Te adueñas sin permiso

—Lisandro…— lo menciona a un hilo de voz, pues no se esperaba que él la fuera a llamar y mucho menos a esta hora. Aunque es su debilidad, no olvida ahora cuál es su misión. —¿Por qué me llamas?— cambia su tono de voz, como si le molestara su llamado, pero él se vuelve a quedar en silencio, por esa lucha, por ese deseo vivo que siente por ella. El corazón de Caroline late a velocidad, delatando su felicidad y ansiedad por saber que él la está buscando, aunque no sabe sus intenciones y eso la conlleva a estar a la defensiva. —Bien, no quieres hablar, que pase buena noche, señor Lisandro Caristeas. Estoy muy ocupada—. Justo cuando toma la valentía de colgar la llamada, lo escucha decir:

—Caroline, ¿eres mía?—. Aquella pregunta genera una marea de calor en todo el cuerpo de Caroline.

—¿Dime que no estás con mi hermano?—. Su nivel de celos es algo que no pudo controlar y por esa razón la llamó.

—Le diré dos cosas, señor Caristeas —suelta un suspiro exquisito, de esos que ella sabe que a él
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