LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 35. Una conversación familiar.El movimiento fue violento y demasiado corto, detenido a la vez por palabra y acción, porque en el mismo momento en que Franklin Dalton levantó la mano para golpear a su hija, Sebastián lo sujetó con fuerza por la muñeca y el grito de la abuela Constance se escuchó desde el portal de la casona.—¡Franklin! ¡¿Qué demonios estás haciendo?! —gritó furiosa porque había llegado justo a tiempo para ver aquella escena, y su hijo la miró con ojos desorbitados, como si no pudiera creer la estupidez que su madre estaba haciendo.Arrancó furiosamente su mano del agarre de Sebastián, que ya había dejado de ser sarcástico para convertirse en un pedazo de piedra, como si solo fuera un muro que protegía a Michelle.—¿Y tú como permitiste esto, mamá? ¿Cómo se te ocurrió dejar que Michelle viniera a refugiarse aquí después de incumplir con sus obligaciones?! —espetó y la señora Constance lo miró de arriba a abajo como si estuviera lista para
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 36. Un nuevo herederoNo quería sentirse así. Sebastián juraba que no quería sentirse así. Y aquello no tenía nada que ver con la autoestima o con el hecho de que el condenado tipo pareciera una versión sexi del Yeti; sino con que lo reconocía, con que sabía que había estado en la hacienda y que había hablado con ella, y que no había ningún maldito motivo para que volvieran a reunirse de nuevo, mucho menos a solas.—¡Me dijiste que ibas a ir al hospital! ¿Qué estabas haciendo con este hombre? —le reclamó en voz tan baja y feroz que Michelle solo pudo girar en la cabeza despacio, casi en cámara lenta, con incredulidad, mirándolo azorada como si no pudiera creer que le estuviera haciendo aquella pregunta.—¿Disculpa? —siseó entre dientes viéndolo a los ojos—. Sí fui al hospital, y lo que hacía o no hacía con él te lo explico en privado, porque eso es un asunto personal.Michelle sentía que la impotencia le vibraba dentro, porque su abuela la miraba con incom
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 37. Una mujer derecha Sebastián no lo sabía, pero Michelle Dalton herida, era peor que un jabalí acorralado. Y en aquel momento lo estaba, esta herida por demasiadas cosas, comenzando por la desconfianza de Sebastián, por más contradictorio de aquello pudiera parecer. Era muy consciente de cuánto le había mentido desde que lo había recogido en aquella carretera, pero eso era muy diferente a que él creyera que ella era capaz de ponerle los cuernos con otro hombre. Porque para bien o para mal, equivocada o no, Michelle se había lanzado de cabeza y corazón a aquel matrimonio falso desde el minuto uno. —Dime una cosa —siseó levantando la barbilla para mirar a Sebastián a los ojos—. ¿Por alguna extraña y terrible casualidad de la vida estás insinuando pude encontrarme con ese hombre por alguna razón inadecuada? Sebastián apretó los labios porque jamás la había visto tan furiosa, pero no podía evitar aquel cosquilleo lleno de celos, producto de una insegurid
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 38. Un caballo sin jineteSebastian apretó los labios con un gesto de frustración mientras escuchaba aquello. Sabía que Emperador estaba muy bien entrenado, pero seguía siendo un purasangre rebelde al que no le gustaría que una mujer furiosa lo gobernara, y sobraba decir que Michelle estaba furiosa.Lo peor de todo, quizás, era que no podía quejarse de eso, porque si su esposa estaba que echaba fuego por los ojos, estaba claro que él era una de las causas, si no la principal.Subió a la camioneta de inmediato y se dirigió a la salida trasera, hacia el camino que iba a la cabaña, pero antes de hacer aquel giro no le pasaron desapercibidas aquellas dos figuras que discutían a la vuelta de uno de los muros.—¡Me diste tu palabra, Franklin! —gruñía Walter Hughes—. ¡Tú y yo hicimos un acuerdo y yo cumplí mi parte!—¡Lo sé, lo sé, pero Michelle se casó con otro! ¿¡Qué quieres que haga!? ¿¡Dejarla viuda?! —espetó el señor Dalton y Sebastian frunció el ceño porque
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 39. ¿Es una posibilidad?Jamás en su vida, o al menos en la poca que recordaba, Sebastian había imaginado que sentiría una desesperación semejante.Las partidas de hombres a caballo habían salido no solo hacia aquel bosquecillo de pinos, si no a peinar absolutamente toda la hacienda, porque por más que buscaron en los alrededores de donde había encontrado a Emperador, no habían podido hallar a Michelle por ninguna parte.En cierto punto su frustración fue tanta que comenzó a gritar, y de allí en adelante la llamaron a voces como si fuera una niña perdida.—¡Maldición! ¿Dónde está, dónde está? —murmuró con el corazón encogido porque en aquel momento comenzó a imaginarse toda clase de trágicas hipótesis, comenzando por el hecho de que alguien hubiera podido llevársela.Un escalofrío le recorría la piel al recordar que -por más celoso que hubiera estado-, había sido imposible no notar que la obsesión de Hughes por Michelle rayaba en lo malsano.Para cuando el
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 40. Un hombre celosoSebastián juraba que jamás iba a temblar por nadie en su vida, sin embargo entrar a aquella habitación y ver cómo Michelle intentaba mantenerse tranquila a pesar de que acababan de reacomodarle los huesos del pie, hizo que algo dentro de él se estrujara.La quería, eso era innegable, y para acabar de rematar sabía que se había equivocado terriblemente con ella.La abuela Constance le hizo una mueca de compasión cuando lo vio entrar, y palmeó su hombro antes de decirle que se iría a casa.—Ella va a quedarse aquí el resto de la noche y estoy bastante segura de que a ti tampoco habrá quien te mueva —suspiró la abuela—. El médico dio los resultados preliminares y dijo que va a estar bien, Emperador no le dejó nada peor que unos cuantos raspones, así que con suerte mañana temprano la tendremos en casa.—Está bien, abuela, vaya a descansar. —Sebastián le hizo un gesto de confirmación con la cabeza porque al menos en eso estaban en la misma
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 51. Un intento de asesinato Tenía el sueño tan incómodo y ligero, que Michelle no tardó absolutamente nada en despertar cuando escuchó aquellos ruidos. El sonido inconfundible de un cuerpo cayendo al suelo, y encima seguido por todos aquellos gritos, fueron suficientes para lanzarse de la cama sin recordar siquiera no estaba ni como para apoyar los pies. Ahogó un gruñido de dolor en el mismo momento que aquella punzada le atravesó literalmente hasta la cadera, pero eso no evitó que saltara sobre su pie sano, desesperada, hasta que alcanzó la puerta de la habitación para mirar afuera. No podía llegar sola, estaba demasiado lejos, pero alcanzó lo primero que tenía a mano, que era un viejo jarrón, y lo lanzó con fuerza a unos metros de Sebastián. —¡Príncipe! —gritó al mismo tiempo que aquel estruendo de porcelana rompiéndose hacía que Sebastián se incorporara, sudando y jadeando mientras se tocaba desesperado los costados para asegurarse de que no estaban
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 52. Un motivo Su boca era suave y deliciosa, lo más suave y delicioso que Sebastián había probado en su vida, y ya no podía negar que el simple hecho de besarla le ponía los pies por las nubes. Apartó despacio la tela suave del pijama y su boca hizo un camino desde su garganta hasta sus pechos. Rodeó uno de los pezones con los labios y chupó tratando de aguantarse la sonrisa, porque sabía exactamente lo que iba a provocarle. Disfrutó de aquel gemido bajo, y de la forma en que el cuerpo de Michelle se arqueaba hacia atrás, ofreciéndose inconscientemente, porque ella también adoraba sus besos. Sebastián cerró los ojos mientras sus manos terminaban de recorrerla, centímetro a centímetro, caricia a caricia, despojándola de la poca ropa que llevaba y sacándole las bragas con el gesto más sensual y delicado del mundo. —Te voy a hacer esto muy despacito, loquita, te lo voy a hacer tan despacio que solo vas a protestar por más... Pero te vas a portar bien y lo