Lisandro, a pesar del estrés y ese fuerte dolor de cabeza, le cumplió a Caroline con ir a cuidar a los niños, y de hecho, fue lo mejor porque el tiempo compartido con sus hijos le hizo despejar la mente. Sin embargo, al quedarse sus hijos dormidos, la soledad lo azota, y más sin saber lo que le espera el día de mañana.—Caroline… no sé qué hacer, siento que te necesito en mi vida, pero a la vez siento que no podré ser así, me dejarás, te olvidarás de mí ahora que estás con Parker. ¡Joder, me confundes! ¡Vuelves mi mundo de cabeza con tu rechazo, luego me vuelves a buscar y no sé qué pensar! ¡Joder, maldita sea mi mente que no quiere recordar todo aunque yo lo deseo—. Suelta un largo suspiro.Al día siguiente es un día lleno de tensión. Los tres accionistas deben hacer presencia en la reunión del museo del arte. Lisandro está dispuesto a hacer bien su trabajo para remediar sus errores. Después de todo, depende de ese trabajo mientras que Bastian aparezca para que le diga dónde está est
—No puede ser…—. A Lisandro por poco y se le cae la mandíbula al ver a Caroline, quien tiene puesto un espectacular vestido color blanco ceñido a sus curvas que le llega hasta sus tobillos, su escote es strapless, por lo que deja relucir su hermosa y apetecible color de piel trigueña. Su cabello peinado de manera elegante, un recogido muy sutil que hace perfecta combinación con el vestido, y que decir de su maquillaje, literalmente parece una muñeca de porcelana. Hasta Parker babea por ella.—Buenas tardes, familia Caristeas y Georgiou. Soy Caroline Evans Taylor, hermana de Patrick Evans—. Se presenta muy educada y termina de ingresar, sintiendo el tenso ambiente.—¡Imposible!—. Berenice es la primera en protestar. —¡Maldita mujer! ¿Acaso también te acostaste con Patrick para ser heredera?—. La empieza a ofender.—¡Berenice…!—. Parker la iba a defender, pero Caroline alza su mano interrumpiendo sus palabras.—Querido esposo—. Se acerca a él y le propina un beso en la mejilla derecha,
—Señora… —comienza a hablar Saul.—¿Qué? ¿Acaso no has escuchado mi orden?—. La mira con furia, por poco botando chispas.—Es que… no creo que nos dejen entrar a la mansión Georgiou. Esto está lleno de escoltas—.—¡No me importa! ¡Nadie, pero nadie es más poderoso que yo!—. Camina hacia la salida del museo como si fuera la gran señora, la reina, mientras es seguida por su escolta Saul. Al llegar al auto, Saul le abre la puerta y Berenice ingresa para luego mirar el museo sintiendo recelo.—Me las vas a pagar, Caroline. Te voy a dar por donde más te duele. Eres una plaga que necesita ser exterminadaMientras tanto, en la sala de juntas, Lisandro no puede evitar mirar a Caroline y la señora Francisca se percata de ello.—Lisandro—. Lo menciona y él dirige su mirada a ella. —Que sea la última vez que Berenice Caristeas pise este museo—Estoy de acuerdo con usted, señora Georgiou—. Le apoya Caroline. —Volviendo al tema de la empresa, mi hermano me comunicó todo lo relacionado. Además… sé
Lisandro siente una marea de calor recorrer su cuerpo, y sus manos ansían tocar el cuerpo de Caroline. No entiende por qué ella lo provoca tanto con solo verla desnuda. Su boca se le hace agua y su mirada se profundiza más en ella.Caroline tuvo el atrevimiento de pararse frente a él y sostenerle la mirada, mientras su cuerpo le exige más que esa mirada hambrienta.—¿Estás jugando conmigo?— Lisandro cierra los ojos por un momento y pasa saliva. —¿Eso crees?— Lleva sus manos al pecho de Lisandro y las baja lentamente. Cuando, de repente, siente cómo Lisandro las agarra. Al ella alzar su mirada, se encuentra con la de él.—No quiero jugar, Caroline—. La suelta y da un paso hacia atrás. No tiene escapatoria, porque detrás de él está el escritorio y la madre de sus hijos, al parecer, no lo dejará ir.—¿Y por qué no? Si yo fui tu amante por años, ¿por qué tú no serlo?—Son cosas muy diferentes, Caroline. Por favor, colócate el vestido. No quiero hacer esto—. Se hace a un lado, huyendo del
—Esta vez no te escaparás de mí —Lisandro está ansioso por sentirla—No voy a huir de tus brazos; necesito esto.— La voz de Caroline se oye desesperada —Tengo una condición—. Lisandro ejerce más su agarre, encendiéndola más —No hables tanto, hazlo ya—. Ella busca sus labios con desesperación —Es en serio, mi primera condición es que ningún hombre puede tocarte; solo yo, y la segunda es que si nos interrumpen, no vamos a parar—Te cumplo la segunda— Acepta pasando su lengua juguetona por los labios sedientos de Lisandro —Caroline, prometelo—. Se aparta de ella para que no lo bese —Está bien, pero hazlo ya—. Termina cediendo a sus condiciones, y el deseo los envuelve a ambos de manera incontrolable —Eres perfecta, estás exquisita—. Caristeas la agarra del cabello sin importarle arruinar el peinado —Eres toda mía, solo mía—. No pudo esperar más e ingresa en ella con demencia; la hace gritar, y no les importa que los escuchen. La pasión que ambos se tienen es tan explosiva que ambos
—Irene… ¿Por qué me hablas así si somos amigas?— La mira con tristeza, tratando de que Irene sienta lástima por ella.—Este jueguito no funciona conmigo—. Irene alza su mentón —Lo peor que me ha pasado en la vida fue haberte conocido— confiesa —Eres un ser humano horrible que lastima a los demás y lamento mucho haberte creído todo lo que me decías cuando lo único que hacías era manipularme. Odio tu presencia, Berenice; ni mi familia ni yo te queremos volver a ver en esta casa ni en ninguna de nuestras propiedades.—Irene… sé que estás herida por el rechazo de Lisandro, pero no tenías que bajar la guardia; ya casi lo tenías para ti sola—¡Cállate!— le grita Irene, y la señora Caristeas abre los ojos bien grandes de la sorpresa. —¡No quiero escucharte más! ¡Eres un ser sin sentimientos y no soy igual que tú! Voy a recuperar mi vida y seré feliz con un hombre que de verdad me ame. Espero que tu baja posición social te haga comprender que nunca has sido importante; todo lo que eras era po
Lisandro llega a la clínica y ni siquiera estaciona bien el auto; es tanta su preocupación que baja del auto sin cerrar la puerta, llamando la atención de los presentes. Siente que le falta el aire y corre como si no hubiera un mañana.Al llegar a la habitación donde tienen internado a su hijo, donde debe estar también Aileen y Graciela, no están. La vacía habitación lo alerta aún más.—Señor Caristeas—. Una enfermera se acerca a verlo consternado —Venga conmigo, por favor.—¿Mis hijos? ¿Dónde están mis hijos?—. Su arrogancia hace que la enfermera baje su mirada.—Lo llevaré, señor; pero le pido que se controle. Sígame—. Le pide, y Lisandro se deja guiar por ella.—Señor Caristeas, el doctor me pidió estar atenta a su llegada; me ha ordenado que le diga lo siguiente. Intentaron envenenar a los niños y a la señora Graciela. Afortunadamente, yo tenía turno y entré a la habitación cuando una persona extraña les había traído el desayuno. Conozco perfectamente a los empleados del área de c
Al Andrea escuchar aquella confesión, por poco olvida que es una mujer profesional, que no puede dejarse llevar por sus emociones. Sin embargo, necesita más de lo que ha dicho Berenice. Respira profundo al escuchar el llamado de la señora Caristeas y cambia su semblante, pero algo sí tiene claro: esa vieja decrépita es la asesina de su madre.—¿Qué desea, señora Caristeas?—. Mira al señor Caristeas para asegurarse de que está bien, ya que ella sabía lo mucho que ellos se amaban y lo muy feliz que la hizo hasta que Berenice le arrebató la vida a su madre. —Organiza una habitación para el señor Caristeas—. Le ordena y se marcha a su habitación de meditación.—Cuanto te detesto, Berenice—. Susurra el señor Caristeas —Si llegas a ser el culpable de la muerte de mi amada, te juro que te pudrirás en la cárcel—. Andrea lo oye balbucear.—¿Le puedo ayudar en algo, señor?—. Lo mira a los ojos y él a ella.—No… sabes, no entiendo cómo soportas a Berenice—. Se cruza de brazos —Por cierto, ¿quié