En Ciudad La Rosa, el Narrador: La fiscalía, después de las declaraciones hechas por la misma Sofía, llevó a cabo nuevos allanamientos, especialmente en la mansión de Reyner Medina, en Ciudad La Rosa. Ellos encontraron nuevas evidencias en contra de Yoly. En la habitación de ella, en la mansión, escondidas en una bolsa, en la parte alta de su closet, encontraron una ropa con rastros de sangre. Al examinar estos, en el laboratorio, arrojó como resultado que era sangre de Sofía Morales. Aunado a esto, estaban las declaraciones de la tripulación de la avioneta, en donde Yoly trasladó a Sofía. Estos, en ningún momento, la vieron. Sin embargo, estaban conscientes que algo llevaban en la bolsa negra, que era custodiada por dos personas e incluso declararon como la señorita, le cayó a golpes a la bolsa. Asimismo, se sumó a estas declaraciones, la confesión del delincuente fallecido, quien confesó que Yoly del Mar Medina, los contrató para que secuestraran a la CEO de la Naviera, Sofía Mo
Sofía: Recuperada de la memoria, desperté ese domingo en la mañana, sintiendo que algo o alguien me tenía encerrada. Al abrir bien los ojos, sonreí al darme cuenta de que Rafael, me tenía abrazada, dejando a los trillizos del otro lado de la cama, mientras nosotros ocupábamos un pequeño espacio. —¿Te desperté? —me susurró él, al oído, para no despertar a nuestros hijos, quienes dormían plácidamente. —No mi amor, solo que me sentía encerrada, asfixiada, como si me faltara el aire. Desde que me pasó lo del rapto despierto con esa sensación de asfixia —referí, con una media sonrisa. —Pudiera ser alguna secuela del rapto, deberíamos hablar con un psicólogo, ¿te parece? —me preguntó Rafael, sin moverse, por temor a despertar a nuestros tesoros. —Sí, yo también he pensado en eso. Creo que necesito ayuda —confesé, dando un beso en sus labios, al sentir un fuerte deseo de estar nuevamente con él y que me haga el amor, tan rico como me lo hizo en la gruta. —¡Hoy nos fugaremos a nuestro es
En la Hacienda, Rafael: Ya casi para el mediodía retornamos a la hacienda, cansados, felices y dispuestos a compartir con nuestra familia. Al llegar, nos enteramos de las últimas noticias: mi madre había ordenado a Leonel, sacar de la caja fuerte todas sus joyas. —¡Bueno, eso es de ella! —Acepté— ¡Que haga lo que quiera! Ella verá si se las deja quitar o no, porque seguro estoy que después, no podrá recuperarlas —agregué delante de mi mujer, tía Anastasia, Diana y Lionel, quien iba de salida para la Ciudad, a cumplir las órdenes de esta. —¡Rafael, eso era lo que quería Mirelys! La vamos a dejar que se salga con la suya —me reclamó Diana. —No podemos hacer nada, hermanita. Esa es su voluntad y esas son sus joyas. Dejemos que la roben. Solo así aprenderá la lección nuestra madre —exclamé, sin soltar a Sofía de mi mano. Dando por hecho que será despojada de sus bienes y de su herencia, autoricé a Lionel a complacerla. Subí las escaleras con Sofía de mi mano, fuimos a nuestra habitaci
Al día siguiente, Rafael: Temprano en la mañana, salimos primero para el aeropuerto de Ciudad La Rosa, para dejar ahí a Martín Elías. Este, apoyado por mí, iniciará las averiguaciones, sobre su verdadero origen, debido precisamente al último enfrentamiento de este con su padre. —¡Gracias, amigo! —se despidió Martín. —Estamos en contacto. Avisa, lo que vayas descubriendo y cualquier cosa, recuerda que siempre contarás conmigo —declaré. Al dejar a este, me entrevisté ahí mismo con Leonel, quien asistirá al Tribunal para el acto de remate de los viñedos y de la importadora Zambrano. Le di las últimas instrucciones para aprovechar esto. Era otro negocio, bueno y productivo, solo que estaba en manos equivocadas. Posteriormente, seguimos vuelo hacia el aeropuerto de Isla Paraíso, en donde llegué con mi familia y mis escoltas. Estos son hombres muy bien preparados, con excelente currículo y credenciales para dicho cargo. Del aeropuerto, fuimos directamente a la mansión Morales Borbón, a
Unos minutos antes, en la mansión Medina El Narrador: En la residencia de Reyner, él y su hijo José David discutían por el abandono que este había hecho a su hija Yoly del Mar. Además, de no ocuparse de hacer que pagaran los que le hicieron ese daño, a su hermana. —Yo le dije, que esperara, que al salir de la delegación me ocuparía de separar a esos dos. Sin embargo, ¡ella hizo como siempre, lo que le dio la gana! —alegó este, con rabia. —¡Sí! En eso, te comprendo José David, pero no estoy de acuerdo que no muevas un dedo, para hacer que paguen los que provocaron esto, en mi única hija —gritó este, enojado. —¡Bueno, ya papá! ¿Vamos a ir o no, a la Naviera? Tenemos el amparo del Tribunal, para entrar a la junta y poder construir la prueba que nos pidió el abogado —recordó José David—Por ahora, es más importante esto, porque ni siquiera tenemos la certeza de que Yoly despertará. —¡Vamos! —Respondió Reyner, analizando que su hijo estaba en lo cierto— También avisé a los abogados y a
En la casa de Camila, el Narrador: Camila, desde que le hizo entrega a Mirelys de sus joyas y los bonos que detentaba de la industria petrolera del país, no le había vuelto a ver. Esta ni siquiera le ha llamado. Ella estaba siendo atendida por la enfermera, contratada por su hijo. «Es raro que Mirelys no haya venido en todos estos días, ni siquiera me ha llamado. Ella prometió acompañarme a las terapias y rehabilitación» pensó esta, con tristeza al ver que nadie le había ido a visitar, ni siquiera Diana, ni sus nietos. Camila, siempre arrogante y orgullosa, se sentía débil, sola y deprimida, al verse abandonada por su familia. Pareciera que todos estaban esperando cualquier excusa para separarse de ella, sobre todo en estas condiciones que se encontraba. —¿Qué le pasa, señora? —preguntó la enfermera, al ver que corrían las lágrimas hacia sus oídos, por la posición recta en que estaba acostada. —¡Nada! ¿Ninguno de mis hijos, ni mi hermana ha llamado? —preguntó ella, con un dejo de
En la mansión Zambrano, el Narrador:Entretanto, Chepa, recorriendo las distintas salas de la mansión, hacía un inventario de las obras de arte que aún faltaban por vender. Ella había vendido gran parte de estas, para tener mayor liquidez. E incluso, había puesto en venta el inmueble, lo cual no había comunicado a su hija.«Debo aligerar todo el proceso de venta, antes que regrese Mirelys de su viaje. Estoy segura, que la muy… tarada esa, va a regresar para buscar más dinero» pensó ella, menospreciando a su hija.«Si es necesario, bajaré el precio de estas últimas obras, como el de la casa, para que cuando retorne mi hija, no se interponga en lo que estoy haciendo» reflexionó ella. Esta, pidió al personal, que bajaran los cuadros y los llevarán al área de depósito en la planta baja.Entre el poco personal que quedaba y el ama de llaves, hubo murmuraciones y lamentos por cuanto estos sabían lo que esas obras significaban para su patrón, don Milko Zambrano. Cada vez que llegaba con una d
Sofía: —¡Eso también me preocupa! Porque ahora, está viviendo sola, en el apartamento en Ciudad La Rosa —respondí, confiando que Shayla estaba recuperando su sentido común. —¡Tranquila, mi amor! Ahora llamo a Leonel para qué le asigné un guardaespaldas —confirmó él, dedicándome una sonrisa que me estremece toda. —¿Qué tanto susurran? —me cuestionó Sheyli, sonriendo. —Le estoy comentando a Rafael lo que ocurrió hoy en el puerto —afirmé, hablando en voz baja, porque hay asuntos que no me gusta tratar delante de los niños. —¡Ah, qué bien! ¿Sabes? Me preocupa que ella esté sola en Ciudad La Rosa y no sabemos ¿Cuál será la reacción del patán ese? —refirió Sheyli, con tristeza. —Rafael, me acaba de informar que le pondrá guardaespaldas —aseguré a Sheyli, mirando a mi amado esposo. —¡Gracias Rafael, te lo agradezco! —contestó Sheyli. »¡Sofía, mira los trillizos flotando! —gritó admirada esta, contemplando a mis hijos flotar. —¡Tienen al mejor entrenador del mundo! —respondí orgullosa