El doctor Rossi quiso morirse cuando vio cómo a los chicos, los entraban corriendo ensangrentados al salón de operaciones, sin que él pudiera hacer nada. Después de varias horas de operación, finalmente sale el doctor Luigi.—¿Cómo están, Luigi? —pregunta Rossi en cuanto lo ve salir. Por lo alterado que estaba, no lo dejaron entrar al salón.—Salvatore tuvo suerte, el cuchillo pasó a un centímetro de su corazón, pero se va a recuperar. Es fuerte —explica de inmediato—. Aunque perdió mucha sangre, es muy saludable. No te asustes, Rossi, va a estar bien.—¡Oh Dios mío, gracias al cielo! ¡Pensé que iba a perder a mi hijo! —y se le escapa un sollozo que lo hace doblarse hacia delante tratando de contener las lágrimas. El doctor Luigi lo abraza fuertemente, hasta que siente que se separa.—¿Y el otro chico, Salvador? —pregunta Rossi.—El otro chico está más débil, Rossi, pero se va a recuperar. La herida no es mortal, una costilla la desvió. Es grande y le hizo perder mucha sangre, pero no
El doctor Rossi cuelga el teléfono y se queda pensativo. ¿Qué quiso decir la Matriarca con eso de que Eve tenía que regresar y hacerse cargo de todo? ¿A qué "todo" se refería? ¿Adónde quería que regresara? ¿Por qué lo acusaba a él de ser el causante de todo? ¿Habrá ofendido a alguien en América sin saberlo? ¿Quién es Salvador? ¿Por qué ella lo acusaba con tanto odio? Su teléfono lo saca de nuevo de sus pensamientos al sonar. Al ver que es Evelin, contesta rápidamente. —¿¡Papá, mi hermano está bien, papá?! ¡Dime que está bien! ¡Yo lo vi todo, no me engañes! Vi cuando esa mujer le clavó el cuchillo en el pecho, papá! ¡¡¡Dime que mi hermano está bien, papá, dímelo!!! —grita Evelin, llorando desesperadamente. —Eve, amor, cálmate, cariño. Sí, él está bien; ya fue operado, cariño. El cuchillo no le tocó ningún órgano vital. —¿Estás seguro, papá? No me lo dices solo para calmarme, ¿verdad? ¿Está bien? ¿No le va a pasar nada? —Estoy seguro, hija. No te mentiría en algo así. Pásame a Gabrie
En el momento que sucedieron los hechos en la parte de afuera de la casa del doctor Rossi. Evelin, en el cuarto secreto junto a su esposo, al fin sale de su desmayo, abre los ojos buscando a Gabriel. Lo ve atento a las cámaras, se levanta y camina despacio. Gabriel está muy absorto en lo que está mirando que no se percata de su presencia, salta cuando siente el grito aterrador que da Evelin.—¡Nooo...! ¡Papá... mi hermano...! —grita aterrada al ver cómo la Matriarca le ha clavado el cuchillo en el pecho a Salvador.—¡Evelin, no mires eso! —le pide Gabriel, tratando de quitarla del frente de las pantallas, pero ella se agarra con fuerza impidiéndoselo, por lo que pueden ver toda la escena. Cuando la Matriarca va a herir por la espalda al doctor Rossi, Salvador se mete en el medio y lo impide.—¡No, no, no mi hermano, mi hermano! ¡Lo mató, lo mató, mató a mi hermano y a Salvi! ¡Esa mujer los mató! —grita Evelin tratando de salir por la puerta para ir corriendo hacia ellos, pero Gabriel
Luego de colgar la llamada, en la que le prometiera al doctor Rossi que cuidaría de su hija, Gabriel se gira hacia Evelin y le pide que se calme. Aunque ella insiste en ir a ver a su hermano, él se da cuenta de que hasta que no lo vea, no se tranquilizará. Y aunque le prometió a su suegro que se quedarían en la casa, le dice a Evelin:—Está bien, cariño. Pero te llevaré en el helicóptero, después de que lo revisen bien, porque existe la posibilidad de que le hayan puesto algo para seguirnos. Fue todo demasiado coordinado. De paso, te mira el doctor Luigi, estás muy alterada —dice muy serio.—No, no me duele. Solo se me pone muy dura la barriga a cada rato. Cuando lleguemos a la clínica, le pediremos al tío Luigi que me mire. También me duele mucho la cabeza —dice Evelin tomando el té—. Pero ahora vamos; después me acostaré a dormir, te lo prometo. Cuando vea a mi hermano, haré todo lo que me digas.—¿Por qué mejor no nos quedamos, Evelin? Ya hablaste con tu papá, viste que a tu herman
Elvira se ha quedado fuera del salón en el que introdujeran a Evelin. Está desorientada, no sabe hacia dónde debe ir. Sale a caminar sin rumbo por los pasillos del hospital. En su apuro, se le olvidó coger su cartera. Dobla en una esquina, guiándose por el cartel que dice "Terapia Intensiva", suponiendo que allí debe estar su hijo.Llega hasta una puerta de cristal, reconoce el lugar. Ve el despacho de Luigi, respira aliviada y se detiene junto a la puerta, sin saber si entrar o esperar. Mira a su alrededor y una enfermera que la ve se acerca a su encuentro.—¿Puedo ayudarla en algo, señora? —pregunta la enfermera, sorprendida de verla en esa área.—Sí, señorita —se detiene Elvira—. ¿Puede decirme dónde está Salvatore Rossi, mi hijo?—Sí, señora Elvira, pase —la reconoce la enfermera.—¿Me conoce? —se asombra Elvira al escucharla llamarla por su nombre.—Claro, señora, usted es la esposa del doctor Rossi —contesta la enfermera, dispuesta a ayudarla—. Siento mucho lo de su hijo. Esa m
Luigi le asegura que todo lo que siente es normal: la anestesia, más la pérdida de sangre tan grande que tuvo, tenía que sentirse así al despertarse. Pero ahora ve que se siente bien. Le dice, sin dejar de revisarlo, que tuvo tremenda suerte. Y que no debe mover el brazo para que no le duela. Le indica que no debe hacer nada de eso, aunque no le tocó ningún órgano importante con la herida. Sí unas arterias que las tuvieron que reparar, por eso perdió tanta sangre. —Te vas para la casa porque tu padre no quiere dejarte aquí —le explica ante la mirada interrogante de Salvatore—. Si no, te dejaba una semana. —¿Por qué? —quiere saber él, algo asustado. —Para vigilar esa herida personalmente —contesta firme el doctor Luigi—, que no se te vaya a infestar. Hazle caso a tu papá, yo iré a verte todos los días.—Lo haré, tío, haré reposo —respira aliviado Salvatore al escuchar el motivo por el que su tío lo quiere dejar ingresado. Al escucharlo, sonríe al tiempo que le dice que está seg
Salvatore mira a su papá en busca de indicaciones, pero este último está paralizado, observando a su esposo en un estado de delirio del que no sabe cómo reaccionar. Al percatarse de la situación, el doctor Luigi, acompañado del neurocirujano Enzo, quien había escuchado los gritos de Elvira, se adelantó y le dijo:— Elvira, no te lo dijeron porque él no estaba. Pensamos que, cuando regresara, recordarías por ti misma quién es él —Rossi lo mira aterrado, negando con la cabeza, pero Luigi continúa hablando calmadamente mientras se acerca a ella junto a Enzo—. Nosotros les orientamos que no te lo dijeran para ver si reaccionaba tu cerebro. Por eso. Ahora debes calmarte, alterarte te hace daño. Cálmate, eso le hace daño a él escucharte así.— ¡Luigi! —Le grita Rossi, pero Luigi lo toma del brazo y se lo lleva, permitiendo que Enzo se haga cargo de Elvira, quien lo observa incrédula pero sin separarse de Salvador.— ¡Ni se te ocurra llevarle la contraria ahora! —Le advierte Luigi a Rossi—.
Elvira se ha calmado poco a poco y asiente con la cabeza. Aunque le reprocha nuevamente que le haya ocultado que tenía otro hijo, eso no le ha gustado para nada. No importa todo lo demás, pero eso no lo considera correcto.— ¡Tú eres el doctor Rossi, no debes hacerles caso a los demás todo el tiempo! —le dice muy seria.— Lo siento, querida, pero eso que te pasa no es mi especialidad, estoy perdido en eso. Debo seguir lo que me dicen ellos —le explica honestamente.— Está bien, cariño, te entiendo —finalmente cede ella y lo abraza con cariño—. Ya estoy más calmada. Vamos, llévame con mi pequeño hijo, me necesita ahora más que nunca, y Salvatore también. Sin olvidar a Eve. ¿La viste? ¿Cómo está?El doctor Rossi respira aliviado. Le cuenta que las contracciones no han vuelto en más de media hora, pero hay que seguir esperando. Toma su mano y la lleva a la enfermería. Al llegar, la hace entrar con él y le explica con cuidado que le pondrá algo para bajarle la presión arterial, ya que la