—No te preocupes, gracias. —Bien. —Papá, ¿no has pensando en buscar un trabajo? Digo, no creo que los ahorros te duren mucho... Y a ese ritmo en que lo gastas... —Sí, un fracasado abogado como yo debe ir a conseguir cualquier cosa, haber estudiado ya no me sirve. No es que tenga muchas opciones. —se encoge de hombros, yo me le quedo viendo, es una pena que papá haya pasado de ser un buen abogado a reducirse a este hombre que se ve depresivo y atrapado en la ebriedad. Es su culpa, pero me causa una tristeza. No me quita del pecho la sensación amarga de que haya perdido el vuelo. Ahora no solo se minimiza, sino que renuncia sin dar la batalla. —¿Sabes? Yo creo que puedes volver a ser ese hombre que salía cada mañana trajeado y con su maletín a la mano, ese que solía ganar muchos casos... —Ese que se metía de lleno en el trabajo descuidando su familia, no, no quiero ser así otra vez. Tu madre... —Mamá no viene al caso, sabes que solo fue su excusa para dejarte por ese hombre, y to
El Secreto De Ruby...La jornada laboral que detesto cada vez más, apenas ha empezado, aunque me las ingenio muy bien para sonreír y convencer a las señoras que vienen por algún vestido y terminan mareándome en el trajín. La indecisión está firmemente clavada en cada una, así que visitan muchas veces el probador en busca de ese "idóneo" en mi opinión, sostengo que todo se les ve mal. —Niña, fíjate ¿verdad que luzco como una diva? —me llama la anciana que se cree modelo, la pobre tiene el autoestima en las nubes. —Está descomunal —le sigo la corriente, no quiero ser mala al dar un comentario negativo, además me duelen los pies y si le digo que se ve terrible, me mata o irá en busca de más y ya van dos horas que la sigo por cada pasillo. Sí, sé que es mi trabajo, pero vamos, uno se cansa —. No creo que encuentre algo mejor que eso, señora... —Señorita, aún no tengo hijos. —Y no creo que los vaya a tener —mascullo entre dientes, ¡Dios! tiene como setenta años. Lo de señorita ni ella
Una Ternura...Desde que hablé con Ruby no he podido dejar de pensar en su situación, me preocupa. ¿Y como no hacerlo? Todo parece de una película, y no, desafortunadamente está sucediendo. Habría evitado todo esto si no se metiera en esas cosas. Ahora que lo pienso, ¿habrá sido ese hombre con el que estaba la noche de antier en el club? Tengo mis dudas porque lo habría reconocido, pero tomando en cuenta la escasa luz en el lugar todo es posible. Trato de alejarme de ese asunto, confío en que todo va a mejorar, eso espero. Me arreglo el cabello, debo secarlo con una toalla, tengo todo el pelo mojado y sigo en la cama; hace tres horas que llegué al apartamento. Estoy sola, ¿a dónde habrá ido Niccolò? ¿qué hace afuera? Me pregunto de todo, aunque no me concierne nada, su vida no es mi problema, y en el fondo quiero que sea parte de mí. Sacudo la cabeza, idiota que soy por andar pensando ridiculeces. Si tiene alguna relación, entonces es probable que eso haga estando afuera, pasar tie
M*****a Hipocondría—Niccolò Rossi—...Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia. Me carcome la espera, odio tener que esperar un turno; en mí hay impaciencia y un escabroso nerviosismo que me atrae con la idea de no entrar a esa consulta. Temo que va a pasar lo peor. Ya perdí la cuenta de los intentos, todos resultando en vano. ¿Por qué nadie me cree? Me siento mal, de súbito y de forma extraña ya no tengo estabilidad. «Solo es la hipocondría» me señala la parte estable dentro de mí, y le creo, aunque después cambie de idea.Una bonita mujer se me acerca, trae una sonrisa en el rostro, pero no reparo en el gesto, sino en la carpeta a la que se abraza. ¿Será mi historial médico? —Niccolò Rossi, ¿cierto? Me levanto y asiento antes de tender una mano. Nunca la había visto por aquí, ¿es qué Nella renunció? Tampoco le presto mucha atención al asunto del cambio. Pero la anterior asistente me parecía más simpática. —Sí, tengo una c-cita con... —Lo sé, la doctora Zelinda Milman lo es
—Quince años, ahora tengo veintiuno, ya lo sabe. Mammà me llevó a una consulta, yo no lo acepté, pensé que mi propia familia no me comprendía lo suficiente. Lo que me ocurría siempre fue interpretado como algo imaginario, recuerdo que fui solo a emergencias, el corazón me latía muy veloz, había corrido tan rápido de casa al centro de salud que no podía respirar. Pero un médico me atendió y dijo que no tenía nada, que debía recuperar la calma. Volví a casa insatisfecho, seguro de que ese hombre no sabía una m****a de medicina, entonces le pedí a mammà que me llevara a ver un especialista, que yo de verdad tenía un dolor terrible en el pecho. Algo andaba mal con mi corazón y si tomaba en cuenta a mi papà... podía tener una enfermedad cardíaca.Dejo de hablar, me sigue afectando demasiado parlar sobre ese asunto. —Lo siento. La pérdida de una persona siempre deja un vacío inconmensurable, mitigar el dolor es un reto, pero recordarlos y llevarlos siempre en nuestro corazón tiene un efecto
Pelirroja Irreverente...Pienso en Clara, esa pelirroja colorida, tan animada y enfadosa con facilidad. Una sonrisa abarca mis labios y la borro al darme cuenta del despliegue de mis comisuras. —Una... amiga, ahora una amiga está conmigo en el piso, no tenía a dónde ir, y le permito que viva conmigo hasta que halle su lugar. Pero ella trabaja y casi no nos vemos. Y todo el día me la paso en mis cosas, ahora no estoy laborando, de hecho estoy pensando a dónde encaminarme. Mientras tanto, no hay mucho que deba hacer. Salgo por ahí, trato de pasarla bien mientras viva en la ciudad —destaco, pauso, no sé si sea relevante contarle sobre el gato —. Adopté un gato, es un felino británico, siempre me han gustado los animales y decidí adoptarlo. —¿Un gatito? Eso es maravilloso, las mascotas siempre traen positivismo a nuestras vidas, de hecho la presencia de un gato en casa reduce el estrés, tienen un efecto terapéutico, ayuda con la salud mental y en general. La verdad es que es un animali
Mil Universos...—Bene. —Sí, solo es eso —sonríe de nuevo, luego centra la vista en el dispensador —. ¿Puedo saber qué es? —Es para Silver, para su comida. —¡Genial! Ya no te quito más el tiempo, Nicco. —me dice y se dirige a su habitación, a la par de la mía. —¿Quieres ver una película esta noche? —inquiero de forma repentina, lo solté de un tirón, sin sostenerlo en mi mente primeramente, ya no estoy seguro, igual continúo —. Non lo so... Non intendo andare al cinema, ma vedere un film qui (No sé... No me refiero a ir al cine, sino a ver una película aquí) —¿Eh? —se voltea a verme, la sorpresa baila en sus ojos —. Solo comprendí tu pregunta, no sé nada del idioma italiano. —Que si quieres ver una película esta noche, aquí, en el living. —expreso, ahora asiente. —¡Por supuesto que sí! Amo las pelis, ¿ya tienes una en mente? —chilla, es una ragazza muy ansiosa. —No, es lo de menos, te doy a escoger a ti, bueno... nos vemos a la noche. —indico, me siento extraño. —Ahí estaré —
¿En qué momento? Hoy es martes, ella ha llegado el domingo. Nada tiene sentido para mí, ni explicación, es un pensamiento hueco. Sí, un disparate. De pronto necesito una ducha, pero me decanto por meterme en la bañera y relajarme. El agujero continúa en mi cabeza, tirarle adentro miles de palabras abarrotadas de confusión no consiguen llenarlo, sigo pensando en la pelirroja de una forma que me afecta. Giulia, mi exnovia, con quién mantuve una relación de tres meses, había sido la única en sacarme de órbita. Si las cosas no se dieron, fue por culpa de un malentendido. Que no vale la pena sacar a relucir. Ahora vuelvo a sentir algo parecido por alguien a quien apenas empiezo a conocer. Una semana, dos o tres no es suficiente para dejarla de ver como una desconocida, y no van ni tres días de su llegada. Ni el agua burbujeante y tibia me la quita de la cabeza, tal vez sea solo su irreverente manera de actuar, una irrelevancia entonces, lo que me hace discurrir en ella. En tanto la cav