En la Hacienda, el Narrador: Aun en el despacho de la hacienda, aclarando totalmente esta situación, Rafael, solicitó a Estefanía y a Sheyli, no comentar nada de esto a los trillizos, pues anhelaba dar esta noticia a sus hijos con Sofía. Las dos, estuvieron de acuerdo aclarando que esto era algo que solo le compete a Sofía, como su madre. Ella, deberá explicar todo a sus hijos. De esta manera, no se producirá en ellos algún trauma o consecuencia que en el futuro los pudiera afectar. Fue así, como salieron hacia la piscina no sin antes, abrazar cada una a Rafael, en señal de aceptación del vínculo de este con los niños de Sofía. Él, aprovechó este momento para aclarar sus sentimientos hacia ella y lo que habían decidido el día de su rapto. Sheyli, aún asombrada por esta coincidencia, evaluó a Rafael. Él, era un hombre extraordinario, muy caballero, como quien dice, un buen partido, billonario, productor, profesional, guapo, superatractivo, en fin, el sueño ideal de cualquier mujer.
Rafael: —¿Y por qué no has hecho la aclaratoria cada vez que la noticia ha sido publicado en las redes? —me reclamó Reyner. —Porque tengo cosas más valiosas e importante en que invertir mi tiempo, que dar respuestas a las locuras paranoicas de una niñita rica y maleducada —expresé, con enojo. »Y te advierto, tu hija me pagará cualquier daño que sufra Sofía Morales —afirmé furioso y controlándome para no perder los estribos de la paciencia. —¡Eres un imbécil! ¿Cuándo ni siquiera sabes distinguir entre una niña de bien y una prostituta? —apenas terminó de pronunciar estas palabras, me le fui encima con furia, partiéndole la cara de un solo derechazo que le di, con lo cual se desmayó. De inmediato, intervino José David en defensa de su padre. No obstante, no me pudo hacer nada, puesto que mis guardaespaldas lo sometieron. En vista, al escándalo generado, el Comisario que se encontraba en la sala intervino. —Rafael, es necesario que trates de controlarte y no tomar la justicia por tu
Rafael: —¿Era algún familiar de él o alguna amiga? —sondeó el jefe del grupo comando, con sagacidad y prudencia, al Director del Hospital. —¡No! Creo que fue alguien a quien consiguió tirada y herida, en la entrada de su casa —contestó este. Despertando los llamados de alerta en mi corazón y en mi cerebro. —¿Sabes, cuál es el sitio exacto de ese hallazgo? —demandó el jefe del grupo. —¡No! —expresó él. Convencido que se trataba de Sofía, saque una foto de los archivos de mi celular y se la mostré al Director, quien al mirar, parecía no estar seguro que fuera la misma persona. —¿Es ella? —interrogué suplicante. —Sinceramente, la vi una sola vez, el primer día y no se le distinguían bien sus facciones. Ella presentaba hinchazón, enrojecimiento, hematomas, en su rostro que la desfiguraban completamente. Seguramente fue producto de los golpes que recibió —aseguró este. »En todo caso, la joven está amnésica —afirmó este. Convencido que se trataba de Sofía, nos despedimos del directo
Rafael: Al salir de la casa, abrí la puerta del pasajero de mi Grand Cherokee y ayudé a entrar a Sofía, quien ya no se mostraba tan arisca conmigo. Como observé un gesto de ella, que evidenciaba que sentía frío, me quité la chaqueta y se la coloqué en sus hombros. Al montarme en la camioneta, le expliqué que iríamos primero a un hangar, en donde estaba un jet esperándonos para trasladarnos a la hacienda. Igualmente, le conté que ahí se encontraba su madre Estefanía y sus trillizos. —¿Tengo tres hijos? —cuestionó ella algo incrédula. —Sí, tres preciosos niños que también son míos —confesé. —¿Tú eres mi esposo? —consultó ella, volteando su rostro para mirarme de frente. —¡No! —Respondí, con sinceridad— soy tu novio, vamos comenzando una relación. —¡Entonces…! ¿Cómo eres el padre de mis niños? —inquirió ella, con una mirada curiosa. —¡Es algo largo y complicado de explicar! Te prometo que en otro momento, te aclaro todas tus dudas. Ahora relájate y confía que en pocos minutos esta
Rafael: Con las primeras luces que son visibles antes de la salida del sol, mi jet inicia su aterrizaje en la pista de la Hacienda Los Rincones. Sofía, un poco temerosa, pero intranquila, bajó las escalerillas, a mi lado acercándose más a mí. —¿Cómo te sientes? —pregunté al percibir que estaba temblando. Me acerqué, le tomé la mano y la abracé para que se calmara y se sintiera más segura. —Tengo un susto, me siento extraña, no recuerdo nada, mi mente está en blanco y por más que quiero recordar no puedo —declaró ella con tristeza y dejando correr unas lágrimas. —¡Ya mi amor! —Le animé, tratando de que ella controlara el fuerte temblor que sentía en su cuerpo, como las lágrimas— ¡Vamos al encuentro con tu madre y tus hijos, quienes te esperan en la hacienda! —¡Vamos! —respondió ella tomando mi mano, dejándose llevar tranquilamente hacia mi otra camioneta, en la cual nos esperaba el chófer. Tenía la ilusión que cuando viera a Estefanía o a los trillizos, recobre su memoria. Al lle
Rafael: —¡Bueno… eh, eh, sí, si son primos, porque me voy a casar con su mamá! —contesté sin poder explicar más, puesto que le aseguré a Estefanía, que esperaría a Sofía para hablar de esto, con mis trillizos. Así, entre pregunta y respuesta, caminata y recorrido viendo a los nuevos caballos listos para la venta y su traslado a oriente, se pasó parte del día y distraje totalmente a los niños. Por esta razón, estuve muy poco tiempo con Sofía. Ocultándose nuevamente el sol y surgiendo la luz de las estrellas junto a una luna que se dejaba ver muy inmensa, salí a la terraza de la parte alta de la casa, en donde ordené servir la cena para todos. Sin saber qué hacer, para ayudar a que Sofía supere esta situación, decidí llamar nuevamente al jefe del grupo, quien se había encargado del médico. Este, me informó al mediodía, que habían comenzado las averiguaciones relacionadas con todo lo que él declaró, que por la noche me tendría más noticias. Durante el día, todos dejaron tranquila a S
El Narrador: —¿Cómo así? ¿Cómo que tus trillizos? —cuestionó Diana, escuchando solo el sonido que emite el celular al ser trancada la llamada. Diana marcó de nuevo el número celular de su tía, no obstante, no respondió e igual ocurrió cuando llamó a su hermano. «¡No entiendo! Rafael tiene trillizos, y no me había dicho nada. ¡No lo puedo creer!», pensó ella, caminando de nuevo hacia la habitación de su madre. En la hacienda, Rafael: Después de hablar con mi hermana, entregué el celular a tía, quien me miraba asombrado, pues a pesar de que sospechaba que los trillizos eran mis hijos, aún no le he confirmado esta verdad. —¿Cuándo me piensas aclarar lo de los trillizos? —preguntó tía, con una mirada profunda. —¡Ya sabes, esa respuesta! Lo confirmé el mismo día que tú. Para mí, fue una gran sorpresa ver en sus pechos mi marca de nacimiento. No obstante, de la conversación con Estefanía y Sheyli comprobé que si son mis hijos —afirmé orgulloso. —¡No entiendo! —Exclamó tía— Cuando te
Al día siguiente en la Clínica, el narrador: Diana, al salir del baño de la habitación que ocupaba junto a su madre, encontró a Mirelys muy cerca de ella. Estás, al parecer, hablaban en voz baja, por temor a ser escuchadas, lo cual despertó de nuevo la suspicacia, en cuanto a lo que buscaba con Camila. —¿Qué dijo mi hijo? Aún no me has comentado ¿qué hablaste anoche con Rafael? —preguntó Camila con una sonrisa, confiada que su hijo, preocupado por ella, aceptaría su capricho. —¡Que Mirelys no pisa más su hacienda! —contestó Diana, mirando a su madre— Así que si deseas estar en la hacienda será sin ella —al decir esto, la señaló con su dedo índice mirando con aversión. —¡Esa también es mi hacienda! —gritó su madre con enojo. —¿Si sabes, que eso no es así? —cuestionó Diana, arqueando una de sus cejas y mirando de reojo a su madre. »Me pidió que te contratara una enfermera, que te lleve para la mansión cuando te den de alta. Para que así estés, con quién tú quieras —alegó Diana, sos