El Narrador: Reyner y su hijo José David, al llegar a su residencia en Ciudad La Rosa, mantenían un tema de conversación en común: la conducta del conquistador y playboy amigo de Martín Elías, Rafael Rincón. Este, al parecer quedó deslumbrado con la belleza de Sofía y para nada que lo disimuló. —¿Te fijaste, como ella de una vez se aferró a su brazo? —Cuestionó Reyner— Es una ofrecida, por eso le pasó lo que le pasó —juzgó este, haciendo un gesto despectivo y de desdén. »Debes ponerte las pilas, porque al paso que vas, ese ganaderito, te quitará lo bailado, si es que has bailado algo con Sofía —reprochó su padre. —¡A mí nadie me quita a Sofía! Ella será mía por las buenas o por las malas, tú sabes que antes me frenaba por su padre, pero ahora no tiene a nadie que la proteja. Así que quédate tranquilo, que ese gallo no canta en mi corral —aseguró este. —Eso me lo estás diciendo desde hace tiempo y no veo nada. No te veo avanzar en absolutamente nada con ella. Esa mujer, te ignora y
Sofía: —¡A sus órdenes! —respondí, con dudas, pues no reconocí la voz varonil, ronca y grave que me hablaba. —¡Soy, Rafael Rincón! —me aclaró él, se escuchaba calmado y relajado. —¡Hola! ¿Cómo estás? —Pregunté— ¿Algún problema con los contratos? Cualquier duda o requerimiento, trátalo por favor con Shayla, ella está encargada de tus asuntos —aclaré esto con él, atendiéndolo amablemente. »Te hago llegar sus números —informé, sentándome frente a la peinadora en mi habitación, cepillando mi cabello. —¡Disculpa! —Objetó él— Te estoy llamando a esta hora, por asuntos exclusivamente personales, no comerciales —me explicó sonriendo. De inmediato, me imaginé su sonrisa, igual a la que tiene en la foto con mis hijos. —¿Dime? —cuestioné sutilmente, pues es uno de mis mejores clientes. Mientras tanto, seguí cepillando mi cabello y luego hice mi rutina diaria de limpieza en mi rostro y cuello. —¿Podemos fijar tu visita a mi hacienda, para el próximo fin de semana? —me preguntó él directame
Rafael: Dando vueltas en la cama, poniéndome lo más cómodo posible, analicé que Mirelys es una mujer joven, a pesar de ser mayor que yo, por dos años. Posee un cuerpo espectacular, mejor que el de muchas jovencitas, pero es muy chillona, dramática y tóxica. No tolero una mujer así. Sin embargo, mi madre está empeñada que sea la siguiente señora Rincón. Dejando estos pensamientos de lados, cerré mis ojos, para recordar con precisión, lo que realmente ocurrió aquella noche, hace cuatro años. Al llegar a la discoteca de Martín, le solicité una sala privada. Luego, le pedí que me buscara una amiguita sin complicaciones, libre y muy liberal para pasar la noche. Deseaba desahogarme, simplemente sin dar más explicaciones, por eso no llamé a ninguna de mis amigas. Lo único que deseaba era una vagina donde descargar todo lo que traía encima. Posteriormente, comencé a beber seguido con mi asistente, hasta que mi amigo me informó que había conseguido una amiga la cual me gustará, solo que ll
En la Hacienda Los Rincones, el Narrador: —¿Perdón? —Cuestionó Anastasia— ¡Disculpa, si he dicho una mentira! —agregó, ignorando totalmente el gesto de enojo de su hermana. —¡Creo que deberías disculparte seriamente con Mirelys! Es mi invitada —aclaró Camila, con arrogancia. —¡Por mí no hay problema, Camila! —expresó Mirelys. —¿Y eso qué? ¿Es que acaso yo no soy también tu invitada? —formuló Anastasia, convencida que su hermana había traído a esta mujer, para envolver a su hijo en algún compromiso con ella. «¡Ja! Pero eso será si yo lo permito» pensó Anastasia, mirando con sus ojos entrecerrados a su hermana, quien al ver a esta hacer este gesto, comprendió que algo estaba tramando. La gemela de Camila, salió sin decir una palabra más y se dirigió al establo. Una vez ahí, pidió al capataz le ensillarán su caballo, que iba de paseo. —Sí, señora Anastasia, ya lo hago —respondió este y salió a ensillar el caballo. (***) A los pocos minutos, ella iba al trote buscando el río y lue
Sofía: —¡Aló! Mami, soy yo, Sofía —saludé— ¿Cómo se han portado mis hijos? —pregunté con una sonrisa, imaginando a los tres, a un lado de ella, listos para almorzar. —¡Excelente, hija! Bien sabes que ellos, a pesar de su corta edad, son unos niños muy obedientes —aclaró mi madre con una voz dulce y muy cariñosa, la voz normal, cuando se refiere a mis hijos. —¡No voy a almorzar en la casa! —Anuncié— Después, no me dará tiempo para volver a la Naviera y asistir a la junta con el personal de medio oriente y necesito finiquitar las nuevas promociones para esa zona. »Además, debo dar los lineamientos, según las recomendaciones de los abogados, para solucionar lo del barco retenido en el puerto de Doha en Qatar —aludí positiva. —¡Me parece muy bien, hija! Así resuelves ese pequeño impasse con las autoridades de allá, hoy mismo —resaltó mi madre. —¡Por favor, mamá! Avisa, a mis hijos que llegaré temprano, en la tarde —señalé, tratando de explicar a estos, para que percibieran que eran l
Rafael: Debo cambiar rápido todos mis planes, ya no saldré mañana al rancho, debo llamar a tía y ponerla al tanto de todo. Para no perder el tiempo de aquí al viernes, adelantaré algunas actividades. Así podré estar tranquilo con mis adorados invitados. —¡Ring, ring! —¿Tía? —pregunté. —¡Si mi amor! —me respondió ella, con una vez dulce y melódica. —Tía, ha habido cambio de planes —anuncié— No me voy todavía, sino que llegaré con mis adorados invitados el viernes, Dios mediante —afirmé. »¡Por favor! ¿Te puedes encargar del alojamiento para ellos? —pregunté emocionado, sintiendo un pequeño temblor en mi cuerpo como cuando Sofía me tomó del brazo el día de la inauguración. —¡Claro, hijo! —Me contestó ella, emocionada— Solo dime, ¿qué quieres que te prepare? ¿Cuántas habitaciones son? —Son tres habitaciones, las mejores de la hacienda, en una vas a colocar tres camas individuales —supliqué. »Estas, diséñalas muy cómodas, estilo infantil, sabanas de preferencia celeste. Son tres va
En la Naviera, el Narrador: De inmediato, José David se violentó y arrojó el aparato telefónico que estaba sobre la mesa, al piso, destrozándolo totalmente. Por esta razón, la puerta fue abierta, de par en par, por los escoltas de Sofía, a quienes les hizo seña para que se detuvieran y se alejaran un poco. —¡No me puedes hacer esto! —Gritó él, fuera de sí— Solo estoy cumpliendo con mi trabajo. Ya te lo expliqué, no se ha verificado la prueba de calidad para garantizar a los clientes el traslado de la mercancía de la forma más fácil y rápida —gruñó este. —¡Un momento! Si bien es cierto, nuestra obligación es la puntualidad con el cliente, también lo es, cumplir con la garantía a la que hace referencia mi hijo —expresó Reyner apoyándolo— ¡José David tiene razón! —¡Entonces! Busquemos al responsable de este retraso en la verificación de esa garantía —expresó Sofía con autoridad y tomando un acta en sus manos, la leyó y concluyó: »Según el acta, el buque estuvo listo y fue entregado h
Sofía: Al llegar al aeropuerto, fuimos trasladados por mi chófer hasta la mansión de Rafael, la cual no tiene nada que envidiar a un Castillo de la realeza. Era una casa inmensa y preciosa. Cuando nos acercamos a la edificación, pude observar a este, de pie en la entrada. «¡Dios mío! Este hombre hace que se le bajen las bragas a cualquiera» pensé, sacudiendo un poco mi cabeza y con ello mi larga cabellera rubia, la cual llevaba atada como una cola de caballo, moviéndose esta de un lado a otro, dándome sin querer un aire más juvenil. —¡Bienvenidos! —exclamó él, con una sonrisa y extendiendo sus poderosos brazos, los cuales se podían apreciar por encima de su camisa de manga corta y sin cuello. Llevaba un pantalón que evidenciaba sus piernas gruesas, con botas altas. —¡Hola Rafael! ¿Cómo estás? —me acerqué a saludarlo, con una sonrisa y extendiendo mi mano. —¡Holaaa! —Gritaron mis hijos en coro, alegres al ver a este, por lo que corrieron hacia él— ¡Otra vez, eres tú! —exclamaron el