Rafael: Al salir de la casa, abrí la puerta del pasajero de mi Grand Cherokee y ayudé a entrar a Sofía, quien ya no se mostraba tan arisca conmigo. Como observé un gesto de ella, que evidenciaba que sentía frío, me quité la chaqueta y se la coloqué en sus hombros. Al montarme en la camioneta, le expliqué que iríamos primero a un hangar, en donde estaba un jet esperándonos para trasladarnos a la hacienda. Igualmente, le conté que ahí se encontraba su madre Estefanía y sus trillizos. —¿Tengo tres hijos? —cuestionó ella algo incrédula. —Sí, tres preciosos niños que también son míos —confesé. —¿Tú eres mi esposo? —consultó ella, volteando su rostro para mirarme de frente. —¡No! —Respondí, con sinceridad— soy tu novio, vamos comenzando una relación. —¡Entonces…! ¿Cómo eres el padre de mis niños? —inquirió ella, con una mirada curiosa. —¡Es algo largo y complicado de explicar! Te prometo que en otro momento, te aclaro todas tus dudas. Ahora relájate y confía que en pocos minutos esta
Rafael: Con las primeras luces que son visibles antes de la salida del sol, mi jet inicia su aterrizaje en la pista de la Hacienda Los Rincones. Sofía, un poco temerosa, pero intranquila, bajó las escalerillas, a mi lado acercándose más a mí. —¿Cómo te sientes? —pregunté al percibir que estaba temblando. Me acerqué, le tomé la mano y la abracé para que se calmara y se sintiera más segura. —Tengo un susto, me siento extraña, no recuerdo nada, mi mente está en blanco y por más que quiero recordar no puedo —declaró ella con tristeza y dejando correr unas lágrimas. —¡Ya mi amor! —Le animé, tratando de que ella controlara el fuerte temblor que sentía en su cuerpo, como las lágrimas— ¡Vamos al encuentro con tu madre y tus hijos, quienes te esperan en la hacienda! —¡Vamos! —respondió ella tomando mi mano, dejándose llevar tranquilamente hacia mi otra camioneta, en la cual nos esperaba el chófer. Tenía la ilusión que cuando viera a Estefanía o a los trillizos, recobre su memoria. Al lle
Rafael: —¡Bueno… eh, eh, sí, si son primos, porque me voy a casar con su mamá! —contesté sin poder explicar más, puesto que le aseguré a Estefanía, que esperaría a Sofía para hablar de esto, con mis trillizos. Así, entre pregunta y respuesta, caminata y recorrido viendo a los nuevos caballos listos para la venta y su traslado a oriente, se pasó parte del día y distraje totalmente a los niños. Por esta razón, estuve muy poco tiempo con Sofía. Ocultándose nuevamente el sol y surgiendo la luz de las estrellas junto a una luna que se dejaba ver muy inmensa, salí a la terraza de la parte alta de la casa, en donde ordené servir la cena para todos. Sin saber qué hacer, para ayudar a que Sofía supere esta situación, decidí llamar nuevamente al jefe del grupo, quien se había encargado del médico. Este, me informó al mediodía, que habían comenzado las averiguaciones relacionadas con todo lo que él declaró, que por la noche me tendría más noticias. Durante el día, todos dejaron tranquila a S
El Narrador: —¿Cómo así? ¿Cómo que tus trillizos? —cuestionó Diana, escuchando solo el sonido que emite el celular al ser trancada la llamada. Diana marcó de nuevo el número celular de su tía, no obstante, no respondió e igual ocurrió cuando llamó a su hermano. «¡No entiendo! Rafael tiene trillizos, y no me había dicho nada. ¡No lo puedo creer!», pensó ella, caminando de nuevo hacia la habitación de su madre. En la hacienda, Rafael: Después de hablar con mi hermana, entregué el celular a tía, quien me miraba asombrado, pues a pesar de que sospechaba que los trillizos eran mis hijos, aún no le he confirmado esta verdad. —¿Cuándo me piensas aclarar lo de los trillizos? —preguntó tía, con una mirada profunda. —¡Ya sabes, esa respuesta! Lo confirmé el mismo día que tú. Para mí, fue una gran sorpresa ver en sus pechos mi marca de nacimiento. No obstante, de la conversación con Estefanía y Sheyli comprobé que si son mis hijos —afirmé orgulloso. —¡No entiendo! —Exclamó tía— Cuando te
Al día siguiente en la Clínica, el narrador: Diana, al salir del baño de la habitación que ocupaba junto a su madre, encontró a Mirelys muy cerca de ella. Estás, al parecer, hablaban en voz baja, por temor a ser escuchadas, lo cual despertó de nuevo la suspicacia, en cuanto a lo que buscaba con Camila. —¿Qué dijo mi hijo? Aún no me has comentado ¿qué hablaste anoche con Rafael? —preguntó Camila con una sonrisa, confiada que su hijo, preocupado por ella, aceptaría su capricho. —¡Que Mirelys no pisa más su hacienda! —contestó Diana, mirando a su madre— Así que si deseas estar en la hacienda será sin ella —al decir esto, la señaló con su dedo índice mirando con aversión. —¡Esa también es mi hacienda! —gritó su madre con enojo. —¿Si sabes, que eso no es así? —cuestionó Diana, arqueando una de sus cejas y mirando de reojo a su madre. »Me pidió que te contratara una enfermera, que te lleve para la mansión cuando te den de alta. Para que así estés, con quién tú quieras —alegó Diana, sos
En Isla Paraíso, el Narrador: A partir de ese momento, José David Medina, se empeñó en conquistar a Shayla Núñez. Porque de alguna manera Sofía le pagará todo desplante, insolencia y falta de respeto, que había cometido en contra de él. Además, que era la responsable de lo que padecía su hermana. Esa misma noche, Shayla aceptó la invitación a cenar de este, quien se comportó como un verdadero caballero con ella, la hizo sentir como una reina. Al llevarla de regreso a la mansión, se bajó y la acompañó hasta la entrada, en donde le robó un beso. Esta respondió al mismo, porque desde que vio por primera vez a José David, se sintió atraída por él. Lo que más le llamaba la atención era esa personalidad tan arrogante, decidida y autoritaria que él demostraba. Esa noche, Shayla casi no pudo conciliar el sueño, porque el hombre que le movía el piso, a pesar de ser el enemigo de su mejor amiga, la trató como una reina. Ella sentía que estaba traicionando a su amiga. «José David, no parece
En Isla Paraíso, el Narrador: Fue así como José David, la hizo suya, besando, acariciando y descubriendo la intimidad de esta, pero pensando en Sofía. Esa era su obsesión, desde que tiene uso de razón. De ahí, todo lo que ha hecho en contra de ella, al sentirse despreciado. Ella, lo acariciaba extasiada de ver que por fin estaba obteniendo lo que por tanto tiempo deseó. Las manos de él recorrían su cuerpo, por un momento estaban en su espalda, en otros apretando sus redondos pechos y otros en su entrepierna. —Hazme el amor, José David —susurraba ella, embriagada totalmente de deseo y pasión por él. —En eso estoy —contestó él, con su voz ronca y varonil. Este bebió del elixir de Shayla, entró en su intimidad, midiendo la cavidad y capacidad de ella para recibirlo, con una dura, grande y fuerte estocada la penetró, abriendo con rudeza el canal vaginal. —¡José David! —Gritó Shayla— me dolió —agregó ella, tensando su cuerpo ante esta arremetida salvaje de él, quien sin control de sus
En Isla Paraíso, el Narrador: Shayla despertó y se estiró en la cama tropezando con un cuerpo. Al abrir los ojos, recordó lo que había hecho la noche anterior, comenzando de esta forma, el remordimiento de consciencia. Ella, sabe que no debió incurrir en esto, pero ya era tarde. Está, mirando a José David a su lado, sabe que ni siquiera tiene como excusa, el hecho de haberse pasado de tragos, puesto que bebió muy poco. Él, se despertó en ese mismo momento y previendo que se estaba arrepintiendo, se acercó y le besó. Este, la atrajo hacia su cuerpo y sin dar tregua a que se moviera, se apoderó de sus labios nuevamente, despertando en ella el deseo y la pasión por él. José David inició, como la noche anterior, un recorrido con sus manos por la anatomía de Shayla. —¡José David! ¡José! ¡Mi amor! —Rogó ella, tratando de controlar sus emociones— Debo ir a la casa a cambiarme porque hoy, en la Naviera hay una junta importante y no puedo faltar —expresó esta. —¿Para qué es la junta? No cr