Tu querida amante

Lisandro llega a la clínica y ni siquiera estaciona bien el auto; es tanta su preocupación que baja del auto sin cerrar la puerta, llamando la atención de los presentes. Siente que le falta el aire y corre como si no hubiera un mañana.

Al llegar a la habitación donde tienen internado a su hijo, donde debe estar también Aileen y Graciela, no están. La vacía habitación lo alerta aún más.

—Señor Caristeas—. Una enfermera se acerca a verlo consternado —Venga conmigo, por favor.

—¿Mis hijos? ¿Dónde están mis hijos?—. Su arrogancia hace que la enfermera baje su mirada.

—Lo llevaré, señor; pero le pido que se controle. Sígame—. Le pide, y Lisandro se deja guiar por ella.

—Señor Caristeas, el doctor me pidió estar atenta a su llegada; me ha ordenado que le diga lo siguiente. Intentaron envenenar a los niños y a la señora Graciela. Afortunadamente, yo tenía turno y entré a la habitación cuando una persona extraña les había traído el desayuno. Conozco perfectamente a los empleados del área de c
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