El Grito En Su Mirada...Lo recibo con un fuerte abrazo, huele muy bien, además se ha puesto su mejor traje, no podría estar más guapo. Beso su mejilla, le doy otro abrazo más corto, ya está Niccolò aquí. —Padre, él es Niccolò —se lo presento y miro al mencionado —. Mi padre, Christian Briscoe. Ambos se dan la mano.—Señor Briscoe, un placer conocerle. —Puedo decir lo mismo, Niccolò, me ha hablado muy bien mi hija de ti, solo dime Christian —le dice, amigable. Nicco asiente y sonríe antes de apremiar que vayamos adentro. Mi progenitor se queda atrás, a mi lado, va mirando todo muy curioso. Por supuesto queda anonadado al fijarse en un cuadro. No admira tanto el arte como yo, pero le gusta. —¿De verdad? —Sí —confirmo bajito —. ¿Sabes qué? Niccolò es nieto de Rossi, de Guido Rossi. ¿Puedes creerlo? Abre los ojos de par en par. —Eso sí que no me lo esperaba. —Pero no lo menciones, por lo que sé, no tienen una buena relación —declaro y asiente con la cabeza. —¿Ha pasado algo? —
Atrapada...No sé nada de Ruby, me parece raro que no me llame ni escriba siquiera un texto. Ahora que no debo hacer nada y estoy en mi habitación, le marco, me envía al buzón. Dejo un breve mensaje de voz. Me desinflo sobre la cama. Este sábado tiene buena pinta, quizá salga por ahí. Quedaría con Ruby si me atendiera el móvil. Esperaré alguna señal de su parte. Me acaricio el abdomen, tengo hambre. Ojalá y Niccolò me haya preparado algo, pero si no, desayuno cereal. Nada, todo está desolado, lo busco y no lo encuentro. Finalmente acabo en la cocina, mi atención se dirige a ese frasco sobre la isla, miro a todos lados antes de dar otro paso y coger el recipiente. Lo sacudo y sí, en efecto, está lleno. Leo la etiqueta, ahí dice fluoxetina. Quisiera saber para que es la medicación. No creo que me diga sobre esto, es cosa suya, y Niccolò es muy cerrado. Ojalá no fuera tan hermético, sería más fácil conocerle. Incluso así, debo confesar que sé más de él de lo que pude haber imaginado a
Amor...No sé cómo explicarlo, debí ser más cuidadoso, ha sido una mala idea colocar esa foto allí. ¿Por qué no me deshice de eso? Ahora mi mente es un caos, un desastre, no sé qué decirle. Estoy apenado, maledizione. —Clara... —Vale, no haré un drama por esto, es solo una instantánea, ha de ser algo... —suspira y me da el teléfono. —La doctora Milman me pidió una foto de Silver, la saqué cuando lo sostenías y la conservé —confieso, ella sonríe. —No has hecho nada malo, además, yo también lo hice, o sea, sacarle una foto a Silver, sí, al gato —dice, parece nerviosa. Solo entonces recuerdo que ella me tomó una foto, pero me hice el dormido, sé que la luz venía del flash de su móvil que olvidó quitar. Tengo curiosidad de lo que hará con una foto mía. Creo que estamos a mano. —Está bien, puedes quedartela —le entrego la instantánea, se rehúsa a aceptarla. —No, es tuya. —¿Segura, no la quieres? —No —se vuelve a sentar y resopla. —Bene. —Has dicho que te la pidió una doctora,
Somos IndeleblesYa oscureció, es emocionante e increíble como el cielo deja avistar sus estrellas. Estoy segura de que sin las luces de la ciudad, se podría apreciar mejor. Aún así, es un panorama tachonado que me encanta. Ha sido una idea estupenda acostarnos sobre una enorme manta, rodeados de cojines. Mi pelo se mueve ligeramente con el viento, pero no importa, es una caricia más, una inspiración que insta a dar pinceladas. Eso viene a mi mente, me veo sentada aquí, con el atardecer acentuado en el cielo, un taburete, las ganas de plasmar y yo. Es lo único que necesito. Tal vez se lo pida a Nicco, no creo que tenga problema en permitirlo. Me gusta la terraza, el tamaño, la ubicación y esa sensación agradable que me acoge en brazos. Pero no es suficiente para armarme de valor. Es imposible que lo suelte. A cada instante va y viene el impulso de contarle a Niccolò lo que siento, me gana el temor, prefiero callar. —¿Puedo hacerte una pregunta? Ladea la cabeza. Ahora me pierdo m
De CorazónHa caído la noche, se siente diferente a las lunas pasadas, volviendo la creciente felicidad una emoción sin final; le doy otro sorbo a la bebida humeante, sentada en posición de indio sobre el sofá, avistando hacia el ventanal. Estoy viviendo un cuento de hadas, es solo el principio, no dejo de pensar en lo que vendrá, auguro cosas buenas. Intento no reflexionar en la actitud de mamá cuando se entere que tengo una relación con Niccolò. Pero no me importa lo que piense al respecto, yo quiero a Nic, sin interés en medio. Es amor real y sincero, conceptos que ella no entenderá. —La cena está lista —da el aviso, apareciendo en el living. —Huele muy bien —lo acompaño a la cocina, me acomodo en un taburete, él a mi par. —Maccheroni alla molisana, ¿lo habías probado? —¿Es macarrón? —inquiero curiosa. —Sí. —Pero no lo he visto así, se ve apetecible y huele muy bien. —Mangia un po' Nos quedamos un poco más, después de comer, sumidos en una plática distendida, es agradable
—Ruby, debes calmarte, por favor. —No, no puedo, mis padres lo saben, no quieren verme, me han pedido que deje la casa, y no sé a dónde iré. La escucho desesperada, llora fuerte, apenas logro entenderla. —Lo siento mucho, ¿has hablado con Di Martino? Él debe darte una solución, Ruby. —Está en Las Maldivas, con su esposa y su hija, no he podido comunicarme con él —expresa exasperada. —Respira profundo, vamos, quisiera estar allí contigo, ahora estoy comiendo y debo marcharme a la universidad. No puedo faltar —inspiro hondo. —No, yo sé que tienes una vida y responsabilidades, debo buscar una solución, es mi problema, lo sé. —¿Tienes dinero? Puedo darte para que vayas a un hotel o... —Te lo agradecería, prometo devolverte cada centavo. Ahora mismo no tengo el dinero a la mano, pero ya resolveré, necesito ayudarle. —No, déjalo, ahora mismo te transfiero el dinero. En la tarde podemos quedar, así no estás sola. Y sé que necesitas ahora más que nunca platicar con alguien. Me duel
El Problema De RubyLa habitación es bonita, adecuada, no tengo nada que objetar. Ruby se queda en la cama, yo me encargo de desempacar sus cosas. A cada rato volteo con dirección a ella, está hecha ovillo, con los ojos fijos en alguna parte, pero sé que su mente deambula por ahí. Me da tristeza mirarla así, ella siempre ha sido animada y risueña. Pero ahora es lo opuesto, desanimada y extraviada. Hay un pequeño armario, cajones y compartimientos. Soy un poco más ordenada que antes, supongo que al final sigo el consejo de Nic. En un santiamén ya he acabado de dejar todo en regla. A sus pies me siento, un poco agotada. Ella me mira y le sonrío, acaricio su pierna.—¿Todo bien con el embarazo? No me has hablado de eso, ¿el bebé está bien? —Mejor que yo —resopla —. Todo avanza sin alguna anomalía. Aunque mi vida en sí, es un desastre. Debo encontrar un trabajo, tratar de arreglar las cosas, he dejado la universidad, pero no viene al caso. —Podrás continuar luego. —Es que papá cubrí
Celos...—No quiero causar ninguna molestia, he recurrido a Niccolò porque mis padres han bloqueado mis tarjetas y no tengo a dónde ir, así que, le pregunté si podía estar aquí, ¿verdad? —se dirige a él —. È solo questo. También es italiana. Debí suponerlo por el nombre. No puedo creerlo. Se repite la misma historia. Otra más que no sabe dónde alojarse. Suspiro hondo. Le pido paciencia al cielo, dosis de comprensión, aunque sea difícil. —Así es, Clara. Solo se quedará unos días. —Sí —interviene otra vez —. Ni van a notar mi presencia, estoy de paso, Clara. Entonces sus ojos expresivos me atraviesan. Suspiro. Lentamente asiento con la cabeza. —Nic, ¿podrías venir conmigo? —cuestiono y sin rechistar acepta, me sigue hasta el pasillo, lejos de esa tercera metida. —Clara, no estarás celosa, ¿o si? Desliza una sonrisa. —¿Yo celosa? —me apunto y bufo —. No, no se trata de eso, o bueno sí, pero ¿qué clase de chico eres tú, Nic? No sé por qué metes a tu exnovia aquí. Esto no está bi