En Isla Paraíso, el Narrador: Después de haber escuchado las palabras emitidas por Reyner todos en la mesa, comenzaron a murmurar. No había pasado un minuto, cuando Sofía, con valentía y sin sentirse avergonzada o humillada, por ello, expresó… —¿Y en qué parte de los estatutos sociales o reglamento interno de la Naviera, señala que por ser madre soltera, carezco de competencias para ocupar el puesto de CEO? —inquirió Sofía mordazmente, pronunciando con énfasis cada palabra— ¿Dime? Ante este ataque frontal, sin prudencia o sensatez alguna, de parte de Reyner contra Sofía, Estefanía asumió la defensa y apoyo de ella. Esta, dejó bien claro cuál es su posición ante lo que fue la última voluntad de su marido y cerró afirmando... —Comparto el criterio de Sofía, además de estar de acuerdo con la última decisión de mi difunto esposo —aseguró. »Por lo tanto, apoyo totalmente a mi hija para que ocupe el cargo de CEO y respaldo esta posición con mis treinta acciones —finalizó, ella con sever
Rafael: Conduciendo mi coche nuevo, un Bentley negro del año, llegué junto con mi amigo Martín Elías, al Centro Comercial Larcomar. En la parte trasera de este, será la celebración e inauguración de una Sucursal de la Naviera, la cual utilizo para enviar y traer productos a Ciudad La Rosa. Buscando en el sótano, donde estacionar, ubiqué un puesto cerca del ascensor, pero justo en el momento que doy la vuelta para aparcar, otro Bentley dorado, del mismo año que el mío, me quitó el puesto. —¡Se depravó! —bramé, dando un golpe al volante, ante la astucia del otro conductor. —¡Tranquilo Rafael, ahí hay otro puesto! —me vociferó Martín Elías. —¡Gracias, amigo! Porque ya me iba a bajar para pelear por el puesto, estoy seguro, fui el primero que lo vio —le referí a este. —¡Mira, Rafael! ¡Mira el monumento de mujer que se está bajando del otro Bentley! ¡Dios! ¿Si quieres voy y peleo por ti? —me cuestionó mi amigo, muerto de la risa, al ver como se abrieron mis ojos. —¡Dios, mío! Me rec
Sofía: Al terminar el discurso, después de los aplausos y ovación, se me acercó Shayla para recordarme al conductor del Bentley negro. Este, al parecer, estaba invitado a la ceremonia de inauguración, ella me hizo señas que estaba en el grupo de José David y Reyner Medina. Cuando volteé a mirar, Reyner caminó hacia nosotras, acompañado del otro hombre dentro del Bentley negro. He tenido fuertes encontronazos con este, así que no esperaba este acercamiento. Él quiere imponer sus criterios, por encima de los lineamientos establecidos en la Naviera, solo para favorecer a su hijo. —¡Sofía! ¡Te presento a mi otro hijo! No lo conoces, porque siempre ha vivido aquí, en Ciudad La Rosa —me aseguró él—presentándome al compañero del conductor, quien también me llamó la atención, cuando hice el discurso— ¡el Licenciado, Martín Elías Medina! —¡Es realmente un honor para mí! —Agregó este— ¡Conocer a una dama tan inmensamente bella y elegante! —tomando mi mano y llevándosela a sus labios para bes
Narrador: Al salir del baño, Sofía buscó a su madre, quien le estaba esperando para hacer su presentación oficial, ante los antiguos clientes de su padre. Ellos, anhelaban conocerla, debido al éxito tan rotundo obtenido por la Naviera, durante los tres últimos años, bajo su dirección y conducción. Tanto la hija como la madre, se dedicaron a dialogar y exponer a estos grandes y antiguos clientes, lo que serían sus nuevos planes de servicios y rutas. Como contraposición, ellos presentaron nuevas propuestas para hacer ajustes y cambios en algunas tasas y recaudos como hacían con su padre. Sofía, como buena líder que era, de inmediato llamó a su personal para que tomara nota y sometiera a consideración de la junta Directiva las propuestas formuladas por estos. Ella, telefoneó al Bróker marítimo, para que se acerque hasta ellos. Este profesional, actuará como intermediario entre la Directora que ejerce en su nombre y los fletadores que son precisamente estos clientes. El, busca el medio
Rafael: Después, casi para concluir el evento, fui llamado por Reyner, para presentarme a las dueñas de la Naviera, como lo que era, el dueño de la Hacienda Los Rincones y uno de sus mejores clientes en la Ciudad. Cuando la madre de Sofía estuvo de frente a mí, al parecer recibió una fuerte impresión. Ella abrió con tanto asombro sus ojos, que parecían dos platos. Realmente, se veía impactada y no sé por qué. Debido a esto, titubeó y se presentó con una voz trémula. —Es-es-Estefanía Bor-Borbón, viuda de Morales ¡Perdón! —me replicó ella. —Es un placer conocerla, señora Estefanía —le respondí muy educado, de pie entre Martín Elías y Reyner— Pensaba que era usted, la CEO de la Naviera, por ser la viuda de su propietario. —¡No, para nada! —sonrió ella, ya recuperada de su reacción inicial— Es un cargo que no me llamó, ni me llama la atención. Prefiero hacer lo que hice en vida de mi esposo, apoyarlo en cada votación, elección y decisión, solo que ahora es con mi hija. »Además, que
Rafael: Al quedarme, de nuevo en el grupo con Reyner, José David y Martín Elías, este me preguntó bromeando si había matado mis ganas de estar cerca de la CEO más hermosa del planeta. Todos sonrieron, salvo José David, quien tenía una mirada fulminante y optó por retirarse hacia el grupo con el que conversaba Sofía y su mamá. Con ganas de ir al baño, abrí algunas puertas, hasta tropezar con una, en donde pude observar a tres niños sentados en un sofá, con sus Tablets. Ver a estos me hizo sentir algo, que no sé cómo explicar, pero era como una especie de llamado. Para evitar problemas con las personas que ahí se encontraban, todas concentradas en sus celulares, cerré cuidadosamente la puerta para no hacer ruidos. Salí de nuevo al salón, en donde se llevaba a cabo la recepción y ubique a Martín. —¡Martín, necesito un favor! —solicité confiando en él. —¡Dime! —respondió él de inmediato. —Conseguí por aquel pasillo —mostrando con la mirada y disimuladamente— una oficina, en donde est
Rafael: —Sabemos que hay personas que se parecen a otras, a pesar de no existir entre ellos ningún vínculo o parentesco —expresó Martín. »Sin embargo, aquí muchas coincidencias. No obstante, no puedes dar por hecho lo que estás pensando, que ni me atrevo a pronunciar —me comentó él. —Tú que la viste al mes de haber estado conmigo, trata de hacer memoria. Has un esfuerzo, recuerda sus facciones, su físico y compáralo con esta mujer —le solicité, realmente preocupado. —En este momento, no tengo una evocación clara de ella. Decir que se parece o no, sería mentir, porque sinceramente, no guardo un recuerdo claro de esta —me confesó él. »Lo que sí recuerdo, es que estaba mareada y la conseguí apoyada a la pared del local, debido a esto, le acompañé al interior del mismo. —¿Mareos? —Pregunté intrigado— Esto le da a las mujeres embarazadas —confirmé a mi amigo. —¡No necesariamente! Hay otras enfermedades, que también causan mareos —me objetó él, desanimándome en mis sospechas. —¡Bueno
En el apartamento de Sofía, el Narrador: —¡Discúlpame, por favor, Sofía! —suplicó Sheyli, lo que menos deseaba era hacer enojar a su amiga. Ellas nunca discutían. —¿Por qué le permitiste a Rafael que se acercará a mis hijos? —inquirió furiosa Sofía, molesta y mirando con hostilidad a su amiga. —¡Fue accidental! —Expliqué— Él junto con Martín Elías, el hermano de José David, buscaban un baño, cuando entraron al Despacho —gimió ella, lamentándose por el error cometido, pues fue algo que le exigió con mucho énfasis esta, no dejar que nadie viera a los trillizos. —¡No llores, Sheyli! ¡No es, para tanto! —Exclamó Sofía, tratando de que se calmara y arrepentida de haber hablado así, e incluso tratando de calmarse ella también. —E-e-ellos al en-entrar, hi-hicieron u-uso del baño —balbució ella, dejando correr sus lágrimas— Pe-pero al sss-sa-salir ese señor, se concentró en los mellizos y tus hijos fueron los que insistieron en sacarse fotos con él —argumentó ella. —¡Está bien, cálmate S