Rafael: —¡Dime que sí, mi amor! No quiero volver a vivir una situación como esta que recién acabamos de pasar —afirmé. —¡Rafael! ¿No te parece que hay cosas que debemos aclarar primero en nuestras vidas, antes de dar este paso tan fundamental? —objetó ella, con una sonrisa, mirando la joya. —¿Cómo cuáles? —Cuestioné— La principal y crucial era la de nuestros hijos y ya lo hicimos. Este matrimonio debió celebrarse unos años atrás —declaré, levantándome y colocando el anillo en su dedo anular de la mano izquierda. —¡Rafael! No sé qué decir, estoy un poco aturdida, con tantas emociones para un solo día —manifestó ella, con una voz dulce y melódica, pasando sus brazos por mi cuello. —¡Sofía, estoy loco por explicar a mis hijos que soy su verdadero padre! Y no, alguien con quien ellos hablaron, para pedirle que lo sea —conté, con una amplia sonrisa que evidenciaba mi felicidad. —¿Cómo así? ¿Ellos te habían pedido que fueras su padre? —Preguntó ella, asombrada y admirada— ¡Ah, traidore
En la Hacienda, el Narrador: Mirelys, burlando totalmente la seguridad y vigilancia de la hacienda, logró hablar con María, quien a pesar de la situación vivida anteriormente, de nuevo le ayudó. Por esta razón, ella entró a la habitación donde se encontraba Camila. Cuando esta la vio, se emocionó toda, por lo que Mirelys le suplicó que no hiciera escándalo. Debido a que nadie podía enterarse de su presencia ahí. Obviamente, la enfermera la vio, pero ignorando lo que había ocurrido, no hizo ningún comentario. —¿Cómo te sientes? Me dolió mucho que no me avisaras que te traerían para acá —reprochó Mirelys, observando que Camila, se veía mejor, que cuando estaba en la Clínica. —¡No te pude avisar porque Diana me trajo a escondidas! Ni yo sabía adónde me llevaría. Me sacaron en una ambulancia, me quedé dormida y me desperté, cuando me sacaban del jet, en la pista de aterrizaje de aquí de la hacienda. »Y en cuanto a cómo me siento, a pesar de estar como presa en mi propia casa, me sien
Rafael: Al asegurarme que fueran llevadas a la Ciudad, hablé con mi hermana y tía Anastasia, para que sirvieran el almuerzo en el comedor principal, porque había mucho que celebrar. Luego, subí a mi habitación, me bañé, bajé vestido con ropa casual, para anunciar las buenas nuevas. Reunidos todos, en torno al inmenso comedor, tomando a Sofía de la mano, les informé que haría tres anuncios: —¡Familia! Deseo comunicarles, que mi Sofía, ha recuperado la memoria, gracias a Dios —agradecí y se escuchó un aplauso de parte de todos. Mientras ella, ayudaba a Rafael Enrique a comer la merluza, que habían servido como plato principal. —¡Dios mio, gracias! —oró Estefanía, abrazando a su hija. Mientras sus trillizos y los gemelos nos miraban sin comprender lo que pasaba. —¡Sí, madre! Gracias a Dios —expresó ella, con una sonrisa, contemplando de nuevo a sus hijos. —¡Excelente! Sofía, me alegro mucho por ti —brindó tía Anastasia. Ella elevó su copa en señal de brindis, se levantó de su silla
Rafael: Todos listo, para escuchar el tercer aviso que debía hacer, subimos a la terraza después de degustar tan sabroso postre. Al llegar ahí, tomé a cada uno de mis hijos y los senté, en el amplio sofá, junto a su madre, mientras tía y Estefanía estaban sentadas de frente a ellos. —¡Mis hijos, hay algo que debo confesarles! —comencé a explicar, acuclillándome para estar a la altura de ellos, apoyando una de mis manos, en las piernas de Sofía. —¡Mi amor, si te cuesta mucho! Lo puedo aclarar yo —me sugirió Sofía, mirándome a los ojos, también preocupada. —¡Como quieras, vida! —respondí, puesto que no era fácil para mí dar esta explicación, a pesar de que estaba seguro de que con ellos no tendría problemas. —¡Je, je, je! —Sonrió Estefanía— Voy a tomar la palabra —aclaró ella. »¡¡Mis nietos hermosos!! ¿Saben que sin querer ustedes encontraron a su verdadero papá, cuando hablaron la primera vez con Rafael? —cuestionó ella, con la mirada fija en mis hijos y observando el rostro de d
El Narrador: Benjamín alarmado de tener que enfrentar problemas legales en otros países por culpa de esas actividades ilícitas de José David, las cuales hasta ahora no han podido comprobar, le solicitó ayuda a Estefanía. —Por eso, estoy asombrado y necesito que saques de aquí a Shayla y me envíes a Sheyli. Además, que ni siquiera está cumpliendo con su jornada de trabajo —informó este. —¡Dios mio! Se está aprovechando totalmente de ella, para perjudicar la naviera —dedujo Estefanía. —¡Tú me conoces y sabes, que no soy persona de chisme! Sin embargo, tengo a alguien vigilándola y te puedo asegurar que está con él y se queda a dormir en su mansión —confirmó Benjamín enojado— Estoy trabajando el doble. —Me hubieses avisado antes —anunció Estefanía— Me inquieta que una persona sin escrúpulos como él, se aproveche de la inexperiencia de ella y la haga sufrir —consideró esta. —Yo le advertí y le aconsejé que se cuidara de él, porque me di cuenta de que la estaba rondando. Este buscaba
En Ciudad La Rosa, el Narrador: La fiscalía, después de las declaraciones hechas por la misma Sofía, llevó a cabo nuevos allanamientos, especialmente en la mansión de Reyner Medina, en Ciudad La Rosa. Ellos encontraron nuevas evidencias en contra de Yoly. En la habitación de ella, en la mansión, escondidas en una bolsa, en la parte alta de su closet, encontraron una ropa con rastros de sangre. Al examinar estos, en el laboratorio, arrojó como resultado que era sangre de Sofía Morales. Aunado a esto, estaban las declaraciones de la tripulación de la avioneta, en donde Yoly trasladó a Sofía. Estos, en ningún momento, la vieron. Sin embargo, estaban conscientes que algo llevaban en la bolsa negra, que era custodiada por dos personas e incluso declararon como la señorita, le cayó a golpes a la bolsa. Asimismo, se sumó a estas declaraciones, la confesión del delincuente fallecido, quien confesó que Yoly del Mar Medina, los contrató para que secuestraran a la CEO de la Naviera, Sofía Mo
Sofía: Recuperada de la memoria, desperté ese domingo en la mañana, sintiendo que algo o alguien me tenía encerrada. Al abrir bien los ojos, sonreí al darme cuenta de que Rafael, me tenía abrazada, dejando a los trillizos del otro lado de la cama, mientras nosotros ocupábamos un pequeño espacio. —¿Te desperté? —me susurró él, al oído, para no despertar a nuestros hijos, quienes dormían plácidamente. —No mi amor, solo que me sentía encerrada, asfixiada, como si me faltara el aire. Desde que me pasó lo del rapto despierto con esa sensación de asfixia —referí, con una media sonrisa. —Pudiera ser alguna secuela del rapto, deberíamos hablar con un psicólogo, ¿te parece? —me preguntó Rafael, sin moverse, por temor a despertar a nuestros tesoros. —Sí, yo también he pensado en eso. Creo que necesito ayuda —confesé, dando un beso en sus labios, al sentir un fuerte deseo de estar nuevamente con él y que me haga el amor, tan rico como me lo hizo en la gruta. —¡Hoy nos fugaremos a nuestro es
En la Hacienda, Rafael: Ya casi para el mediodía retornamos a la hacienda, cansados, felices y dispuestos a compartir con nuestra familia. Al llegar, nos enteramos de las últimas noticias: mi madre había ordenado a Leonel, sacar de la caja fuerte todas sus joyas. —¡Bueno, eso es de ella! —Acepté— ¡Que haga lo que quiera! Ella verá si se las deja quitar o no, porque seguro estoy que después, no podrá recuperarlas —agregué delante de mi mujer, tía Anastasia, Diana y Lionel, quien iba de salida para la Ciudad, a cumplir las órdenes de esta. —¡Rafael, eso era lo que quería Mirelys! La vamos a dejar que se salga con la suya —me reclamó Diana. —No podemos hacer nada, hermanita. Esa es su voluntad y esas son sus joyas. Dejemos que la roben. Solo así aprenderá la lección nuestra madre —exclamé, sin soltar a Sofía de mi mano. Dando por hecho que será despojada de sus bienes y de su herencia, autoricé a Lionel a complacerla. Subí las escaleras con Sofía de mi mano, fuimos a nuestra habitaci