Sofía: Al llegar al aeropuerto, fuimos trasladados por mi chófer hasta la mansión de Rafael, la cual no tiene nada que envidiar a un Castillo de la realeza. Era una casa inmensa y preciosa. Cuando nos acercamos a la edificación, pude observar a este, de pie en la entrada. «¡Dios mío! Este hombre hace que se le bajen las bragas a cualquiera» pensé, sacudiendo un poco mi cabeza y con ello mi larga cabellera rubia, la cual llevaba atada como una cola de caballo, moviéndose esta de un lado a otro, dándome sin querer un aire más juvenil. —¡Bienvenidos! —exclamó él, con una sonrisa y extendiendo sus poderosos brazos, los cuales se podían apreciar por encima de su camisa de manga corta y sin cuello. Llevaba un pantalón que evidenciaba sus piernas gruesas, con botas altas. —¡Hola Rafael! ¿Cómo estás? —me acerqué a saludarlo, con una sonrisa y extendiendo mi mano. —¡Holaaa! —Gritaron mis hijos en coro, alegres al ver a este, por lo que corrieron hacia él— ¡Otra vez, eres tú! —exclamaron el
Rafael: Me siento tan feliz, no sé por qué tengo esta sensación de traer por primera vez a mi hacienda, a la mujer que sinceramente me gusta. Me siento bendecido, por el hecho de que ella haya aceptado esta invitación. «Ni cuando traje a María de los Ángeles. ¡Bueno! La verdad fue que mi madre la trajo, me la presentó y yo me enamoré». Al bajarme de la camioneta, tía Anastasia estaba ahí esperándome con el personal que contrató exclusivamente para atender a mis invitados. En la terraza superior, pude observar a mi madre y a Mirelys, vernos llegar. Presenté a mi tía, a Sofía, su madre, así como a los trillizos. —¡Bienvenidos! Es un placer recibirlos en nuestra casa, estamos todos a sus órdenes —exclamó ella con extrema alegría, fundamentalmente al tener de frente a los niños. —¡Gracias, señora Anastasia! —comentó Sofía agradecida. —¡Gracias y es un verdadero placer para nosotras estar aquí! —declaró Estefanía. Al bajar la vista, tía y observar los trillizos, se acuclilló admirada
Rafael: —¡Buenas tardes, Rafa! Es que acaso no me vas a saludar —me reprochó Mirelys, mirando a los trillizos, quienes estaban de espalda a esta. Ella me abrazó por la cintura, pegándose a mi cuerpo como si fuera mi mujer. No imaginé que Mirelys se atreviera a tanto, menos delante de mis visitas. Me había propuesto no permitir que ella viera a los niños, al igual que mi madre, pero lamentablemente ya estaba aquí. Así que traté de convencerla para que saliera del lugar y que no tuviese contacto visual con los niños. Me preocupaba lo que esta pudiera hacer en presencia de ellos, porque es una mujer sin escrúpulos y de armas tomar. —¡Buenas tardes! —Contesté con hostilidad— ¿Qué haces aquí? —reproché. —Estaba aburrida en la Ciudad y por eso me vine a verte —confesó ella. —Si me esperas en la terraza, en unos minutos subo, hablo contigo y con mi madre —Prometí— Estoy atendiendo a unos clientes —al decir esto, Sofía que estaba de espalda volteó hacia mí. Su mirada era fría, distante
En La Rinconera, el Narrador: Mirelys, una vez que escuchó a su madre por teléfono, quien le recordó la crisis económica por la que estaba pasando los viñedos, reflexionó sobre su decisión de irse de la hacienda. Para ella, era difícil aceptar una nueva humillación de parte de Rafael, aunque sea del hombre que más le gusta. No obstante, solo de pensar que pudieran declararse en quiebra y que sus amistades se enteren de esto, la hizo estremecer y doblegar su voluntad. —¡Está bien, que conste solo lo hago por ti! —respondió ella, pasando el celular a Camila, volviendo a estacionar la camioneta y observando con envidia y recelo la camioneta que conducía Rafael, la Range Rover de siete puestos, propiedad de su invitada. —¡Hiciste lo correcto! Hija —manifestó Camila, feliz de que esta no se hubiera ido. Ella no está dispuesta a permitir que su hijo se case con cualquier mujer que consiga en el camino. »¡No te enojes con tu madre! —murmuró Camila— Ella como yo, queremos lo mejor para t
Rafael: —Gracias, Rafael —me susurró Sofía— en algún momento retribuyo esta invitación en Isla Paraíso —agregó ella, agradecida por todas las atenciones, especialmente con sus hijos. —Estaré encantado de conocer la Isla —respondí con una voz seductora, dejándome llevar por la magia de la noche, por la presencia de ella y por su melodiosa voz. —¿Solo tienes a tu tía Anastasia? —me preguntó ella de repente, de forma directa, sin mostrar para nada la intención de curiosear o averiguar. —No, vivo con mi madre, que es la gemela de mi tía Anastasia, mi hermana Diana, mi cuñado Sasha, un ruso extraordinario que es mi hombre de negocios y se mantiene de viaje. »También, mis adorados sobrinos, Sasha y Andrei, mis gemelos, los cuales no están aquí, porque de no, tampoco pudiéramos conversar. Ellos, son muy celosos conmigo, me absorben totalmente —aseguró él, con un brillo en sus ojos. —¡Ah caramba! ¡O sea, que tu familia es de embarazos múltiples! —concluyó ella, con una sonrisa. —Según a
El Narrador: —¡Buenas noches! —saludó con una voz muy melosa y susurrante Mirelys, vestida con un baby doll negro transparente, que no cubría absolutamente nada. —¡Buenas noches! —respondió Sofía con su voz dulce, agradable, pero con una mirada, por el contrario, enigmática. —¡Disculpa que te moleste, a esta hora! Pero, antes de ir a dormir con mi novio —enfatizó Mirelys— consideré necesario aclarar, algo contigo. —¡Diga! —Respondió Sofía con una actitud subjetiva, dudosa y sin comprender las palabras de la desconocida. »Aunque no sé, si te has equivocado, porque incluso desconozco quién es tu novio —replicó ella con una sonrisa fingida, recordando la escena de la tarde, en donde esta mujer abrazó a Rafael, por la cintura. —¡O sea! ¿Qué Rafael, no te aclaró quién soy yo? —cuestionó esta, haciendo que Sofía sintiera resentimiento contra él. Puesto que este, no había sido claro con ella e incluso, le invitó a venir a su rancho, viviendo aquí con su novia. —¡Sinceramente! No veo la
Rafael: Terminé de revisar mis correos, me levanté de la silla y me dirigí al vestier para vestirme cómodo. Luego, salí de mi habitación y caminé hacia la recámara que ocupaba Sofía. Pero, justo cuando me dirigí al pasillo central de la parte alta del rancho, encontré a tía. —¡Buenos días, tía! ¿Ya está listo el desayuno? Voy a llamar a Sofía, para que salgamos temprano —enuncié, besándola en la mejilla alegre. —¡Ahhh! —Exclamó tía con asombro— ¿Tampoco te avisaron a ti? —replicó con desagrado, mirándome con incredulidad. »Resulta extraño, que no te avisaron. Ellas, ya se fueron —afirmó esta. —¿Cómo así? ¿Por qué se fueron? —Pregunté anonadado— ¿Pasó algo con ellas, tía? —me sorprendí e irrité, no podía concebir que siendo mis invitadas, alguien las intimidaras. —¡No tengo ni idea, que pudo haber ocurrido! Pero, me llamó poderosamente la atención, la actitud arrogante y soberbia de Sofía —expresó ella con pesar. «Era lo que menos esperaba de unas mujeres tan educadas y agradable
El Narrador: —¡Repito Anastasia! ¿No sé de qué me hablas? En ningún momento me acerqué a alguna de ellas. Si mi hijo no me presentó, ante sus invitados es porque no son dignos de que los conozca —mintió Camila, recordando su conversación de anoche con Mirelys: «Es hora de que actúes hija, no podemos permitir que cualquiera venga a la hacienda a conquistar a mi hijo y dejar el camino libre, como si no importara nada las consecuencias de esto» Ella, recordó palabra por palabra lo que recomendó a Mirelys. Puesto que al subir una bandeja de comida para esta, observó como Rafael, estaba embelesado con esa mujer en la terraza. —¡No te creo! Recuerda que te conozco tanto o más que a mí —confesó Anastasia, mirándola con pena y rabia al ver como apoyaba a otros, en contra de su propio hijo, dejándose llevar por banalidades. —¡Ese es tu problema! Si me crees o no. Mi conciencia está tranquila —bufó esta, manifestando su fuerte enojo, ante el ataque de su hermana, la cual siempre logra hacer