Torcida Intención...—¿Qué haces? —¿Yo? Nada, ¿por qué dices eso? —con rapidez me guardo el teléfono, espero no haya notado lo que hice. Temo que el nerviosismo me delate. —Vale, sentí algo de luz... Olvídalo —mira hacia el ventanal y arruga el ceño, luego se frota los ojos antes de verme —. Me quedé dormido, perdí la noción del tiempo, ¿cómo te fue en la universidad? —Bien —mi voz tiembla —. Normal, más de lo mismo, iré a cambiarme. Me urge irme de ahí, ya estoy de camino a mi habitación sin permitirle decir una sola palabra. Hice algo tonto, arriesgado y sin sentido. ¿Por qué rayos le tomé una foto a Nicco? ¡Quizá me pilló y se hizo el desentendido! Maldición, mejor no sigo pensando en eso. Tampoco voy a borrar la foto, pensativa y suspirando como tonta, aterrizo la mirada en la fotografía, es idónea para hacer un retrato, la idea me atrapa, me mueve a hacerlo de una vez por todas. Ya creo que estoy loca, esto es solo un impulso al que no debería darle importancia, el problema
Cuelgo, ahora debo buscar qué ponerme. Si Ruby no usara vestiditos escasos de tela, le llamaría para pedirle uno prestado. No es así, por lo que debo coger algo de mi armario. Estamos en plena primavera, aunque el clima ahora es cálido, tiende a descender por las noches, pensando en eso, decido agregar un abrigo ligero a mi outfit. Es un vestido blanco sobre las rodillas con un estampado de rayas verticales beige. Grita simplicidad, lo que no acostumbro a ponerme, pero esta vez me dejo guiar por mi sentido que señala con acierto. A un cuarto para las siete me presento en el living para darle un beso a Silver que está en el regazo de su dueño. Dirige su atención a mí, sin una pizca de discreción, finjo que no surte algún efecto en mí, la realidad está lejos de lo que aparento. Me aclaro la garganta y acaricio la cabeza de mi pequeño amigo peludo. Es inevitable, al elevar los ojos, notar su observación profunda sobre mi cuerpo. Cambia la dirección y sostiene mis orbes. —¿A dónde vas?
Culpando Al CorazónLa lámpara de luz directa incide disipando la oscuridad. Me acorrala la duda, llega pronto el motivo de mi estancia en esa habitación de hospital. ¡Maldito Jarek! Lo odio, lo aborrezco con todo mi ser. Parpadeo con lentitud sobre Niccolò, está encorvado en una silla, apoyando la cabeza al borde de la cama, ahora noto que sostiene mi mano, su tacto tibio me derrite el corazón, que esté aquí, es real. ¡No estoy delirando! Entonces sí ha sido él, que llegó en el momento adecuado. Sigo desorientada, pero el efecto aminoró, supongo que ya ha pasado algo de tiempo. ¿Qué hora es? Ahora mismo no sé dónde está mi teléfono. —Niccolò —susurro tras moverlo un poco. Debo insistir un par de veces más. Es cuestión de segundos para quedarme perpleja. Nicco tiene el labio roto, moretones en barbilla y mejilla. Me preocupa verlo así, más que mi estado. Llevo una mano al contorno, pero me detiene y entrelaza nuestros dedos. —Clara, no es nada, lo importante es que tú estés bien,
—No tengas miedo, estoy aquí, piccolina —repite, recordatorio tranquilizador que encarcela el miedo. El apelativo no lo paso desapercibido, ahora no me animo a preguntar al respecto. Esto me hace tan bien que quiero quedarme así una eternidad. Es increíble todo lo que causa Rossi, un aliciente indescriptible, que se siente en lo más hondo y se queda por siempre el efecto. Cuando se retira nos quedamos viendo a los ojos, vuelvo a ser consciente de los hematomas y su labio roto. —¿Y qué te ha dicho el doctor a ti? —Me atendieron, es solo cuestión de tiempo para que se baje la hinchazón —se encoge de hombros. —Dejame ver. —Que no es nada malo —insiste abriendo la puerta para mí —. Vamos, súbete. No rechisto. ...Estoy cansada, caigo sobre la cama casi dormida, nada que me ronde la cabeza impide que me vaya directo a la inconsciencia. Pero al día siguiente durante el desayuno, ya estoy liada de nuevo. —No vayas a la universidad. —No puedo dejar de ir. Estos días son importantes.
Alas de Mariposa, Alas de Amor...—No ha sido mi día, definitivamente no —resoplo llegando al piso, hablo sola, pero no lo estoy, me callo al ver a Niccolò en el living —. Nicco. —Clara —dice en el mismo tono. Se levanta y viene a mí. —Debo hablar contigo, ¿tienes tiempo? —Sí, ¿qué pasa? Una vez me siento y él a mi lado, le explico. —Papá quiere conocerte, es decir ¿puede venir esta noche y cenar con nosotros? Se frota la nuca, antes de verme otra vez. No estoy segura de su expresión, tal vez ha sido pésima idea comentarle esto. —No hay problema, pero, ¿esta noche? —Si no tienes inconveniente, entonces, ¿por qué no esta noche? Sonríe. —Bene, pero debemos ir a comprar algo, ¿vienes conmigo al mercado? —¡Sí! Gracias, gracias, Gracias, Nicco —y sin pensarlo me tiro a sus brazos, rodeo que él acepta a los pocos segundos. Mi corazón revive, convierte mi interior en dinamitas, es la explosión de emociones que causa Niccolò. Si tan solo lo supiera, no me costaría un mundo respi
El Grito En Su Mirada...Lo recibo con un fuerte abrazo, huele muy bien, además se ha puesto su mejor traje, no podría estar más guapo. Beso su mejilla, le doy otro abrazo más corto, ya está Niccolò aquí. —Padre, él es Niccolò —se lo presento y miro al mencionado —. Mi padre, Christian Briscoe. Ambos se dan la mano.—Señor Briscoe, un placer conocerle. —Puedo decir lo mismo, Niccolò, me ha hablado muy bien mi hija de ti, solo dime Christian —le dice, amigable. Nicco asiente y sonríe antes de apremiar que vayamos adentro. Mi progenitor se queda atrás, a mi lado, va mirando todo muy curioso. Por supuesto queda anonadado al fijarse en un cuadro. No admira tanto el arte como yo, pero le gusta. —¿De verdad? —Sí —confirmo bajito —. ¿Sabes qué? Niccolò es nieto de Rossi, de Guido Rossi. ¿Puedes creerlo? Abre los ojos de par en par. —Eso sí que no me lo esperaba. —Pero no lo menciones, por lo que sé, no tienen una buena relación —declaro y asiente con la cabeza. —¿Ha pasado algo? —
Atrapada...No sé nada de Ruby, me parece raro que no me llame ni escriba siquiera un texto. Ahora que no debo hacer nada y estoy en mi habitación, le marco, me envía al buzón. Dejo un breve mensaje de voz. Me desinflo sobre la cama. Este sábado tiene buena pinta, quizá salga por ahí. Quedaría con Ruby si me atendiera el móvil. Esperaré alguna señal de su parte. Me acaricio el abdomen, tengo hambre. Ojalá y Niccolò me haya preparado algo, pero si no, desayuno cereal. Nada, todo está desolado, lo busco y no lo encuentro. Finalmente acabo en la cocina, mi atención se dirige a ese frasco sobre la isla, miro a todos lados antes de dar otro paso y coger el recipiente. Lo sacudo y sí, en efecto, está lleno. Leo la etiqueta, ahí dice fluoxetina. Quisiera saber para que es la medicación. No creo que me diga sobre esto, es cosa suya, y Niccolò es muy cerrado. Ojalá no fuera tan hermético, sería más fácil conocerle. Incluso así, debo confesar que sé más de él de lo que pude haber imaginado a
Amor...No sé cómo explicarlo, debí ser más cuidadoso, ha sido una mala idea colocar esa foto allí. ¿Por qué no me deshice de eso? Ahora mi mente es un caos, un desastre, no sé qué decirle. Estoy apenado, maledizione. —Clara... —Vale, no haré un drama por esto, es solo una instantánea, ha de ser algo... —suspira y me da el teléfono. —La doctora Milman me pidió una foto de Silver, la saqué cuando lo sostenías y la conservé —confieso, ella sonríe. —No has hecho nada malo, además, yo también lo hice, o sea, sacarle una foto a Silver, sí, al gato —dice, parece nerviosa. Solo entonces recuerdo que ella me tomó una foto, pero me hice el dormido, sé que la luz venía del flash de su móvil que olvidó quitar. Tengo curiosidad de lo que hará con una foto mía. Creo que estamos a mano. —Está bien, puedes quedartela —le entrego la instantánea, se rehúsa a aceptarla. —No, es tuya. —¿Segura, no la quieres? —No —se vuelve a sentar y resopla. —Bene. —Has dicho que te la pidió una doctora,