El Círculo Vicioso...Se ha sentado en el sofá, es hora de que le hable sobre ese asunto. Lentamente dejo de estar con las piernas cruzadas en posición de indio sobre el asiento, tengo la sensación de que él lo está riñendo con solo clavar sus ojos en mí. Me aclaro la garganta antes de hablar. —Quisiera saber, ¿cuánto debo pagar? Los servicios aquí deben de ser caros, entonces... ¿qué parte me corresponde poner? No es el asunto inicial, pero sí uno importante. —¿De eso querías platicar? —Sí, es relevante. —No tienes de que preocuparte, trabajas de dependienta, ¿no? —Sí. ¿Cómo lo sabes? —No debe ser mucho lo que ganas, créeme que no podrías pagar ni la cuarta parte, mejor dejémoslo así —comenta, me quiero tomar sus palabras con calma, pero en el fondo me cae de la patada. Al menos tengo un empleo, ¿qué hace él? Tengo curiosidad —. Y sé supone que debía ahondar algunas cosas sobre ti. Claro, para cerciorarse de que no soy una sicópata, cuestión que yo no indagué ni un poco sobr
—¿Así nada más? Nadie te da una oportunidad de oro sin algo a cambio... —el ceño fruncido y confundida un poco me atrevo a decirlo. —No sé más.—¿Cómo es que aceptaste mi estancia aquí? —Dijiste que sería la última pregunta. —Esta la será, en serio. Suspiro.—Porque a cambio puedo pensar qué rumbo tomar, tengo un año sabático, lo necesito. Es todo lo que voy a decirte. Mi entrecejo se hunde en un mar de dudas, lo que dice tiene sentido y luego lo pierde al indagar con profundidad. Es como si estuviera diciendo que al permitir que viva ahí, se le otorgó un tiempo más para pensarse las cosas. ¿Qué hay de mi madre y qué demonios gana empujándome a vivir con este sujeto? Por ahora sé que estoy aquí, pues él haciendo una obra de samaritana, obtiene un descanso. Todo es tan extraño, me volveré loca si continúo pensando en eso. Quiero preguntar sobre lo que hace ahora, que busque un rumbo significa que no tiene uno, ¿tendrá algún empleo? Pero le ha puesto un límite a las objeciones y
Por suerte está ileso, cavilaciones peligrosas que terminan vacías gracias al cielo, sale del baño. Trae el pelo húmedo, solo una toalla en la cadera que deja expuesto su delgadez. ¿Es que no se está alimentando como debe? No me extrañaría encontrar la afirmativa a la interrogante. —Dejaré que te pongas algo de ropa, mientras tanto iré a la cocina y te haré algo de comer, porque sé que no has comido. —amonesto en vista de que él no se está alimentando y solo bebe como si no hubiera mañana.—Clara... —frena mi retiro, sus dedos se enroscan alrededor de mi muñeca y sus ojos se clavan en los míos. Avisto el arrepentimiento, presiento que lo expresará, siempre lo hace. Ya perdí la cuenta —. Lo siento, cariño. Siento que no puedo parar, esto me supera, esto me domina y no sé cómo recuperar el control... Lagrimeo un poco, la compañía de un dolorcito en la garganta aprieta. Propensa a echarme a llorar, trato de sonreír a ver, solo una mueca en su lugar aparece. —Papá no todo está perdido,
—No te preocupes, gracias. —Bien. —Papá, ¿no has pensando en buscar un trabajo? Digo, no creo que los ahorros te duren mucho... Y a ese ritmo en que lo gastas... —Sí, un fracasado abogado como yo debe ir a conseguir cualquier cosa, haber estudiado ya no me sirve. No es que tenga muchas opciones. —se encoge de hombros, yo me le quedo viendo, es una pena que papá haya pasado de ser un buen abogado a reducirse a este hombre que se ve depresivo y atrapado en la ebriedad. Es su culpa, pero me causa una tristeza. No me quita del pecho la sensación amarga de que haya perdido el vuelo. Ahora no solo se minimiza, sino que renuncia sin dar la batalla. —¿Sabes? Yo creo que puedes volver a ser ese hombre que salía cada mañana trajeado y con su maletín a la mano, ese que solía ganar muchos casos... —Ese que se metía de lleno en el trabajo descuidando su familia, no, no quiero ser así otra vez. Tu madre... —Mamá no viene al caso, sabes que solo fue su excusa para dejarte por ese hombre, y to
El Secreto De Ruby...La jornada laboral que detesto cada vez más, apenas ha empezado, aunque me las ingenio muy bien para sonreír y convencer a las señoras que vienen por algún vestido y terminan mareándome en el trajín. La indecisión está firmemente clavada en cada una, así que visitan muchas veces el probador en busca de ese "idóneo" en mi opinión, sostengo que todo se les ve mal. —Niña, fíjate ¿verdad que luzco como una diva? —me llama la anciana que se cree modelo, la pobre tiene el autoestima en las nubes. —Está descomunal —le sigo la corriente, no quiero ser mala al dar un comentario negativo, además me duelen los pies y si le digo que se ve terrible, me mata o irá en busca de más y ya van dos horas que la sigo por cada pasillo. Sí, sé que es mi trabajo, pero vamos, uno se cansa —. No creo que encuentre algo mejor que eso, señora... —Señorita, aún no tengo hijos. —Y no creo que los vaya a tener —mascullo entre dientes, ¡Dios! tiene como setenta años. Lo de señorita ni ella
Una Ternura...Desde que hablé con Ruby no he podido dejar de pensar en su situación, me preocupa. ¿Y como no hacerlo? Todo parece de una película, y no, desafortunadamente está sucediendo. Habría evitado todo esto si no se metiera en esas cosas. Ahora que lo pienso, ¿habrá sido ese hombre con el que estaba la noche de antier en el club? Tengo mis dudas porque lo habría reconocido, pero tomando en cuenta la escasa luz en el lugar todo es posible. Trato de alejarme de ese asunto, confío en que todo va a mejorar, eso espero. Me arreglo el cabello, debo secarlo con una toalla, tengo todo el pelo mojado y sigo en la cama; hace tres horas que llegué al apartamento. Estoy sola, ¿a dónde habrá ido Niccolò? ¿qué hace afuera? Me pregunto de todo, aunque no me concierne nada, su vida no es mi problema, y en el fondo quiero que sea parte de mí. Sacudo la cabeza, idiota que soy por andar pensando ridiculeces. Si tiene alguna relación, entonces es probable que eso haga estando afuera, pasar tie
M*****a Hipocondría—Niccolò Rossi—...Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia. Me carcome la espera, odio tener que esperar un turno; en mí hay impaciencia y un escabroso nerviosismo que me atrae con la idea de no entrar a esa consulta. Temo que va a pasar lo peor. Ya perdí la cuenta de los intentos, todos resultando en vano. ¿Por qué nadie me cree? Me siento mal, de súbito y de forma extraña ya no tengo estabilidad. «Solo es la hipocondría» me señala la parte estable dentro de mí, y le creo, aunque después cambie de idea.Una bonita mujer se me acerca, trae una sonrisa en el rostro, pero no reparo en el gesto, sino en la carpeta a la que se abraza. ¿Será mi historial médico? —Niccolò Rossi, ¿cierto? Me levanto y asiento antes de tender una mano. Nunca la había visto por aquí, ¿es qué Nella renunció? Tampoco le presto mucha atención al asunto del cambio. Pero la anterior asistente me parecía más simpática. —Sí, tengo una c-cita con... —Lo sé, la doctora Zelinda Milman lo es
—Quince años, ahora tengo veintiuno, ya lo sabe. Mammà me llevó a una consulta, yo no lo acepté, pensé que mi propia familia no me comprendía lo suficiente. Lo que me ocurría siempre fue interpretado como algo imaginario, recuerdo que fui solo a emergencias, el corazón me latía muy veloz, había corrido tan rápido de casa al centro de salud que no podía respirar. Pero un médico me atendió y dijo que no tenía nada, que debía recuperar la calma. Volví a casa insatisfecho, seguro de que ese hombre no sabía una m****a de medicina, entonces le pedí a mammà que me llevara a ver un especialista, que yo de verdad tenía un dolor terrible en el pecho. Algo andaba mal con mi corazón y si tomaba en cuenta a mi papà... podía tener una enfermedad cardíaca.Dejo de hablar, me sigue afectando demasiado parlar sobre ese asunto. —Lo siento. La pérdida de una persona siempre deja un vacío inconmensurable, mitigar el dolor es un reto, pero recordarlos y llevarlos siempre en nuestro corazón tiene un efecto