te confunde? —pregunte de prisa, la ansiedad por saber los sentimientos de Alice me estaba ganando. —¡Ustedes! —respondió exasperada y abriendo los ojos de par en par para darse cuenta que había cometido un gravísimo error. Estoy seguro que eso no era lo que quería decir. —Entonces no estás sola. —Si. Pero también estoy contigo —sus ojos se cristalizaron y me quedé en silencio. Ella caminó hasta la sala de mi apartamento y se sentó en el sofá—. Han pasado meses desde que regresé y cada segundo que pasa me arrepiento más y más de haber regresado, te
Eran las 8 de la noche, mi rutina era muy estricta en casa y debía ir a la cama, no solía llevarme bien con mamá que siempre estaba al pendiente de todo lo que pasara con Stan. Y mi padre y yo éramos unidos, pero él siempre estaba ocupado en cosas del trabajo. Muchas veces por allí me sentía demasiado sola, de no ser por mi hermano. —Hoy viene —dijo mi padre con voz cansada. —Te dije que no lo quiero ver aquí.—Sólo viene a visitarnos. Es mi hermano —Stan y yo nos miramos, porque no teníamos idea de que nuestro padre tenía un hermano, por lo general las reuniones familiares eran con los abuelos y nada más. —¿Qué hermano? —preguntó Stan. —El hermano menor de tu padre, es algo difícil —mi madre tomó la mano de Stan.—Voy a dormir, es hora —fue lo único que dije, la verdad es que para mi edad eso no era muy importante, una persona más, una persona menos en la familia, me daba lo mismo. A mi sólo me importaba mi hermano y mis padres. Al siguiente día todo fue normal, mi rutina de ir
—Ismael, vamos a ir al médico.—No estoy enfermo, mamá.—Lo sé, pero debemos hacerte un examen. —¿Para qué? —su pregunta me hizo dudar, entre contarle la verdad o dar una mentira piadosa. —Tu padre no está muerto. —Ya lo sabía. —¿Qué? —me quedé mirándolo algo estupefacta. A veces Ismael me contrariaba, dudaba si en verdad era un niño.—Mamá, te escuche un día hablar por teléfono. Se que mi padre no está muerto —sabía muy bien a qué se refería. Pero no pensé que me hubiese escuchado. Esa noche en Londres, había bebido demasiado, aunque no tanto como para no saber lo que hacía, entonces llamé a la única amiga que tenía. Lucy.—¿Cómo estoy? Estoy jodida Lucy, tengo un hijo y mis padres quieren que regrese. —Alice, tal vez sea lo mejor, un poco de verdad en tu vida. Además tu hijo lo necesita. —Pero le dije que su padre estaba muerto, Lucy. Y cuando lo vean, van a querer quitarlo de mi lado. Ese niño es lo único que tengo en la vida, lo único bueno que he hecho con mi vida, Lucy, n
AIDEN.El día había llegado, recibí una llamada del centro médico y sin esperar mucho salí de la oficina hasta el lugar. Pero a medio camino mi celular sonó de nuevo, miré la pantalla y vi el nombre en el identificador. Stan. No quería contestar, pero algo me decía que era necesario. —¿Qué quieres? —dije aburrido.—Hablar contigo. —No tenemos nada de qué hablar. —Antes de que abras el sobre, hoy, quiero que sepas que tengo uno igual al tuyo. Sus palabras no me cayeron nada bien, todo se hacía más y más real, maldije por dentro y no le conteste nada. Las posibilidades de que él fuera el padre del pequeño, eran grandes.—Alice. ¿Ella lo sabe? —No. —Va a estar muy feliz cuando se entere —le dije sarcásticamente y dejándole escuchar mi risa al final. —Se que me va a odiar, pero tengo tanto derecho como tú.—No tienes derecho de una mierda, Stan. Te has aprovechado de la vulnerabilidad de Alice, desde que pasó lo que pasó con el cerdo de su tío. La has manipulado a tu antojo y a e
STAN.Luego de hablar con Aiden, estaba mal. Demasiado mal, lo suficientemente mal como para encerrarme en el despacho de mi casa y moler a golpes todo, el sobre reposaba sobre mi fino y lujoso escritorio. Tenía muchos pensamientos en mi cabeza, no todos malos, pero no todos buenos.Mi alma estaba en una pelea constante, entre el agradecimiento y el aborrecimiento.Amaba a mi familia con locura, para mí no existía nada más importante que ellos. Mi padre, mi madre que ha sido la mejor y la que nunca ha podido ocultar su favoritismo conmigo por sobre Alice. Alice que desde que había llegado a casa envuelta en esa manta lila, era todo mi mundo. Los años que me distancie de ella, habían sido una tortura, pero para un adolescente no era facil ver crecer en belleza e inteligencia a su hermana, cada segundo era más dificil controlarme y por eso me aleje, para no ser un enfermo que se le lanzara encima. Pero eso me costó más de lo que podría perdonarme algún día, porque lo que no hice yo,
ALICE. Mis ojos estaban cerrados, Stan se había ido temprano de la oficina, de nuevo, y yo estaba allí resolviendo miles de cosas, sin saber si lo hacía de forma correcta, pero lo estaba haciendo. No podía dejar vencerme a tan poco tiempo del anuncio. Entonces mi ansiedad y el estrés me estaban ganando la batalla, tome un vaso de agua y moje mi rostro. Quería saber el resultado ya, Aiden igual y Stan se había alejado de mí, porque sabía que no era capaz de mirarme a la cara. Estaba mal, podía notarlo a simple vista. Y cuando se marchó sin decirme nada, sin pronunciar palabra, dejándome allí sola, me di cuenta que el peso de mis actos afectaba más de lo que yo creía. Ellos dos y mi pequeño cargaban con las consecuencias de mi debilidad y de esa poca capacidad mía para afrontar los problemas. Ni siquiera había almorzado, seguí de largo esperando que el sobre llegará, finalmente fuí interrumpida por Susanita que dejó el sobre en mi escritorio, no le presté atención, no lo mire y m
STAN.Mis labios rodaban por todo su cuerpo, ya no sentía el frío de hacía pocos minutos cuando estaba de pie en la puerta trasera, mojado por la lluvia y con el corazón acelerado. Mucho menos cuando la vi saltar a mis brazos, dejó caer su teléfono y sabía que al otro lado de la línea era Aiden el que hablaba. Su cuerpo tocó el mío y el frío desapareció, limpio las lágrimas que salían de mi y de las que ni siquiera me había dado cuenta que estaban.—Eres tú —volvió a susurrar en mi pecho y eso me dio más felicidad de la que nunca creí poder sentir. —Ese pequeño es mi hijo, Alice. Nuestro hijo, me haces tan feliz. —Stan, ¿qué vamos a hacer? —Decir la verdad, vamos a hablar. No me importa que el mundo se caiga sobre mis hombros, no me importa los demonios que me quieran destruir, tu y ese niño son lo mejor que me ha pasado en la vida —la bese—. —Pero, nuestros padres —estaba asustada. —Alice, los amamos y ellos lo saben, pero te amo más a ti y tendrán que saberlo y aceptarlo. A v