Narrador: Al salir del baño, Sofía buscó a su madre, quien le estaba esperando para hacer su presentación oficial, ante los antiguos clientes de su padre. Ellos, anhelaban conocerla, debido al éxito tan rotundo obtenido por la Naviera, durante los tres últimos años, bajo su dirección y conducción. Tanto la hija como la madre, se dedicaron a dialogar y exponer a estos grandes y antiguos clientes, lo que serían sus nuevos planes de servicios y rutas. Como contraposición, ellos presentaron nuevas propuestas para hacer ajustes y cambios en algunas tasas y recaudos como hacían con su padre. Sofía, como buena líder que era, de inmediato llamó a su personal para que tomara nota y sometiera a consideración de la junta Directiva las propuestas formuladas por estos. Ella, telefoneó al Bróker marítimo, para que se acerque hasta ellos. Este profesional, actuará como intermediario entre la Directora que ejerce en su nombre y los fletadores que son precisamente estos clientes. El, busca el medio
Rafael: Después, casi para concluir el evento, fui llamado por Reyner, para presentarme a las dueñas de la Naviera, como lo que era, el dueño de la Hacienda Los Rincones y uno de sus mejores clientes en la Ciudad. Cuando la madre de Sofía estuvo de frente a mí, al parecer recibió una fuerte impresión. Ella abrió con tanto asombro sus ojos, que parecían dos platos. Realmente, se veía impactada y no sé por qué. Debido a esto, titubeó y se presentó con una voz trémula. —Es-es-Estefanía Bor-Borbón, viuda de Morales ¡Perdón! —me replicó ella. —Es un placer conocerla, señora Estefanía —le respondí muy educado, de pie entre Martín Elías y Reyner— Pensaba que era usted, la CEO de la Naviera, por ser la viuda de su propietario. —¡No, para nada! —sonrió ella, ya recuperada de su reacción inicial— Es un cargo que no me llamó, ni me llama la atención. Prefiero hacer lo que hice en vida de mi esposo, apoyarlo en cada votación, elección y decisión, solo que ahora es con mi hija. »Además, que
Rafael: Al quedarme, de nuevo en el grupo con Reyner, José David y Martín Elías, este me preguntó bromeando si había matado mis ganas de estar cerca de la CEO más hermosa del planeta. Todos sonrieron, salvo José David, quien tenía una mirada fulminante y optó por retirarse hacia el grupo con el que conversaba Sofía y su mamá. Con ganas de ir al baño, abrí algunas puertas, hasta tropezar con una, en donde pude observar a tres niños sentados en un sofá, con sus Tablets. Ver a estos me hizo sentir algo, que no sé cómo explicar, pero era como una especie de llamado. Para evitar problemas con las personas que ahí se encontraban, todas concentradas en sus celulares, cerré cuidadosamente la puerta para no hacer ruidos. Salí de nuevo al salón, en donde se llevaba a cabo la recepción y ubique a Martín. —¡Martín, necesito un favor! —solicité confiando en él. —¡Dime! —respondió él de inmediato. —Conseguí por aquel pasillo —mostrando con la mirada y disimuladamente— una oficina, en donde est
Rafael: —Sabemos que hay personas que se parecen a otras, a pesar de no existir entre ellos ningún vínculo o parentesco —expresó Martín. »Sin embargo, aquí muchas coincidencias. No obstante, no puedes dar por hecho lo que estás pensando, que ni me atrevo a pronunciar —me comentó él. —Tú que la viste al mes de haber estado conmigo, trata de hacer memoria. Has un esfuerzo, recuerda sus facciones, su físico y compáralo con esta mujer —le solicité, realmente preocupado. —En este momento, no tengo una evocación clara de ella. Decir que se parece o no, sería mentir, porque sinceramente, no guardo un recuerdo claro de esta —me confesó él. »Lo que sí recuerdo, es que estaba mareada y la conseguí apoyada a la pared del local, debido a esto, le acompañé al interior del mismo. —¿Mareos? —Pregunté intrigado— Esto le da a las mujeres embarazadas —confirmé a mi amigo. —¡No necesariamente! Hay otras enfermedades, que también causan mareos —me objetó él, desanimándome en mis sospechas. —¡Bueno
En el apartamento de Sofía, el Narrador: —¡Discúlpame, por favor, Sofía! —suplicó Sheyli, lo que menos deseaba era hacer enojar a su amiga. Ellas nunca discutían. —¿Por qué le permitiste a Rafael que se acercará a mis hijos? —inquirió furiosa Sofía, molesta y mirando con hostilidad a su amiga. —¡Fue accidental! —Expliqué— Él junto con Martín Elías, el hermano de José David, buscaban un baño, cuando entraron al Despacho —gimió ella, lamentándose por el error cometido, pues fue algo que le exigió con mucho énfasis esta, no dejar que nadie viera a los trillizos. —¡No llores, Sheyli! ¡No es, para tanto! —Exclamó Sofía, tratando de que se calmara y arrepentida de haber hablado así, e incluso tratando de calmarse ella también. —E-e-ellos al en-entrar, hi-hicieron u-uso del baño —balbució ella, dejando correr sus lágrimas— Pe-pero al sss-sa-salir ese señor, se concentró en los mellizos y tus hijos fueron los que insistieron en sacarse fotos con él —argumentó ella. —¡Está bien, cálmate S
El Narrador: Reyner y su hijo José David, al llegar a su residencia en Ciudad La Rosa, mantenían un tema de conversación en común: la conducta del conquistador y playboy amigo de Martín Elías, Rafael Rincón. Este, al parecer quedó deslumbrado con la belleza de Sofía y para nada que lo disimuló. —¿Te fijaste, como ella de una vez se aferró a su brazo? —Cuestionó Reyner— Es una ofrecida, por eso le pasó lo que le pasó —juzgó este, haciendo un gesto despectivo y de desdén. »Debes ponerte las pilas, porque al paso que vas, ese ganaderito, te quitará lo bailado, si es que has bailado algo con Sofía —reprochó su padre. —¡A mí nadie me quita a Sofía! Ella será mía por las buenas o por las malas, tú sabes que antes me frenaba por su padre, pero ahora no tiene a nadie que la proteja. Así que quédate tranquilo, que ese gallo no canta en mi corral —aseguró este. —Eso me lo estás diciendo desde hace tiempo y no veo nada. No te veo avanzar en absolutamente nada con ella. Esa mujer, te ignora y
Sofía: —¡A sus órdenes! —respondí, con dudas, pues no reconocí la voz varonil, ronca y grave que me hablaba. —¡Soy, Rafael Rincón! —me aclaró él, se escuchaba calmado y relajado. —¡Hola! ¿Cómo estás? —Pregunté— ¿Algún problema con los contratos? Cualquier duda o requerimiento, trátalo por favor con Shayla, ella está encargada de tus asuntos —aclaré esto con él, atendiéndolo amablemente. »Te hago llegar sus números —informé, sentándome frente a la peinadora en mi habitación, cepillando mi cabello. —¡Disculpa! —Objetó él— Te estoy llamando a esta hora, por asuntos exclusivamente personales, no comerciales —me explicó sonriendo. De inmediato, me imaginé su sonrisa, igual a la que tiene en la foto con mis hijos. —¿Dime? —cuestioné sutilmente, pues es uno de mis mejores clientes. Mientras tanto, seguí cepillando mi cabello y luego hice mi rutina diaria de limpieza en mi rostro y cuello. —¿Podemos fijar tu visita a mi hacienda, para el próximo fin de semana? —me preguntó él directame
Rafael: Dando vueltas en la cama, poniéndome lo más cómodo posible, analicé que Mirelys es una mujer joven, a pesar de ser mayor que yo, por dos años. Posee un cuerpo espectacular, mejor que el de muchas jovencitas, pero es muy chillona, dramática y tóxica. No tolero una mujer así. Sin embargo, mi madre está empeñada que sea la siguiente señora Rincón. Dejando estos pensamientos de lados, cerré mis ojos, para recordar con precisión, lo que realmente ocurrió aquella noche, hace cuatro años. Al llegar a la discoteca de Martín, le solicité una sala privada. Luego, le pedí que me buscara una amiguita sin complicaciones, libre y muy liberal para pasar la noche. Deseaba desahogarme, simplemente sin dar más explicaciones, por eso no llamé a ninguna de mis amigas. Lo único que deseaba era una vagina donde descargar todo lo que traía encima. Posteriormente, comencé a beber seguido con mi asistente, hasta que mi amigo me informó que había conseguido una amiga la cual me gustará, solo que ll