Una Ternura...Desde que hablé con Ruby no he podido dejar de pensar en su situación, me preocupa. ¿Y como no hacerlo? Todo parece de una película, y no, desafortunadamente está sucediendo. Habría evitado todo esto si no se metiera en esas cosas. Ahora que lo pienso, ¿habrá sido ese hombre con el que estaba la noche de antier en el club? Tengo mis dudas porque lo habría reconocido, pero tomando en cuenta la escasa luz en el lugar todo es posible. Trato de alejarme de ese asunto, confío en que todo va a mejorar, eso espero. Me arreglo el cabello, debo secarlo con una toalla, tengo todo el pelo mojado y sigo en la cama; hace tres horas que llegué al apartamento. Estoy sola, ¿a dónde habrá ido Niccolò? ¿qué hace afuera? Me pregunto de todo, aunque no me concierne nada, su vida no es mi problema, y en el fondo quiero que sea parte de mí. Sacudo la cabeza, idiota que soy por andar pensando ridiculeces. Si tiene alguna relación, entonces es probable que eso haga estando afuera, pasar tie
M*****a Hipocondría—Niccolò Rossi—...Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia. Me carcome la espera, odio tener que esperar un turno; en mí hay impaciencia y un escabroso nerviosismo que me atrae con la idea de no entrar a esa consulta. Temo que va a pasar lo peor. Ya perdí la cuenta de los intentos, todos resultando en vano. ¿Por qué nadie me cree? Me siento mal, de súbito y de forma extraña ya no tengo estabilidad. «Solo es la hipocondría» me señala la parte estable dentro de mí, y le creo, aunque después cambie de idea.Una bonita mujer se me acerca, trae una sonrisa en el rostro, pero no reparo en el gesto, sino en la carpeta a la que se abraza. ¿Será mi historial médico? —Niccolò Rossi, ¿cierto? Me levanto y asiento antes de tender una mano. Nunca la había visto por aquí, ¿es qué Nella renunció? Tampoco le presto mucha atención al asunto del cambio. Pero la anterior asistente me parecía más simpática. —Sí, tengo una c-cita con... —Lo sé, la doctora Zelinda Milman lo es
—Quince años, ahora tengo veintiuno, ya lo sabe. Mammà me llevó a una consulta, yo no lo acepté, pensé que mi propia familia no me comprendía lo suficiente. Lo que me ocurría siempre fue interpretado como algo imaginario, recuerdo que fui solo a emergencias, el corazón me latía muy veloz, había corrido tan rápido de casa al centro de salud que no podía respirar. Pero un médico me atendió y dijo que no tenía nada, que debía recuperar la calma. Volví a casa insatisfecho, seguro de que ese hombre no sabía una m****a de medicina, entonces le pedí a mammà que me llevara a ver un especialista, que yo de verdad tenía un dolor terrible en el pecho. Algo andaba mal con mi corazón y si tomaba en cuenta a mi papà... podía tener una enfermedad cardíaca.Dejo de hablar, me sigue afectando demasiado parlar sobre ese asunto. —Lo siento. La pérdida de una persona siempre deja un vacío inconmensurable, mitigar el dolor es un reto, pero recordarlos y llevarlos siempre en nuestro corazón tiene un efecto
Pelirroja Irreverente...Pienso en Clara, esa pelirroja colorida, tan animada y enfadosa con facilidad. Una sonrisa abarca mis labios y la borro al darme cuenta del despliegue de mis comisuras. —Una... amiga, ahora una amiga está conmigo en el piso, no tenía a dónde ir, y le permito que viva conmigo hasta que halle su lugar. Pero ella trabaja y casi no nos vemos. Y todo el día me la paso en mis cosas, ahora no estoy laborando, de hecho estoy pensando a dónde encaminarme. Mientras tanto, no hay mucho que deba hacer. Salgo por ahí, trato de pasarla bien mientras viva en la ciudad —destaco, pauso, no sé si sea relevante contarle sobre el gato —. Adopté un gato, es un felino británico, siempre me han gustado los animales y decidí adoptarlo. —¿Un gatito? Eso es maravilloso, las mascotas siempre traen positivismo a nuestras vidas, de hecho la presencia de un gato en casa reduce el estrés, tienen un efecto terapéutico, ayuda con la salud mental y en general. La verdad es que es un animali
Mil Universos...—Bene. —Sí, solo es eso —sonríe de nuevo, luego centra la vista en el dispensador —. ¿Puedo saber qué es? —Es para Silver, para su comida. —¡Genial! Ya no te quito más el tiempo, Nicco. —me dice y se dirige a su habitación, a la par de la mía. —¿Quieres ver una película esta noche? —inquiero de forma repentina, lo solté de un tirón, sin sostenerlo en mi mente primeramente, ya no estoy seguro, igual continúo —. Non lo so... Non intendo andare al cinema, ma vedere un film qui (No sé... No me refiero a ir al cine, sino a ver una película aquí) —¿Eh? —se voltea a verme, la sorpresa baila en sus ojos —. Solo comprendí tu pregunta, no sé nada del idioma italiano. —Que si quieres ver una película esta noche, aquí, en el living. —expreso, ahora asiente. —¡Por supuesto que sí! Amo las pelis, ¿ya tienes una en mente? —chilla, es una ragazza muy ansiosa. —No, es lo de menos, te doy a escoger a ti, bueno... nos vemos a la noche. —indico, me siento extraño. —Ahí estaré —
¿En qué momento? Hoy es martes, ella ha llegado el domingo. Nada tiene sentido para mí, ni explicación, es un pensamiento hueco. Sí, un disparate. De pronto necesito una ducha, pero me decanto por meterme en la bañera y relajarme. El agujero continúa en mi cabeza, tirarle adentro miles de palabras abarrotadas de confusión no consiguen llenarlo, sigo pensando en la pelirroja de una forma que me afecta. Giulia, mi exnovia, con quién mantuve una relación de tres meses, había sido la única en sacarme de órbita. Si las cosas no se dieron, fue por culpa de un malentendido. Que no vale la pena sacar a relucir. Ahora vuelvo a sentir algo parecido por alguien a quien apenas empiezo a conocer. Una semana, dos o tres no es suficiente para dejarla de ver como una desconocida, y no van ni tres días de su llegada. Ni el agua burbujeante y tibia me la quita de la cabeza, tal vez sea solo su irreverente manera de actuar, una irrelevancia entonces, lo que me hace discurrir en ella. En tanto la cav
La Videollamada—Clara Briscoe—...¡Genial! Encuentro rodajas de banana, perfecto para hacerme el desayuno. No creo que a Niccolò le enfade que tome un poco de su cereal y leche. Cuando me paguen se lo devolveré. Pienso en la noche de ayer, la cena que hizo y quisiera igualar su amabilidad de convidarme a comer. El problema es que no hago nada bien, es un chico crítico con la comida, no estoy dispuesta a ser su hazmerreír. Me siento en el taburete, el tiempo apremia, por lo que engullo cuchara tras cuchara con premura. Nicco no está por aquí, creo que ha salido temprano. Al menos que esté durmiendo a pierna suelta. No lo sé, algo me dice que salió antes de que llegara el sol. En ese caso, ¿A dónde habrá ido tan temprano? —Buongiorno. Hablando del rey de Roma, se aparece de pronto. Viene con ropa deportiva, a simple vista sudoroso, todo su pelo desprolijo y mojado. —Buenos días, ¿cómo estás? —emito como si nada. No me olvido de que ayer me dormí en el sofá, pero desperté en mi c
Meto la tarjeta magnética en la ranura, ingreso y desganada llego a la enorme estancia, sobre ese sofá me dejo caer al tiempo que, suspirando, aprieto los párpados. Me acaricio la sien, hay un ligero dolor de cabeza, si no lo ataco ahora, se volverá insoportable en contados segundos. Estoy agotada, sigo escuchando los gritos de las señoras, la pelea que surgió cuando Julia le quitó la camisa de las manos a otra clienta, y por último el vergonzoso instante en que entre el mar de señoras eufóricas, tropecé y caí. Sí, ha sido un día de locos. Merezco algo extra de dinero por este día de mierda. Ruedo los ojos. "Papá" leo en la pantalla de mi teléfono. Tomo el aparato, descuelgo la llamada. —Padre, ¿cómo estás? —Clarita, te aviso que voy a internarme este lunes en el centro de rehabilitación. Quiero que nos veamos, ¿podrías venir? Después de una asfixiante jornada, una noticia tan satisfactoria como esa me embarga de felicidad. Esto es un salto para papá, no un insignificante paso,