Capítulo 3

EDMON

Chaqueo los dedos y enseguida uno de mis hombres me acerca mi Tablet, comienzo a teclear en nuestro sistema especial el nombre del amigo del Boss, y me aparece primero solo la información que está disponible solo para el público.

Al parecer es un empresario textil importante de los Estados Unidos, las últimas noticias acerca de él, aseguran que su empresa acaba de sufrir un déficit, lo acusan de robarse más de cinco billones de dólares de la empresa y de los socios, al parecer la policía lo busca y... tecleo las imágenes para conocer a su m*****a mocosa pero al dar el clic, resulta que la información ha sido borrada.

Ladeo una sonrisa, apago el aparato estado seguro de que eso es obra de mi padre, ayudar a una m*****a rata no es propio del Boss de la mafia rusa, por lo que debía haber algo más oculto detrás de Alexander Adams y estaba a punto de averiguarlo. Le mando un mensaje a Lukyan avisándole que me retiro, verlo desnudo o con una sucia boca sobre su polla no ayudaría en estos instantes.

—Llama a los criados y diles que preparen una habitación para una niña de... —me dirijo a uno de los hombres que me acompañan—. Pongámosle ocho o diez años tal vez.

El tipo asiente con la cabeza y nos ponemos en marcha, me subo a mi camioneta y espero a que el maldito chofer arranque, marco el número de Viera pero no me responde, odio cuando hace eso, se supone que debe estar dispuesta para mí las veinticuatro horas. Hago cinco intentos más y termino por lanzar el móvil por la ventanilla, uno de mis defectos era que no soportaba la espera y si las cosas no se hacían como yo quería, la gente lo pasaba realmente mal.

Cuando llegue me encargaré de follarla por el culo par que entienda que debe obedecer y no hacer lo que quiera. Los minutos pasan y me impaciento, cierro con tanta fuerza los puños, que los nudillos se me blanquean. Al llegar al jodido aeropuerto, nos dirigimos a nuestra zona privada, desde donde se puede observar con nitidez el jet privado de mi padre. Bajamos del auto y camino en dirección de un hombre que parece tener la edad del Boss, su porte es tal y como en la foto de la noticia en internet.

Alexander Adams es un hombre alto, de hombros anchos, rubio caramelo, tez pálida y ojos de un color verde apagado, habla con uno de los hombres que están ayudando con el equipaje y al girar nuestras miradas se cruzan, no recuerdo mucho de él, me parece que una vez lo vi en la oficina de mi padre, cuando era un niño.

—¿Edmon Lebedev? —pregunta con asombro.

Intento recordar las palabras de mi padre para no darle un tiro en la cabeza, no sonrío, en su lugar asiento rápido, estira su mano en mi dirección con la intención de saludarme pero al ver que no respondo, se retracta.

—Soy el Underboss de la Bratva, mi padre me ha informado de su llegada —comienzo con impaciencia—. Personalmente los llevaré a la fortaleza, ¿y su hija?

—Ah, cierto —sonríe y dirige su atención hacia la puerta abierta del avión—. ¡Chas, cariño, baja ya!

«Esto me está tocando las pelotas»

—¡Ya bajo!

Esa voz... Un momento... Levanto la mirada y mis ojos se anclan en una mujer, es una chica, a lo mucho debe tener veinte años, alta, rubia, sus ojos son de un verde distinto al de su padre, parecen estar llenos de vida, sus labios rosados, barbilla partida, sus curvas llaman mi atención, trae puesto unos shorts cortos, una sudadera y un par de zapatillas converse, es guapa pero es la clase de mujer que pone celosa a Viera. Me preparo para los berreos de una chica de su edad, cuando su padre se desvanece y ella corre empujando a todos, me acerco y chasqueo los dedos para que mis hombres se hagan cargo, pero la chica lo impide.

—Yo lo hago.

Saca de su mochila un frasco, abre la boca de su padre y le coloca una pastilla debajo de su lengua, observo como llena de tranquilidad toma sus signos vitales hasta que Alexander abre los ojos.

—¿Sucedió otra vez? —pregunta el hombre como si desmayarse de la nada fuera cosa del diario.

—Me encargué —responde la rubia.

—Gracias cariño.

Detallo el culo de la chica y mi miembro reacciona de un modo que no me agrada.

—Lo siento, Edmon, cosas de mi salud —la voz de Alexander me saca de mi ensimismamiento—. Ella es mi hija Chastity.

—Un placer, escuché que eres el Underboss de la mafia rusa —habla con naturalidad la rubia, quien a diferencia de su padre, no me tiende la mano y mucho menos le veo la intención de ser amable.

—Andando, mi padre ya debe estar en marcha —anuncio dándome la media vuelta.

Me dirijo al carro, Alexander es el primero en subir, dejo que la chica siga después pero antes de meterse, se detiene, gira y sin querer nuestros rostros quedan demasiado cerca. Huele a lavanda, su piel parece más tersa que la de Viera y mis ojos van directo a sus labios.

Abro la boca para decirle que se meta al jodido carro, cuando ella se me adelanta.

—No me mires, no me toques y mantente alejado de mí, yo no existo para ti y tu para mí, tampoco —dice en tono bajo para que no la escuche su padre y me cabreo—. ¿Entendiste?

Hace el amago de querer volver a meterse, pero esta vez soy yo quien la detiene agarrándola fuertemente del brazo.

—Aquí no das órdenes, no eres nadie y yo soy todo, soy el Underboss, así que ándate con cuidado, cría de m****a —bramo tensando el cuerpo—. ¿Entendido?

Ella frunce el ceño, me detiene la mirada y me suelta un pisotón que si no fuera invitada del Boss, le costaría la vida.

—Entendí, pero Underboss o no, para mí eres un hijo de perra.

Y diciendo esto se sube a la camioneta, algo me decía que ella iba a ser un dolor en las pelotas, pero si de algo estaba seguro, es que entre más lejos de mí, mejor.

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