En Isla Paraíso, el Narrador: Shayla despertó y se estiró en la cama tropezando con un cuerpo. Al abrir los ojos, recordó lo que había hecho la noche anterior, comenzando de esta forma, el remordimiento de consciencia. Ella, sabe que no debió incurrir en esto, pero ya era tarde. Está, mirando a José David a su lado, sabe que ni siquiera tiene como excusa, el hecho de haberse pasado de tragos, puesto que bebió muy poco. Él, se despertó en ese mismo momento y previendo que se estaba arrepintiendo, se acercó y le besó. Este, la atrajo hacia su cuerpo y sin dar tregua a que se moviera, se apoderó de sus labios nuevamente, despertando en ella el deseo y la pasión por él. José David inició, como la noche anterior, un recorrido con sus manos por la anatomía de Shayla. —¡José David! ¡José! ¡Mi amor! —Rogó ella, tratando de controlar sus emociones— Debo ir a la casa a cambiarme porque hoy, en la Naviera hay una junta importante y no puedo faltar —expresó esta. —¿Para qué es la junta? No cr
En la hacienda Los Rincones, el Narrador: —Ahora comprendo, el apuro y la urgencia de Mirelys para conquistar a Rafael. Y su afán por quedarse en la hacienda aun contra la voluntad de este. Seguro busca cualquier oportunidad de meterse en su cama —razonó Diana. —¡Para esa declaratoria de quiebra, debieron pasar por un período de atraso! —Aclaró Anastasia— Pero, por lo visto, no pudieron superarlo —agregó ella— Debemos apoyar totalmente esta relación de Rafael con Sofía y más cuando es la madre de sus hijos. —¡Estoy totalmente de acuerdo contigo, tía! —Declaró Diana— ¡Hay algo que me preocupa! ¿Te imaginas a mamá cuando se entere de que los trillizos son hijos de Rafael? —no desearía estar en los zapatos de mi hermano, ni en los de Sofía. —¡Eso también me preocupa! Porque ella se ha dejado manipular totalmente por Mirelys y le hará la vida imposible a Sofía —confirmó Anastasia. —¡Bueno, veremos qué pasa! Por ahora, vamos a evitar que Mirelys tenga acceso a ella, mientras dure este
Rafael: —¡Bueno! Ya lo sabes, solo es cuestión de que me informes. En ese sentido, si estoy dispuesto a complacerte —declaré, saliendo de la habitación, encontrándome afuera con mis trillizos y Sofía. —¡Vamos mi amor! Con mi madre, no se puede hablar —subimos todos al área de la terraza. Una vez ahí, le pedí a Diana se llevará a los niños, mientras aclararé con Sofía mi vínculo con los trillizos y le pediré, que se case conmigo. Una vez en la terraza, me senté a un lado de ella, en torno a una mesa que estaba ubicada ahí. Cuando comencé a explicar a Sofía lo que había hecho ese 25 de marzo de hace cuatro años, ella se sobresaltó, específicamente, cuando mencioné la disco de Martín. Luego, continúe con el resto de la historia. Al referir, el momento que golpearon la puerta y que cuando la abrí había una joven tirada en el piso, con el rostro golpeado y lleno de sangre, ella se levantó y gritó… —¡Eras tú! ¡Eras tú! Debí saberlo, tu parecido con mis hijos es extraordinario ¿Por qué m
Rafael: —¡Debiste analizar, que cuando una mujer ha parido, su cuerpo ya no es el mismo! —aclaró ella, sin moverse del punto exacto donde le había bajado. —¡Sí, pero no lo hice! Además, no tenía recuerdos exactos, nítidos de ti —confesé con sinceridad— Aunque al principio lo sospeché, después de escucharte, al hablar con Martín Elías, lo descarté. »Cada vez que intentaba recordar, había como neblina y tu rostro lo recordaba inflamado, un poco desfigurado, por el golpe que te dio el delincuente ese —añadí, terminando de quitar los pantalones de ella, dejándola en ropa interior, con lo cual admiré su bello cuerpo. —¡Sofía, mi amor eres hermosa! Me vuelves loco —exclamé admirado. —¿Así es como vamos a solucionar nuestros conflictos? —preguntó ella sería. Mientras, yo estaba absorto en la contemplación de su cuerpo. «Es una mujer diez. Sus pechos erguidos, de buen tamaño, muy pegaditos, como gemelos. Su pequeña y delgada cintura no evidencia su condición de madre y menos de tres niño
Rafael: —¡Dime que sí, mi amor! No quiero volver a vivir una situación como esta que recién acabamos de pasar —afirmé. —¡Rafael! ¿No te parece que hay cosas que debemos aclarar primero en nuestras vidas, antes de dar este paso tan fundamental? —objetó ella, con una sonrisa, mirando la joya. —¿Cómo cuáles? —Cuestioné— La principal y crucial era la de nuestros hijos y ya lo hicimos. Este matrimonio debió celebrarse unos años atrás —declaré, levantándome y colocando el anillo en su dedo anular de la mano izquierda. —¡Rafael! No sé qué decir, estoy un poco aturdida, con tantas emociones para un solo día —manifestó ella, con una voz dulce y melódica, pasando sus brazos por mi cuello. —¡Sofía, estoy loco por explicar a mis hijos que soy su verdadero padre! Y no, alguien con quien ellos hablaron, para pedirle que lo sea —conté, con una amplia sonrisa que evidenciaba mi felicidad. —¿Cómo así? ¿Ellos te habían pedido que fueras su padre? —Preguntó ella, asombrada y admirada— ¡Ah, traidore
En la Hacienda, el Narrador: Mirelys, burlando totalmente la seguridad y vigilancia de la hacienda, logró hablar con María, quien a pesar de la situación vivida anteriormente, de nuevo le ayudó. Por esta razón, ella entró a la habitación donde se encontraba Camila. Cuando esta la vio, se emocionó toda, por lo que Mirelys le suplicó que no hiciera escándalo. Debido a que nadie podía enterarse de su presencia ahí. Obviamente, la enfermera la vio, pero ignorando lo que había ocurrido, no hizo ningún comentario. —¿Cómo te sientes? Me dolió mucho que no me avisaras que te traerían para acá —reprochó Mirelys, observando que Camila, se veía mejor, que cuando estaba en la Clínica. —¡No te pude avisar porque Diana me trajo a escondidas! Ni yo sabía adónde me llevaría. Me sacaron en una ambulancia, me quedé dormida y me desperté, cuando me sacaban del jet, en la pista de aterrizaje de aquí de la hacienda. »Y en cuanto a cómo me siento, a pesar de estar como presa en mi propia casa, me sien
Rafael: Al asegurarme que fueran llevadas a la Ciudad, hablé con mi hermana y tía Anastasia, para que sirvieran el almuerzo en el comedor principal, porque había mucho que celebrar. Luego, subí a mi habitación, me bañé, bajé vestido con ropa casual, para anunciar las buenas nuevas. Reunidos todos, en torno al inmenso comedor, tomando a Sofía de la mano, les informé que haría tres anuncios: —¡Familia! Deseo comunicarles, que mi Sofía, ha recuperado la memoria, gracias a Dios —agradecí y se escuchó un aplauso de parte de todos. Mientras ella, ayudaba a Rafael Enrique a comer la merluza, que habían servido como plato principal. —¡Dios mio, gracias! —oró Estefanía, abrazando a su hija. Mientras sus trillizos y los gemelos nos miraban sin comprender lo que pasaba. —¡Sí, madre! Gracias a Dios —expresó ella, con una sonrisa, contemplando de nuevo a sus hijos. —¡Excelente! Sofía, me alegro mucho por ti —brindó tía Anastasia. Ella elevó su copa en señal de brindis, se levantó de su silla
Rafael: Todos listo, para escuchar el tercer aviso que debía hacer, subimos a la terraza después de degustar tan sabroso postre. Al llegar ahí, tomé a cada uno de mis hijos y los senté, en el amplio sofá, junto a su madre, mientras tía y Estefanía estaban sentadas de frente a ellos. —¡Mis hijos, hay algo que debo confesarles! —comencé a explicar, acuclillándome para estar a la altura de ellos, apoyando una de mis manos, en las piernas de Sofía. —¡Mi amor, si te cuesta mucho! Lo puedo aclarar yo —me sugirió Sofía, mirándome a los ojos, también preocupada. —¡Como quieras, vida! —respondí, puesto que no era fácil para mí dar esta explicación, a pesar de que estaba seguro de que con ellos no tendría problemas. —¡Je, je, je! —Sonrió Estefanía— Voy a tomar la palabra —aclaró ella. »¡¡Mis nietos hermosos!! ¿Saben que sin querer ustedes encontraron a su verdadero papá, cuando hablaron la primera vez con Rafael? —cuestionó ella, con la mirada fija en mis hijos y observando el rostro de d