De rodillas ante mí

—Estoy ocupado. ¿Qué parte no entiendes?

—¡Quita tus putas manos de mi mujer!1

—¿Tu mujer?—. Parker entiende por lo que le propina una estocada más a Gisell y sale de ella, haciéndole con su mano libre una señal de silencio, dejando a la mujer antojada de más.—Te recuerdo, Lisandro, que es mía y sabes… de lo que te perdiste porque es perfecta

—¡Callate! Escúchame muy bien, Parker. Ahora soy un hombre libre y te juro que Caroline volverá a mis brazos

—Lo dudo—. Sonríe para hacerlo enojar.—¿De verdad piensas que voy a soltar a Caroline? No, hermanito, no estás ni tibio. Es la mujer más hermosa y sexy que he tenido. Ella es feliz a mi lado

—Te equivocas, no lo es. Mis razones me las reservo. Solo te llamaba para decirte que necesito que nos veamos personalmente, pedazo de idiota—. Le cuelga la llamada porque la ira se apoderó de él. —¡Estúpido Parker!—. Gruñó caminando de un lado a otro, para luego salir del despacho sin soltar su móvil. Para su desgracia, Berenice está en el sillón acos
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