CAPÍTULO 7

Era viernes. Hacía solo cinco días que Lía estaba allí y el italiano casi podía decir que no había alterado mucho su rutina… salvo porque tenía que vigilarla siempre, darle de comer, bañarla, sacarla de paseo, cuidar de sus cosas... ¡Era un maldito amo de casa!

El tiempo, sin embargo, se le iba volando. Ella continuaba dista

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