Cómo perros y gatos.

Doménico era muy buen besador, él lo sabía y demostraba a esa bella pero insoportable rubia que no sería un hombre al que pudiera hablarle como se le diera la gana.

Serena no supo en que momento ella se dejó llevar y siguió con el beso, su cuerpo parecía reaccionar solo, ella estaba ahí en contra de su voluntad, ¿Cierto?

Apenas Doménico la soltó, una sonora bofetada que casi despierta al sedado Rafael, cayó en la mejilla del CEO. Nadie en su vida lo había tocado, pero esa mujercita se había atrevido a abofetearlo.

El hombre se llevó la mano al rostro, su mirada parecía estar encendida. Se debatía entre ahorcar o asfixiar a la osada chica.

— ¿Con que quieres más, eh? Pues ven aquí...

Serena fue besada de nuevo, la fuerza del gemelo la sometió y de nuevo la perdió en su hechizo.

— ¡Suéltame! ¿Qué demonios es lo que te pasa? ¡Eres un pervertido!

La jóven Ivanov lo iba a abofetear de nuevo, pero escuchó al apuesto hombre decir.

— Si me vuelves a pegar te voy a volver
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