Rafael: Terminé de revisar mis correos, me levanté de la silla y me dirigí al vestier para vestirme cómodo. Luego, salí de mi habitación y caminé hacia la recámara que ocupaba Sofía. Pero, justo cuando me dirigí al pasillo central de la parte alta del rancho, encontré a tía. —¡Buenos días, tía! ¿Ya está listo el desayuno? Voy a llamar a Sofía, para que salgamos temprano —enuncié, besándola en la mejilla alegre. —¡Ahhh! —Exclamó tía con asombro— ¿Tampoco te avisaron a ti? —replicó con desagrado, mirándome con incredulidad. »Resulta extraño, que no te avisaron. Ellas, ya se fueron —afirmó esta. —¿Cómo así? ¿Por qué se fueron? —Pregunté anonadado— ¿Pasó algo con ellas, tía? —me sorprendí e irrité, no podía concebir que siendo mis invitadas, alguien las intimidaras. —¡No tengo ni idea, que pudo haber ocurrido! Pero, me llamó poderosamente la atención, la actitud arrogante y soberbia de Sofía —expresó ella con pesar. «Era lo que menos esperaba de unas mujeres tan educadas y agradable
El Narrador: —¡Repito Anastasia! ¿No sé de qué me hablas? En ningún momento me acerqué a alguna de ellas. Si mi hijo no me presentó, ante sus invitados es porque no son dignos de que los conozca —mintió Camila, recordando su conversación de anoche con Mirelys: «Es hora de que actúes hija, no podemos permitir que cualquiera venga a la hacienda a conquistar a mi hijo y dejar el camino libre, como si no importara nada las consecuencias de esto» Ella, recordó palabra por palabra lo que recomendó a Mirelys. Puesto que al subir una bandeja de comida para esta, observó como Rafael, estaba embelesado con esa mujer en la terraza. —¡No te creo! Recuerda que te conozco tanto o más que a mí —confesó Anastasia, mirándola con pena y rabia al ver como apoyaba a otros, en contra de su propio hijo, dejándose llevar por banalidades. —¡Ese es tu problema! Si me crees o no. Mi conciencia está tranquila —bufó esta, manifestando su fuerte enojo, ante el ataque de su hermana, la cual siempre logra hacer
Unas horas antes, en la Hacienda Los Rincones: Rafael: Recorrí mi hacienda de palmo a palmo, hasta dejar exhausto a mi gran Tornado, por lo que lo llevé al río, a mi lugar favorito. Una vez ahí, me desnudé y me bañé junto a la cascada, perdiendo la noción del tiempo. Siendo casi de mediodía volví al rancho, me encontré a tía Anastasia, enojada, sentada en la sala principal de la casa, esperándome. Cuando me vio entrar con la ropa, toda húmeda se levantó apresurada y me envolvió con una manta que estaba sobre el sofá. —¡Hijo! ¿Cómo vienes así todo mojado? Te puedes resfriar —me regañó, preocupada por mí. —¡Tranquila, tía! Estoy muy bien, ya me desahogué corriendo con Tornado —afirmé con una amplia sonrisa— Además, no es la primera vez que vengo así, después de correr. —No te tengo buenas noticias —me aseguró ella. —¿Qué pasó, tía? ¿Descubriste por qué se fueron así, como si las hubieran ahuyentado? —cuestioné, más decepcionado que interesado en saber. «Sofía, sea lo que sea, deb
Sofía: Al llegar a la mansión, mi madre estaba esperándome para que le explicara lo que había ocurrido y más cuando, siendo sábado, día no laborable en la Isla, estaba llegando a estas horas de la noche, cansada y agotada. Me senté, en la sala íntima de estar donde ella me estaba esperando y la puse al tanto de todo. Especialmente, le conté sobre las acciones de José David para perjudicar mi trabajo como el de Noé. Asimismo, le comenté todo cuanto me refirió Benjamín. —Hija, si en alguien debes confiar es en este. Siempre fue leal a tu padre, solidario con él, no recuerdo que en alguna sesión de la Junta Directiva, en todos estos años, haya ido contrario a la decisión de tu papá —me afirmó ella, preocupada. —¡Sí, mami! Además, mi sexto sentido me indica que debo confiar en él —Anuncié. »Sé que tengo muchas cosas pendientes por resolver, entre ellas, mis acciones de hoy en la hacienda de Rafael, pero esto tiene prioridad —confesé, para calmar a mi madre quien sentía pena ajena, por
Rafael: —Para comenzar, debo pedir disculpa por no haber aclarado todo esto desde el inicio. Me refiero, a tu visita a mi hacienda, eras mi invitada especial, no un cliente —aclaré, mirándola a los ojos amorosamente. —¿Por qué especial? —me cuestionó ella retadoramente. —Si eres madre, has tenido una experiencia con tu pareja. Así que debes reconocer en la mirada de un hombre, cuando te mira con deseo, con pasión y cuando es amor —razoné sin quitar la vista de ella. —¡A veces las cosas no son como aparentan! —contestó esta, sin agregar nada más y sin quitar su mirada de la mía. Me quedé contemplando sus bellos y preciosos ojos. —¡Respeto tu vida pasada! Me interesa tu vida de aquí en adelante —confesé con sinceridad. —¿Cómo me confiesas eso? ¡Si tienes novia! O ¿Piensas que como soy madre soltera, acepto cualquier tipo de relación? —Me reclamó ella disgustada, soltándose de mis manos y levantándose del sofá, furiosa— ¡No te equivoques conmigo! —¡No, no, por favor Sofía! —Me leva
Sofía: Una vez que Rafael salió de la mansión, subí las escaleras y caminé hacia mi habitación, encerrándome para no ser molestada. No quería ser sermoneada por mi madre, por mi conducta ante Rafael. Aunado a esto, no sé qué explicación dar, pues ni yo misma me entiendo. Me dirigí al baño e hice un repaso mental de lo que me dijo y lo que le comenté a Rafael. Fue así como me di cuenta de que acepté tácitamente que la tal Mirelys esa era mi rival. Puesto que no lo refuté cuando él lo citó. —¡Grrr…! —gruñí, al pensar que mostré de alguna manera mis sentimientos hacia él. No obstante, recapacité de una vez y me cuestioné —¿Qué te pasa Sofía? ¿Qué sentimientos puedes mostrar por un hombre que apenas si conoces? —me interrogué, en voz alta. —Mejor me baño, me acuesto y mañana ¡ya veremos que trae el nuevo día! —concluí para priorizar mis actividades. En eso, escuché el toque de mi madre en la puerta y preferí ignorarlos. Decidida a descansar, me sequé el cabello, me hice mi rutina de
Sofía: —Porque aunque no lo quieras ver, siento un destello de celos en tus palabras —confirmó Benjamín, mirándome a los ojos fijamente. En todo caso, preferí dar por concluida esta conversación y lo invité para que almorzara con nosotros. Este aceptó, por lo tanto, después de discutir algunos puntos y ponernos de acuerdo sobre ello, caminamos los dos hacia el jardín. Al llegar ahí, encontré nuevamente a Rafael con mi madre y mis hijos, quienes iban llegando. Benjamín le saludó y esta vez, si se detuvo a observar el parecido extraordinario entre mis hijos y este. Solo pude apreciar, como los examinaba. —Buenas tardes, Rafael —saludó Benjamín, extendiendo su mano— me alegro estés aquí ¡Bienvenido a Isla Paraíso! —¡Gracia, Benjamín! Es la primera vez que vengo. Por lo que recorrí, con Estefanía y sus nietos, ¡es muy hermosa! Igual a sus mujeres —contestó él, pasando muy brevemente su mirada sobre mí. —¡Hola, Sofía! ¿Cómo estás? —me preguntó, serio. —¡Muy bien, Rafael! Me alegro d
Rafael: —¿Es cierto, lo que refirió tu padre sobre Sofía? ¿Ella tiene o ha tenido algo con tu hermano? —consulté a mi amigo, con sentimientos enfrentados. Salimos de la mansión del padre de este, y mi corazón se consumía de la rabia, dolor y una gran decepción. «Sobreestimé a Sofía sin conocerla. La consideré una mujer diez, perfecta, salvo ese mal genio que mantiene casi siempre. Al parecer es algo inherente a su personalidad. Probablemente, me equivoqué», recapacité con celos y pesar. «Necesito investigar más sobre ella, la información que me dio Leonel fue muy general ¿Quién es realmente Sofía Morales? Además, el hermano de Martín Elías, estaba celoso ¿Será que ha tenido algo con ella?», consideré preocupado. —No te puedo asegurar nada. ¿Qué es cierto o falso de ella? No lo sé, porque no la conozco bien —replicó Martín. »Como no estoy de acuerdo con la forma de actuar de mi padre y mi hermano, me abrí de ellos y por eso me fui hace años de aquí a Ciudad La Rosa —aclaró Martín